El diario del agua

Cap. 16: Les diré un secreto

Los gemelos se encontraban sentados junto a la camilla de Candela. La joven sonreía feliz. La pusieron al corriente de la situación, aunque omitieron algunos detalles. 

Candela estaba feliz, estaba feliz de que los dos estuvieran bien, aunque no le habían contado por qué se encontraban allí. Sabía que si no lo hacían era por algo. 

—Mellizos —los llamó  una enfermera, los dos voltearon, parecían molestos—, sé que quieren verla, pero deben estar descansando —les dijo. 

Ese hospital era especial, aunque ninguno de los dos sabía por qué Candela estaba allí, quizás sospechaban de algún veneno o ataque. No había ningún otro motivo para que ella estuviera allí. 

Ambos se despidieron de su hermana, pronto saldrían de ese lugar y volverían al régimen de visitas al que Candy ya estaba bastante acostumbrado.

—No somos mellizos, somos gemelos —bufó Marcos mientras acompañaba a la enfermera.

—Está bien —le concedió la razón solo por no pelear, sabía que ellos no podían ser gemelos, genéticamente era imposible—. Tienen que descansar y comportarse. Guadalupe se quedó muy preocupada porque desaparecieron.

Ambos asintieron, no querían preocupar a su amiga.

Los días en el hospital eran largos y, aunque no hicieran nada, los dejaba lo suficientemente cansados como para dormir durante varias horas. No podían caminar, les costaba moverse, no tenían la fuerza para hacer ningún movimiento.

Candy sabía que ese era el lugar perfecto para poder meditar sus siguientes movimientos, en esos momentos creía saber que era lo que debía hacer.

~Y~

El timbre sonó, el chico de cabello platinado se acercó con un andar pesado, tenía sueño, estaba bastante perezoso últimamente. Ainara y Belén se iban a entrenar juntas, ya que Guadalupe y los menorcitos no podían hacerlo por falta de energía.

Lo único que había hecho durante esos días grises era molestar a Gabriel, quien le había contado todo lo que pasó con Lilim. Lo acosó con preguntas sobre lo que era ser ángel, por qué estaba allí y demás. Era de quienes más estaba al tanto sobre la relación que llevaban entre Marcos y el alvino.

Abrió la puerta y bostezó.

—Buenos días —dijo un hombre de la tercera edad parado en la puerta, a su lado había dos jóvenes idénticos que hizo a Uriel recordar a los gemelos, los cuales si tuvieran el pelo cortado de la misma manera y la misma ropa no los podrías diferenciar.

— ¡Menorcita, están tus amigos raros! —gritó Uriel corriendose de la puerta para permitirles pasar.

— ¡Que no soy menorcita, Uriel! —gritó bajando las escaleras. Al saltar el último escalón se tambaleó peligrosamente, seguía mareada a pesar de los medicamentos que le dieron.

Candy se acercó a ellos y vio a quienes menos quería ver, pero debería hacerlo muy seguido, después de todo ahora eran sus superiores y no debía quejarse.

—Hola —dijo sonriendo—. Pasen antes de que se mueran de frío.

El trío pasó tranquilamente, echó un vistazo a la casa, estaba igual que la última vez. Marcos bajó algo mareado, con una seña le preguntó a su hermana qué pasaba, simplemente le resto importancia, Gabriel estaba detrás de él, al subir se tambaleó tanto que lo tuvieron que sostener. Parecía su niñero, lo seguía a todos lados.

Lilim se mantenía igual, vigilando constantemente que ella no estuviera en problemas. Aunque claro, la joven no se había dado cuenta aún.

— ¿Qué les sucedió? —preguntó Edward fingiendo preocupación.

—Nos bajó la presión —mintió—. Por esa razón no podemos ir a los entrenamientos, ni ir a misiones —les comentó.

— ¿Eso no sucede cuando se transfiere demasiada energía? —preguntó Rick.

—No, tranquilos —a pesar de que fueran sus superiores no confiaba en ellos. 

Ambos caminaron detrás de ella, Rocco tenía miedo de que la menor se caiga, temblaba demasiado. Al entrar en la habitación vieron a la demonio guardiana de la chica viendo la televisión. Candy no lo notaba por lo concentrada que estaba, pero ese trío sí, la demonio tenía su atención de lleno en ella. Usaba ese puente, la cicatriz que llevaba la joven hacía que se mantuviera al tanto de su estado.

Se sorprendieron al ver tantas hojas pegadas juntas, el Diario de Secretos estaba sobre la mesa, sin ninguna protección en especial. Estaba en la posición perfecta para robarla.

Claro, que para robarlo necesitas combatir el sistema de defensa y a una demonio bastante poderoso.

— ¿Señorita Candy, usted no estará un poco... obsesionada con su trabajo?—preguntó Rocco muy preocupado por la menor.

—No, estoy bien —después de decir eso comenzó a murmurar cosas sin sentido. Demostraba lo  contrario a lo que decía.



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En el texto hay: mundos fantasticos, guerras magicas, aventuras magicas

Editado: 28.04.2020

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