Despertar le resultó tortuoso, tenía nauseas, era uno de los efectos colaterales del medicamento, eso y la dificultad para conciliar el sueño, vaya suerte la de ella.
Se incorporó, bajó despacio a la cocina, se sentía más débil que cuando se levantó esa mañana. Sin energía, sin hambre y sin sueño.
Era horrible, no recordaba esa sensación enfermiza de debilidad. Su rostro estaba un poco sonrojado, la fiebre que había estado ocultado debía de estar bajando. No quería sumar más preocupaciones a la gran lista que tenían.
Antes de ingresar escuchó retazos de una conversación que le sonó muy sospechosa.
—No podemos permitir que terminen con esas heridas nuevamente —dijo Luis determinante—, el servicio al menor podría venir y sacarnos la custodia de los cuatro.
—Candela es mayor de edad y no está bajo nuestra custodia —sentenció María orgullosa.
—Es mi sobrina —dijo molesto, lo que le formó una sonrisa a Candy, por fin lo entendía, quizás si podía confiar en su tío—. Y es menor de edad... —murmuró—. Tenemos varias cosas ilegales aquí. Un chico con amnesia, otro que nunca fue inscripto como nacido por lo que no tiene DNI.—Hizo una pausa intentando recuperarse de su exaltación inicial—. Tenemos que prohibirles por un tiempo las aventuras a los chicos.
—Hijo, por favor... —dijo José tranquilo—. ¿Qué son unas pocas raspaduras en unos niños? Entenderán que es normal.
—¡Papá son humanos! Y no han sido unos raspones, fue una apuñalada, un hombro quemado y 4 puntos en un brazo. Ni hablar del pésimo estado físico que tienen los dos. Ustedes encarguense de las leyes divinas, yo me encargaré de las humanas —dicho esto escuchó sus paso indicando que se dirigía hacia el living.
Aprovecho para ingresar a la cocina de la forma más natural posible.
Tomó lugar en silencio, mientras esperaba que Night terminara el desayuno, intentaba que esa enorme sonrisa en su rostro no se hiciera notar. Quizás perdió una aliada pero sentía estar ganando otro.
—Hoy tengo cosas importantes que hacer —sentenció con una voz débil y calmada—. ¿Piensan hacer algo por las chicas? Como, por ejemplo, ayudarlas a hablar con sus padres
—Yo me encargaré —le dijo María—. ¿Piensan ir a la escuela? —le preguntó, ella asintió.
—Sí, iremos los dos —se levantó de la mesa—. Voy a buscar a Marcos.
~Y~
Se golpeó la cabeza contra la mesa, estaba muy cansado como para poder tolerar la clase. Notaba que la mirada de la profesora estaba en ambos. No sabía por qué, pero no tenía cabeza para pensar en ello, quería dormir de una jodida vez.
Mauro lo movió suavemente, por alguna razón se alarmó, así que se incorporó rápidamente.
<< ¿No podía no traer esa jodida vía? >>pensó Marcos molesto, sabía que no lo hizo a propósito y también que si lo trajo fue por algo, pero llamaba demasiado la atención y no le gustaba.
— ¿Anoche dormiste? —le preguntó Rodrigo preocupado, él asintió.
—Fue una noche dura —comentó mientras volvía su mirada al pizarrón. Bostezó sin disimulo alguno.
La hora pasó muy lentamente, cada palabra hacía que tuviera aún más ganas de dormir. ¿Por qué física era una materia tan pesada?
Antes de poder salir del aula, la maestra llamó a los gemelos. Candy parecía estar muy tranquila, pero el simple hecho de que los hubieran apartado del resto del grupo hacía que se le pusieran los nervios de punta.
Los llevó hasta el salón de maestros, tenía miedo de que los regañaran por algo, quizás estaban muy cortos con las faltas.
—Profe, ¿no le molestaría hablar el recreo siguiente? —preguntó Candy mientras tomaba asiento junto a él y frente a la maestra.
— ¿Tienes algo que hacer? —preguntó con una sonrisa, ella suspiró y negó—. Quería hablar con ustedes respecto a las faltas.
— ¿A cuanto estamos del límite? —preguntó de forma directa.
—A nada, todas sus faltas están justificadas —les explicó. No entendía cuál era el problema—. Mismo días, mismos pretextos, mismas firmas —comentó—. ¿Son mellizos verdad?
Quería negarlo con todas sus fuerzas, quería mentir y decir que se había vuelto loca, pero sería subestimar a la profesora. Había sido pura suerte que no se dieran cuenta de eso desde el primer día.
—Sí —afirmó.
Se quedó en silencio unos segundos, como si que meditara la respuesta. Parecía sorprendida, no sabía si por la afirmación o por su sinceridad.
— ¿Por qué mentir? —preguntó.
—No mentimos, solo no dijimos nada —comentó la colorada, él bufó, se notaba que no tenía bien puesto los conceptos de la verdad y la mentira.