Hacía demasiado frío, Ainara temblaba en sus abrigos, sintió que no fue buena idea ir tan desabrigada. De seguro tuvo que traer más camperas, pero cuando dijeron "Están en verano" y, sumado al deseo de presumir la nueva medalla que tenían otorgados por los caballeros.
Estaba orgullosa de que hayan logrado tantas cosas. De no ser reconocidas ahora eran miembros élites.
— ¿Dónde estamos? —preguntó Lilim por milésima vez, desesperaba a Gabriel de manera magistral, era sorprendente lo nervioso que estaba.
El ángel, teniendo a la demonio prácticamente encima y despeinandole el cabello, estaba perdiendo la compostura. No podía concentrarse ni decirle nada, así que respiró hondo y continuó su camino.
—Siento que quizás deberíamos descansar —dijo Uriel suspirando no quiero caminar cabezones estúpidos.
— ¡Uriel! —lo regaño Marcos por el insulto.
—Cállate falso menorcito —le recriminó.
—Menorcita, digo, Can, decile algo —le pidió Marcos mientras Candy lo apuñalaba infinidad de veces con la mirada.
—Es una menorcita, no pidas perdón —le dijo Candela burlándose.
Siguieron avanzando hasta llegar a un centro de turismo, donde Gabriel rento un auto muy grande para llegar al inicio del bosque, Lilim miraba atentamente al ángel, no sacaba sus ojos de encima de él.
—Hey... Can —la llamó Ainara acercándose mucho a ella.
— ¿Si? —la colorada volteo.
— ¿Podrías leerme el epílogo de tu diario? —preguntó.
La joven transformó la cruz que colgaba de su cuello en el diario. Se dirigió a la última página, se aclaró la garganta y comenzó a leer.
—Podrán acabar contigo, pero no con tu alma. Con el final de este libro, profesamos que con estos secretos y su alma rebelde, ahora puedes..." —suspiró, no quería leer lo siguiente— "puedes rebelarte contra el instituto, solo tu mano podrá guiar a toda la humanidad y las criaturas mágicas a una reconciliación."
—Gracias, eso es todo —dijo la chica, ella asintió y volvió a guardarlos. <<Con que a eso se refería Nico>>
<<No tengo que olvidarme de lo que me pidió mi maestra...>> sus pensamiento se vieron interrumpidos al ver el sonrojo del ángel—. ¡Gabriel, está debe ser su peor cita, esfuérzate un poco más que sino se enamora de otro! —Lo molesto Candy mientras Guadalupe se tapaba la boca intentando ahogar su risa.
—Y-yo...—respondió nervioso el conductor.
—No está así por eso... —dijo Lilim tranquila— hay un ángel por ésta zona.
Candela asintió confirmando sus palabras. Gabriel se golpeó la frente con la mano, había evitado decirlo por una razón.
— ¿Podemos ir a verlo? —preguntó Ainara—. ¡Porfiiis!
— ¡Yo quiero verlo! —dijo Guadalupe.
—Yo también —Uriel comenzó a hacer puchero.
—No, está sobre mi en la jerarquía... Yo no puedo hablarle.
Lilim se empezó a reír, todo esto era definitivamente una estupidez, todo. Los malditos nervios de Gabriel por algo como eso, el silencio de Seta; por alguna razón no podía leer sus pensamientos; la tonta cercanía de Guadalupe y Marcos y... Ese tonto sentimiento que la estaba molestando.
Seta era alguien invulnerable, se veía con condición física para pelear, era frío, no podía ceder por un ataque sentimental y no podía entrar a su mente, le daba celos y no tenía nada que usar en su contra... Esa situación era un verdadero asco.
—Bueno, estas son manzanas, son como dioses del sabor para mi, son demasiado ricas —le mostraba Uriel a Seta—. Tenes que probarlas.
—Se ve horrible —respondió él con un rostro de asco.
— ¡Cabezón desgraciado! ¡Ellas son mis amantes! —exclamó notablemente ofendido.
—No debes insultar sus manzanas —le susurró Marcos al oído a Seta—, cuando eso pasa se ofende mucho. Lo sé por experiencia propia.
—Ja, eso no me importa. Que se ofenda —bufó, el colorado se rió.
— ¡Seta! —lo regañó Candy.
— ¿Qué? ¿Está mal? —preguntó victimizandose.
—No, sólo eres un imbécil. Ya llegamos, bajen todos —dijo Lilim en su asiento.
El paisaje helado era muy hermoso, Marcos bajó y estiró un poco sus piernas, su hermana corrió y se tiró encima suyo e hizo que ambos se cayeran al piso.
—Eres buena para molestarme, —dijo su hermano riendo divertido— pero salí que me muero de frío —pidió él mientras se quedaba acostado.
— ¡¿Estás tonto o qué?! —exclamó, miró bien su frente, caía algo de sangre.
Levantó la mirada, aturdido, Belén había sacado su arco, Lilim empuñaba su hacha, tenía algo en su mano que no paraba de sangrar, lo tiró con fuerza hacía otra figura. Se paró y ayudó a su hermana. Un montón de flechas iban hacia ellos. Guadalupe instintivamente se hizo un bollito y un escudo se activó alrededor de todos.