Botella tras botella, ella superaba así la depresión, pero no se había dado cuenta de que la tenía ni que esa era su "medicina". Sabía que se lo prometió, se lo dijo hace mucho cuando Candy estaba preocupada por su baja cantidad de energía.
No dejaría que nadie la viera lamentarse, pero comenzaba a preocuparse, tenía constantemente punzadas en el pecho. ¿Podría ser? No, eso solo pasaba si se enamoraba, pero no estaba enamorada de Marcos como para que eso sucediera.
Si su corazón se cristalizaba corría riesgo de perder su libre albedrío, pero la persona que podría ser la responsable de rompérselo estaba muerta. Igual, era mejor consultar con José, aunque la posibilidad sea mínima.
Murmuraba para si misma, se percató que una mirada atenta la perseguía, molesta lanzó una silla en dirección a la persona que la espiaba, un escudo se levantó, sonrió, quién más que Guadalupe haría eso.
Se dio vuelta y se recostó en su cama para quedarse meditando mientras dejaba que el pulso de la chica bajara de a poco. Se armó de valor y entró a donde la demonio descansaba, tenía casi todos sus pensamientos confusos, el alcohol le causaba eso. Guadalupe se acercó temerosa, no era muy buena idea pero esa voz nunca le había fallado, así que no le quedaba más que intentarlo.
— ¿Estabas enamorada de alguno de los gemelos, más específicamente de Marcos? —preguntó ella curiosa.
—No, eran mis amigos, pero ninguno de forma romántica.
—Entonces ¿por qué te mueres en la amargura? No puedes mentirle a la voz que me dice la verdad, nunca se equivoca al darme la información.
—Es mi maldito problem —levantó la mano forzando a que dejara de hablar.
—Le prometiste que no tomarías más, ¿no? Mira en el estado que te encuentras, aún tenemos que luchar, los caballeros desaparecieron y necesitamos ponernos manos a la obra. No te pueden ver así.
— ¿Así cómo? ¿Dolida? —preguntó, algunas lágrimas se escapaban de sus anteojos negros— ¿Débil? No tenía a nadie más, pensé que el día que esto pasara la miraría de lado, sonreiría porque ella vivió una vida plena y yo había estado la mayor parte, pero no fue así, terminó porque no supe controlarme... —sin más se fue volando por la ventana.
No quería continuar esa conversación, nunca se había sentido mal. Ni cuando sus padres la vendieron, ni cuando la abandonaron, menos cuando la condenaron. ¿Por qué ahora si? Siempre se divirtió mucho, pero ahora no quedaba nada de esa alegría.
Escuchó sus pasos acercándose, lo que la irritó más, no la quería dejar en paz ¿o qué?
—Yo quisiera... —dijo Guadalupe sorprendida por lo que le dijo anteriormente, no llegó a terminar porque se escuchó una explosión.
Lilim la agarró y con rapidez la sacó para que no le diera el impacto, la niña cayó en seco al piso de forma seca, sufriendo un fuerte dolor en la espalda por el impacto. La demonio se paró y se puso en guardia mientras que la otra se quedó en el piso, cubriendo su rostro con el antebrazo para tapar sus ojos.
— ¿Por qué? —su voz quebrada hizo que volteara—. Era todo... Como un sueño desde que volvió Josefina, cada vez las cosas van de mal en peor... Estaba tan feliz de que todas seamos tan fuertes, estaba feliz de estar con ellos, ¡No pensaba abandonarlo! ¿Por qué nunca nos dijeron la verdad? —no entendió a qué se refería.
—No sé lo que decís —notó el bolso en el que siempre Candy llevaba su diario, un poco grande para llevar solo un libro pero le parecía bastante práctico.
Se concentró de vuelta en quien les había disparado. No lo encontraba ¿Habrá sido una trampa? No, era demasiado obvio.
Vio que sus manos estaban incendiándose, no era buena premonición. No, no las dejaría salir de vuelta, ya la habían cagado. Tenía que asegurarse de unirlas nuevamente.
—Vamos Lilim... ¿Tanto te cuesta confiar en nosotras? —dijo una voz suave y fría—. Somos vos, lo de tu amiga fue una pena, pero no fue mi culpa —sonrío.
—Yo estoy apenada, en serio lo siento, pero estoy cansada de estar encadenada.
No le importaba lo que le dijeran, ella seguiría molesta hasta el final. Volvió a la realidad cuando vio a Guadalupe acercarse, sacó de la mochila dos cuadernos, tenía lágrimas en los ojos mientras leía en voz alta y temblorosa.
—Diario del viajero: Querido diario, lamento tener que venir con noticias tan tristes, hoy estuve meditando. —Hizo una pausa, arregló lo mejor que pudo su voz quebrada—. Es el día de hoy que me percato de que no tengo amigos, nadie en quien confiar, nadie que crea en mi cuando nadie más lo hace... Me gustaría, no sé, ser más sensible. ¿Por qué no puedo sentir algo por el resto de las personas=
No pudo seguir y rompió a llorar, en su cabeza no entraba esa información, se negaba a creer que podrían haber personas así, que carecieran de sentimientos, era algo horrible.