Hace muchos años en la Morada de los vientos existió un rey y una reina, los cuáles tenían dos hijos, mellizos. Uno era un joven alegre, el cual no heredaría el trono y tampoco quererlo. Tenía una vida muy feliz, a pesar de las obligaciones no se esperaba mucho de él, pero de igual forma siempre sorprendía a los demás. Con menos de 10 años podía volar, eso era muy impresionante, a los 150 años había logrado obtener una de sus primeras habilidades. A sus padres les daba mucho orgullo, porque mientras menos le pedían más hacía.
En el reino lo amaban muchos, siempre intentaba ayudar a los demás, quería ayudar a los suyos, era demasiado humilde, era feliz con lo que era, un príncipe que nunca heredaría el trono, que se veía liberado de esa pesada carga.
Su hermano mayor era alguien serio, el cual no mostraba mucho sus sentimientos, era inteligente y por sobre todo se interesaba en el bien del reino. Aunque muchos estuvieran en su contra él estaba completamente calificado para ser el gobernante. Los impuestos eran mayores para la aristocracia y menores para el pueblo, muchos felicitaron a los padres del rey y del príncipe, habían hecho un gran trabajo criando a los soberanos.
Todo iba bien hasta que estalló una guerra, aunque claro, esa es una historia para otra ocasión.
En este caso podríamos hablar de unos de los momentos que más problemas trajo, en esa época de tensión entre el infierno y la morada de los vientos. Gabriel, el príncipe, contaba con 500 años, se sentaba junto a su madre, mientras que ellos recibían a una figura muy poderosa del inframundo. No le prestó mucha atención, puesto que sus ojos estaban clavados en una demonio, tendría unos 400 años, más o menos. Se encontraba a la derecha del lord, parecía sumida en sus pensamientos.
Se escuchó una trompeta, recibían a la familia real del Infierno, las hijas, hermana mayor y menor, entraron junto con sus padres. El lord los saludó, de forma cordial. Los maestros de los cuatro niños les encomendaron a sus padres ir a jugar al jardín. Ambos aceptaron, se sorprendieron que la niña no haya sido invitada.
—Espera, yo quiero que ella venga —la chica levantó la mirada, por primera vez posaba su mirada en el joven, quien sonrió y se sonrojó. Su mirada era hermosa, tenía unos ojos verdes, brillosos y dulces. Sus alas eran color blanco, parecía ser lo que llamaban "demonio inocente" la forma infantil de los demonios. Por lo que sabía los únicos que no adquirían su forma infantil era la realeza o la aristocracia, claro, a menos que sea forzada.
—Me parece justo, ve a jugar con ellos Lilim, luego vendrás a trabajar conmigo —en ese momento se percató que el lord tenía los mismos ojos solo que le causaban escalofríos.
La niña tomó su vestido color gris e hizo una reverencia ante el lord y sus majestades. Luego los acompañó al resto. Gabriel la tomó de la mano, en un gesto inocente y haciendo un esfuerzo para que ella lo siga mirando.
Andras la miró un poco molesta, no le gustaba la forma de actuar del otro ángel, iba demasiado feliz, casi daban saltitos. La hacía sentir muy fastidiosa. Miró a la niña de reojo, había algo en ella que no le gustaba en lo absoluto.
Quizas, lo peor era que esa marca en su pierna no indicaba algo muy bueno, era demasiado peligrosa y fuerte.
—Gracias por invitarme —dijo con una sonrisa y una voz muy tierna.
—Niños, quédense cerca e intenten no ensuciarse mucho —avisó uno de los maestros, los cinco asintieron, el hombre se fue y se quedaron solos, mirándose, los otros tres no estaban muy seguros de como hablarle a la niña.
—Juguemos a algo —propuso la mayor de las dos princesas con una sonrisa— ataques visuales.
—No sé cómo jugar eso —dijo Lilim encogiéndose sobre sus hombros algo avergonzada, Gabriel puso su mano sobre sus hombros, le sonrió.
—Tranquila, te explicaré, tenes que con la habilidad que tengas intentar hacerlo lo más hermoso que puedas.
—Intenta —la animó Samael, el primer príncipe, la joven le parecía misteriosa y le intrigaba.
Ella asintió algo avergonzada, cerró sus ojos e hizo aparecer una pequeña flama, era bastante chica, así que aplaudieron. Pero ella no se quedó ahí, esa cosa empezaba a tener algo de forma, unos ojitos salieron de ella. ¡¿Estaba viva?!
—No puede ser... —dijo Astartea— eso es increíble, solamente... me quedé sin palabras la —chica se sonrojó, dejó que la flama de forma torpe se bajara de su mano, para luego pegarse a su pierna y con sus pequeñas extremidades abrazarla.
—Es cierto que los demonios inocentes pueden crear vida, pero nunca me esperé esto, es bastante impresionante —comentó Samael.
Se pusieron a jugar entre ellos, haciendo todo tipo de trucos, intentando ser los mejores, Lilim se quedó mirando mientras jugaba con su pequeña flama de fuego, se levantó y se alejó en busca de alguna madera para alimentar a su creación.
Gabriel la vio y a siguió, a pesar de la mirada molesta de Andras, no le importó en lo absoluto. Estaba encantado con esa chica, su hermano solo lo dejó estar, no podía ser malo que él tuviera amigas.