Se sentía rota, como una muñeca de porcelana, dividida entre sentimientos positivos, los cuales parecían muy lejanos, y negativos, los cuales no paraban de acosarla durante toda hora para recordarle sus errores.
Belén miraba con tristeza las noticias que le había pasado Nina. Desde que enterraron a Golden no había ni siquiera pasado cerca de la casa. No podía estar allí si que el perfume de los gemelos evocaran recuerdos que la deprimían.
Era algo triste, tenían suerte de que los gemelos no sigan vivos, tendrían que cargar con la horrible muerte de su pequeña mascota, la cual dio su pequeña alma por salvaguardar la de los colorados.
Habían sido llamados por Mauro, tenían que aparentar que todo estaba bien, aunque les parecía extraño que las llamaran a ellas, pero necesitaban salir de esa tristeza.
Lilim había huído al infierno, Gabriel se lamentaba la perdida del amor de su vida y su mejor amigo, los abuelos estaban en coma, Luis había perdido su pierna, Candela se mantenía drogada y deprimida, Uriel se había roto. Nina trataba de mantener todo en pié, pero era demasiado trabajo para ella.
Estaban en un parque por el que a esa hora no pasaba casi nadie, había muchos problemas entre la familias de los chicos. La única que parecía tenerlo fácil era Josefina, quien no tenía a sus padres formando parte de ese enorme embrollo.
Vio a la náyade, mantenía su forma humana, con sus ojos negros, su cabello negro y largo, y su uniforme escolar, al parecer se había escapado del colegio. Estaban todas ausentes del colegio. Notó que de su cuello colgaba un dige de un caramelo, la saludó desde lejos mientras la veía acercarse. Inmediatamente bajó su mirada a su cuello y escondió el dige entre sus ropas.
Ainara llegó, se veía deprimida, miraba todo con aparente desinterés. Llevaba sus manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones.
Gabriel llegó desde el cielo, tenía el ojo vendado, al parecer había sido herido. Estaba muy callado, no era como cuando se conocieron, ese joven charlatán, torpe y atolondrado ahora se mantenía frío, distante... dolido.
El joven sombra llegó, en su mirada veía tristeza que trataba de ocultar con cierta rudeza en su andar. Candy le había enseñado algo sobre los sentimientos, pero no sabía como manejarlos.
Por último, llegaron Nina y Guadalupe, ambas calladas. La joven de intensa energía estaba mirando hacia delante con los ojos rojos. La caballera estaba firme, con esa forma de vestir tan rebelde pero esa postura rígida, de alguien disciplinada.
Una vez todos reunidos, Josefina procedió a mandarle un mensaje al joven de ojos achinados. Esperaban a que llegaran de una vez, su pedido era demasiado extraño. Primero les pidió que fueran a la plaza y que llevaran a dos adultos, naturalmente eligieron al ángel y a Nina, eran los únicos capacitados para ir.
Luego, cuando estén todos juntos, le debían avisar, con la condición de que no haya nadie cerca cuando lo hicieran.
Había una pregunta constante, ¿por que había tanto misterio?
Esperaron unos segundos, impacientes, sin decirse nada. No había forma de hablarse sin que sus voces se quebraran por la tristeza que aguantaban sus cuerdas vocales.
Una camioneta se aparcó junto a ellos, inmediatamente se tensaron, dispuestos a pelear.
Mauro bajó, caminando firme como un soldado, sus ojos estaban llenos de lagrimas, pero trataba de mantenerse firme e inexpresivo. En su cuello había una marcha que Guadalupe reconoció al instante: la marca del cazador.
Detrás de él bajó Rodrigo, su mirada estaba llena de pena, confusión y dolor. No miraba a nadie, parecía hasta intentar huír con los ojos.
Sofía caminaba derecha, con un aire arrogante. Detrás de ella caminaba un chico rubio y Franco, quien tenía su labio tembloroso. Miraba a los presentes como pidiendo ayuda para poder procesar su sufrimiento.
— ¿Qué es todo esto? —preguntó algo molesta Josefina, tomando la palabra y acercándose al que parecía ser el líder de ese grupo.
Guadalupe buscó con la mirada y encontró la marca de todos los presentes, no había nadie en ese grupo de jóvenes que no tuviera la marca del Cazador.
—Tenemos información importante —sentenció Rodrigo con su característico acento Español.
— ¿Cuál? —preguntó Belén con una voz triste.
"Es algo que Candy y Marcos acordaron conmigo" dijo Sofía segura de si misma.
~Y~
Había sido un día extraño, su compañera había llegado con una vía intravenosa a clases. La colorada le había pedido hablar en el recreo, estaba tardando demasiado. Se encontraba en el lugar acordado, impaciente, preguntándose si solo era una broma.
Los pelirrojos del curso llegaron corriendo, disculpándose con las manos por el retraso.
" ¿Qué era lo que me querían decir?" preguntó la joven algo hastiada.
"No te lo quiero decir, te lo quiero mostrar." Le dijo Candy.
Sacó la cruz que llevaba en su cuello, la cual se transformó rápidamente en un libro, Marcos sacó del cuello un lente que se asemejaba al de una lupa y se lo puso en el ojo.