El rugido del público era una pulsación constante bajo el suelo del backstage del estadio. Sonoo estaba sentado en el camerino, atándose las botas con movimientos mecánicos, mientras los demás miembros del grupo, Minho y Jae, discutían el setlist.
Su vida era una coreografía interminable, ensayada hasta la extenuación. Él sabía que su teléfono estaba inundado de mensajes privados de fans. Era una oleada constante.
Por contrato y para su propia protección contra el sasaeng, tenían prohibido responder chats privados; solo podían comentar publicaciones públicas. A veces, en los momentos muertos, deslizaba la pantalla y leía unos cuantos. La mayoría eran súplicas de amor o peticiones.
Sonoo llevaba un par de semanas leyendo los mensajes de una fan apodada "SJ22". Abrió el chat.
Ella no era la típica fan que se deshacía en elogios ni le pedía matrimonio. Ella enviaba mensajes random, cotidianos, contando una vida normal. A veces eran fotos de la gata de su abuela, de comidas que se veían mal o de cosas que le parecían graciosas. Él, incluso, pensó que era extraña y un poco loca, pero con el pasar de las semanas, le había comenzado a agradar por lo que decidió activar las notificaciones cada vez que ella enviara un mensaje. Sus mensajes eran un pequeño escape: lo hacían reír y lo hacían sentir normal dentro de ese mundo lleno de fama.
Hoy, el tono era de una queja hilarante sobre el transporte público.
Mensaje de Fan SJ22, 5:30 PM:
¡No vas a creerlo! El autobús de hoy se convirtió en una ópera. Una señora estaba hablando a gritos con su hija por teléfono sobre una telenovela, y un tipo se puso a discutir sobre el precio del aguacate. Creo que mi oído interno ahora está permanentemente dañado. Estoy a punto de escribir una carta al gobierno exigiendo que pongan zonas de silencio en el transporte.
Te lo cuento a ti, porque eres el único que no va a juzgar mi manía de querer la paz mundial. O sea, el único que no va a contestar, adiós.
Sonoo rió por lo bajo. Era una risa honesta que rara vez mostraba. No pudo evitarlo. Se giró hacia sus compañeros.
—Oigan —comentó Sonoo, con la voz baja—, hay una chica en los mensajes. Es nueva, solo lleva unas semanas, pero... me mata de risa, esta totalmente loca. Hoy se quejó de una guerra por un aguacate en un autobús...
Minho, el más sarcástico, lo interrumpió:
—Una fan con sentido del humor. ¿Y qué te dijo? ¿Sonoo, Merry me?
Jae, soltó una carcajada burlesca.
—Claro que no, ella no me pide nada, solo me gusta leer sus mensajes —insistió Sonoo. — Es solo... un desahogo... Es el único contacto que se siente completamente real en este circo.
Jake, el jefe de staff, entró en ese momento. —Chicos, salen en dos minutos y Sonoo...
—su voz se hizo grave y profesional—. Vi tu teléfono. Ni se te ocurra responder, recuerda la cláusula de Interacción con los Fans es por tu protección, ¿entendido?
—Entendido, Jake. — Respondió Sonoo molesto. Mientras los demás salían, Sonoo se quedó un instante más.
Rápidamente, tecleó la respuesta que ardía en su pecho:
Mensaje en Borrador:
“Deberías escribir la carta, la firmaría por ti. Y por cierto, odio el aguacate.”
Lo leyó, sintiendo una extraña sensación, y luego, con un suspiro que sonó a rendición, seleccionó el texto y apretó “Eliminar”. Guardó el teléfono y caminó hacia la luz cegadora.
El concierto fue un torbellino. Adrenalina, luces estroboscópicas y el sonido atronador de miles de personas. Dos horas de ser la máquina perfecta. Dos horas de ser el Sonoo que no necesitaba hablar, solo actuar. Terminó el último acorde, las luces se apagaron y el silencio artificial del backstage regresó.
El viaje a su apartamento fue un borrón, solo cuando la puerta de su piso se cerró y pudo sentir el silencio de las paredes, Sonoo se permitió tomar el teléfono. Lo deslizó sobre la mesa, intentando ignorarlo, pero entonces, el dispositivo emitió una alerta silenciosa. Un mensaje directo.
Era ella. Lo abrió esperando encontrar alguna de sus locuras.
Mensaje de Fan SJ22, 11:45 PM:
¡Lo hiciste genial! La energía fue increíble. Me olvidé de todos los aguacates y las telenovelas por dos horas. Fue el mejor descanso que tuve en toda la semana. ¡Gracias! Adjunto una foto de recuerdo para que veas mi lugar favorito, la tomo mi amiga Hanna, no es muy buena fotógrafa pero ella adora la banda tanto como yo. ¡Bye!
Sonoo hizo clic en la foto adjunta. No era una foto del escenario, sino de ella, la chica que tanto lo hacía reír con sus historias raras y cómicas. El fondo estaba borroso por las luces, pero su rostro no. Ahí estaba la persona detrás de las palabras.
Sonoo sintió una curiosidad que iba más allá del mero entretenimiento. Cuando Sonoo hizo zoom en la foto, miró sus ojos. Había brillo, sí. Pero también una especie de cansancio suave, el tipo de cansancio que él conocía demasiado bien: el de una persona que lucha mucho más de lo que dice.
Sonoo sintió un tirón extraño en el estómago. Ya no era solo la diversión de sus mensajes. Se sorprendió pensando:
—Debe tener una vida difícil…pero igual se ríe todos los días. ¿Cómo lo hace?
Cerró la imagen, volvió a abrirla y ahí entendió que ya estaba perdido. No se lo esperaba, su corazón latió con una fuerza que no sentía en el escenario.
Llevó el pulgar a la pantalla, sintiendo la necesidad de romper el silencio, quería decirle lo divertida que era y que su día no fue tan agotador gracias a sus mensajes.
Mensaje en Borrador:
“Tú también eres increíble. No tienes idea de cuánto leo tus mensajes. ¿Dónde estabas sentada?
El miedo a la cláusula y al escándalo era un muro. Si respondía, arriesgaba todo. Se obligó a cerrar la aplicación.
Pero esta vez, algo había cambiado. Sonoo había visto su rostro, y por primera vez, sintió que ya no le bastaba leerla. Quería la oportunidad de verla.