El diario del agua

Cap.44: Con mi último aliento

Se colgó la cruz en el cuello, subió a Flama, Seta y Uriel se pusieron detrás de ella, sus tropas la acompañaban. Intimidantes, soldados fuertes que realmente no eran soldados.

Están en la garganta del diablo, los torturan... tenemos que apurarnos. —Lo que le dijo Uriel sonaba en su cabeza una y otra vez. Ese triste estado en el que lo encontró, lleno de golpes, sediento, agitado, cansado—. Asmodeo intenta abrir un portal al infierno, no al inframundo.  Si lo hace sin cuidado muchas almas torturadas y en pena saldrán, tendremos problemas peores si la sociedad se adueña de ellas. Al parecer tiene uno de los diarios pero no tiene la capacidad para pensar cómo activarlo.

Faltaba poco para llegar, estaba todo lleno de criaturas. A pesar de estar arriesgando todo, Candy no sentía miedo, sentía emoción por llegar y ponerle un fin a todo. El cansancio de un alma que ya pasó demasiado. Quería que el resto del año sean vacaciones, no tenía miedo de quedarse libre en el colegio o desaparecer, solo quería descansar.

Transformó a Uriel en espada, Flama fue con toda su fuerza en picada, saltó de su lomo junto con Seta, quien la ayudó a bajar. Nicolás la cuidaba desde atrás, se abría paso con un enorme mazo de hierro el cual sacaba a cada enemigo a volar.

Miró a su contrincante, al maldito demonio que se interponía entre todos sus seres amados. Uriel parecía estar asustado, debía de estarlo. Cuando los vio estaban completamente lastimados parecía que fueron torturados, pero no preguntó qué les sucedió porque sentía que si lo sabía se desesperaría aún más.

Estaba en el lugar más calmado, las tropas detenían a las bestias, se acercó más al risco, a unos 30 metros estaban todos atados de pies y manos, algunos más heridos que otros, lo que le preocupaba de forma considerable. 

Solo faltaban segundos para que ingresar al calor de la batalla. Se puso en posición defensiva.

—Estoy muy feliz de que hayamos sido compañeros —le habló a ambos, como queriendo despedirse—. Si algo sale mal salgan de acá. Sé que es hipócrita de mi parte, porque no obedecí cuando me pidieron que huya. Ustedes no necesitan volver ni ir por ayuda, hagan su vida normal, se encargaran de que este lugar nunca haya existido. Quiero que sean felices con otras personas. Encontrarán a alguien que a Seta le enseñe sobre sentimientos y a Uriel le de manzanas.

—No, pelearemos hasta el final contigo—dijeron al unísono, eran igual de testarudos que ella.

Sonrió, no sabía si sentirse más calmada o intranquila, tenía que recuperar el diario que tenía ese demonio en su poder y encerrarlo nuevamente para que no haga más daño. Sabía que era riesgoso, sin embargo tenía El diario del agua y El de secretos con ella.

—Hey, Can. No mueras ¿si? Hay algo muy importante que quiero decirte —habló Seta, lo notaba muy nervioso para ser alguien que desconozca los sentimientos. 

Vio la piedra que ambos tenían, nuevamente se ponía azul, ella le sonrió.

—No tengo planeado morir aún, espero que ustedes tampoco.

Corrieron en dirección a las estacas, Uriel transformado en humano cortaba las cuerdas con facilidad. Ayudó a los abuelos de Candy a estabilizarse y los llevó lejos de allí, se veían cansado. La gemela intentaba desatar a su hermano, tenía toda la cara llena de sangre, estaba inconsciente, parecía que se golpeó contra el suelo.

—Marcos, reacciona —le suplicaba una y otra vez, deseando que se pusiera mejor.

El chico no despertaba, llamó a Leaf a los gritos, él llegó para socorrerla. Le preguntó sobre algún lugar donde poder dejar a los heridos, el joven-hada le indicó que el santuario de la reina de las hadas estaba cerca, podía dejarlos allí, no los atacarían.

La mayor parte de ellos estaban fuera de combate.

— ¿Qué te pasó trolazo? —preguntó Uriel, estaba preocupado por Gabriel. Su respiración era débil, lo desató y de inmediato se lo cargó a  sus hombros, siguiendo las instrucciones de Candy fue volando hasta el santuario y lo depositó allí.

Al instante que se fue el ángel recuperó la consciencia, quizás fue casualidad o quizás su majestad estaba interesada.

—B-buenas tardes, su majestad —dijo él de forma débil—. Me gustaría presentarme como es debido, pero dadas las circunstancias no puedo —sonrió.

Un fuerte viento se arremolinó junto a él.

—Para mi siempre es bueno volverte a ver, Gabriel—de la estatua se escuchaba la voz majestuosa de una mujer—. Al parecer tienes algo que comunicarme, sino no me habrías invocado estando inconsciente.

Si decirle a una madre normal que su hija estaba en peligro era bastante difícil, no se imaginaba a una mujer tan poderosa. 

—Su hija está allí, su majestad. La he visto y he peleado junto a ella, sus guardianes también están allí. Necesito que muestre su verdadera forma, está al borde de la muerte y he sido muy ineficiente para ayudarla.



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En el texto hay: mundos fantasticos, guerras magicas, aventuras magicas

Editado: 28.04.2020

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