El día era hermoso, excepto para una niña que estaba en la cama, llorando por el dolor de cabeza que sentía. Una enfermera estaba al borde de llamar al médico de la chica para intentar calmar su dolor.
En otro lado, un joven, su hermana mayor y sus amigos corrían contra reloj para conseguir la cura. El miedo y la confusión era algo que les dificultaba el avanzar con seguridad.
Y en otro lado un grupo de amigos se encontraba preocupado, intentando contactar con Marcos y buscando la forma de saber que sucedía. Su hermana tampoco había ido al colegio e intentaban no tragarse los delirios de Mauro.
—Se los digo en serio, Candy y Marcos tienen poderes —dijo Mauro molesto, puesto que Franco y Rodrigo no le creían.
—Deja de inventar cuentos, esto es serio —replicó Rodrigo molesto—. Marcos nos contó que los de servicio social fueron a su casa la última vez. ¿Y si les pasó algo? —preguntó preocupado.
— ¡Hagan lo que quieran, iré a visitarlos por mi cuenta! —exclamó molesto mientras se levantaba de sus lugar—. La última vez los vi peleando con un extraño ser con trapos envueltos a él y su hermana se transformó en una bruja o no sé qué y su amigo Uriel, ese que a veces viene a buscarlo, en una espada. Después de ese día vinieron al colegio de forma normal, así que algo malo tuvo que pasar.
La curiosidad pudo con ellos, Mauro sonaba muy convencido.
—Está bien mañana, iremos con la excusa que vamos a entregarles la tarea —dijo el joven de acento español como condición, Mauro asintió reiteradas veces, cruzó una mirada de desconfianza con el chico de cabellos dorados—. Si nos mentís nos harás la tarea de matemática por una semana.
—Claro, mañana apenas salimos vamos.
~Y~
La puerta sonaba de forma constante, lo que hacía que el dolor de cabeza de Candy fuera en aumento. Quería que alguien desconectara ese timbre de una vez.
— ¡Lilim por un infierno, ve y abre esa maldita puerta! —gritó la chica adolorida.
—Ugh... —se quejó ella
Caminó con paso lento y abrió la puerta, aunque algo muy dentro suyo le decía a gritos que no lo haga, necesitaba hacerlo puesto que sino le causaría más dolor a Candy.
La casa estaba muy silenciosa, no estaba Uriel, pidiendo manzanas. Marcos, buscando cosas mientras insultaba todo. Josefina discutiendo con Candy. Belén haciendo trucos y festejando. Guadalupe, intentando usar su sobrecarga de energía para algo o leyendo en voz alta. Ainara... Bueno ella era relativamente silenciosa, se la pasaba durmiendo; pero extrañaba el barullo de las personas.
Abrió la puerta, en el marco de la entrada había una joven, unos 25 años de edad, una enorme sonrisa en su rostro, labios pintados, pelo negro y ondulado, tez blanca. Medía una cabeza menos que ella.
— ¿Qué quiere? —preguntó irritada.
—Vengo a buscar a Emma y Ethan, también los llaman Silver y Golden, no sé que nombre debe estar usando actualmente —dijo con una sonrisa.
— ¿Quién carajos? No venga con esas estupideces, acá no vive nadie llamado así.
—Lilim. —La llamaron a sus espaldas. Candy estaba lo contrario a lo que había visto desde que se intoxicó, su piel, la cual estaba blanca como papel ahora tenía su típico sonrojo, sus ojeras habían desaparecido junto con sus ojos rojos y lagrimosos. No temblaba por la fiebre cuando subía ni se moría de calor como cuando bajaba, carecía de expresión alguna—. Gracias, Lilim. Yo me encargo de lo que viene. Mi abuelo hizo pizza para vos.
<< ¿Qué carajos? ¿De que me perdí? >>preguntó confusa mientras ingresaba. Lo de la pizza le resultaba tentador, pero tenía mucha curiosidad.
Vip a Seta, su cara de nada había sido suplantada por una de sorpresa. Se fue flotando a la entrada de la cocina, donde se encontraba él.
— ¿Qué le sucede? —lo interrogó—. Hace unos minutos deliraba por la fiebre y ahora está de lo más normal.
—No tengo ni la menor idea de lo que sucede —comentó preocupado—. Pero tiene un apodo para Candy, así que no puede ser tan mala...
La demonio asintió concediéndole la razón, quizás no sea tan errado. Al instante tuvieron que comerse sus palabras, la recién llegada le había dado una piña en la cara a la colorada, la vio escupir algo de sangre. Comenzó a toser, la fachada que tenía para fingir que tenía buena salud desapareció.
<< ¿Acaso...? Deja de sorprenderme así, dime que no eres lo que creo que eres... ¡¿Qué importa eso ahora?! La golpeó >>pensó molesta.
Con rapidez fue a su lado y le propinó un golpe en el estómago, pero algo pasó. No solo no le afectó, sino que le quemó la mano. No sintió dolor, necesitaba alejar a Candy de esa chica, Seta se adelantó a sus órdenes, la llevó lejos de ambas.
Ahora, que tenía luz verde, podía deshacerse de ella.
—No, Lilim. —Le sorprendió que hablara y no usara su lazo mental aún seguía conectado, fuerte y estable—. No la puedes sacar de aquí.