— ¡Candy no aflojes, ella no está inconsciente! —gritó Lilim nerviosa—. Tienes que apuñalarla, está jugando contigo, por favor... escúchame.
—Ella no quiere hacerte daño, se resiste a la idea de matarte —le informó Luz con algo de pena—. No es quien necesitamos para noquear nuestro cuerpo.
Lea se levantó, tomó a Candy del cuello y comenzó a ahorcarla. Su cuerpo cedía, su resistencia también, no peleó. Escuchaba los gritos de sus hermanos, intentando animarla para que peleara, pero no hacía nada. No se resistía, a pesar de que le decían luchara no movía ni un musculo.
—Por favor, Can... pelea —suplicó Candela. Marcos estaba herido y no podía moverse, ella estaba intentando que sus abuela no muera bajo el peso de ese roble—. Ella no es Lilim, no puede serlo.
— ¡Mira Lilim! —exclamó Lea sonriendo—. Esta es la humana que provoca tu preocupación. Ahora que ella no volverá a formar parte de tus miedos, entonces podrás ser feliz. ¿Verdad? Ya no temerás perder a nadie porque no tendrás nada, ya no temerás al fracaso porque nunca podrás triunfar.
—No te lo permitiré. —Una idea se había cruzado por su mente, era arriesgada, pero no tendría miedo de matarse con tal de salvar a su compañera.
—Te recuerdo que no puedes hacer nada, ¿verdad? —le susurró la humana al oído creyendo que ya había perdido la cordura.
—Quizás si... —le sonrió de lado.
Lo cierto es que no tenía control sobre su cuerpo completo, pero había sufrido varias veces de los intentos de control de Lea, así que algo podría hacer.
—Intrat animam meam —susurró.
Luz se sorprendió, hace mucho tiempo no la escuchaba usar encantamientos como esos, quizás hace unos 3000 años hubiera sido normal. Cuando fue condenada renunció al amparo de los dioses y con ello a esas lenguas.
Los ojos de la colorada se pusieron en blanco.
—Maldita sea... —gruñó Lea—. Creo que me tendré que encargar desde adentro, si no me dejas ayudarte no podré hacer nada, no podrás ser feliz.
~Y~
Despertó mareada, con la sensación de peligro a flor de piel. Un solo pensamiento se encontraba en su mente.
— ¡Lilim!— gritó con una voz cargada de preocupación, ese sentimiento nublaba el temor que hacía un esfuerzo por crecer en su interior para protegerla.
Su voz fue devuelta como eco en una cueva. Parecía que ese lugar estaba vacío. Poco a poco logró enfocar hasta percatarse de que se hallaba en un lugar oscuro, del cual no estaba segura sus proporciones por la carencia de luz.
— ¿Donde estoy? —se preguntó intentando tantear terreno con la manos.
Una luz violeta apareció repentinamente. Estaba lejos, así que con cautela y curiosidad se acercó.
— ¿Lilim? —la llamó cuando estuvo a unos cuantos pasos de la luz.
—Aquí estoy —dijo una voz que sabía que no pertenecía a Lilim.
La luz se hizo más brillante mostrando a una mujer igual y a su vez diferente a Lilim. Su pelo era corto, más arriba que sus hombros, su piel era como de papel, sus ojos eran triángulos y sus ojeras eran similares a unos triángulos invertidos, era mucho más altas y su musculatura era menor. Era como la versión completa de la Lilim que había visto anteriormente.
Su actitud no era para nada amigable, cosa que la hizo retroceder, pero era tarde.
Esa extraña mujer se lanzó sobre ella, su mano rodeada de ese extraño fulgor violeta planeaba impactar contra su pecho.
Cerró sus ojos mientras tanteaba en su cuello buscando la cruz del Diario de secretos, pero se dio cuenta que no estaba allí. No tenía protección.
Con una reacción increíblemente rápida logro esquivar el primer golpe, pero otro se dirigía a su cara.
No podía protegerse de ese, la había agarrado bastante desprevenida. Cerró los ojos dispuesta a recibir todo el daño de lleno.
Cayó de espaldas, abrió lo ojos y se encontró con otra figura, con su antebrazo impedía el paso al puño de esa extraña figura.
Había un cruce de luz, una era violeta y la otra... De ese color que tanto conocía y tan protector como era el celeste que había irradiado cierta demonio la vez que cerraron el pacto.
—Candy... Disculpame por no haber evitado esto —hace mucho no la escuchaba tan arrepentida-. Te expuse demasiado por mi estúpido deseo de ocultar lo que siento.
—N-no... —habló mientras se incorporaba— no es momento de disculparse.
Su cuerpo flaqueo, estuvo apunto de caer de bruces al piso, cuando sintió que alguien la agarraba. Levantó su mirada y se encontró con algo aún más surrealista que la situación que estaba enfrentando.
Una Lilim, un poco más pequeña, con cabello rojo y unos ojos más... más humanos, la tenía agarrada. La tomó con fuerza de un brazo y comenzó a correr, Lilim las miró de reojo y le permitió seguir.