El Diezauno

CAPITULO VEINTE

Tachi esperaba a que Hannah saliera de la cápsula de control. Cuando lo hizo, ambos se dieron un fuerte abrazo.

—¿Qué tal, Hannah?

—Bien… pero no tan bien.

—¿Por qué?

—Siento una necesidad imperiosa de hacer algo malo con mi vida.

Tachi se separó y le preguntó qué quería decir. Ella respondió que no importaba, que solo había una cosa que realmente importaba: si la quería.

Él dijo que sí.

También le preguntó, extrañamente, si jamás la abandonaría. Tachi respondió que nunca, que estarían juntos por siempre, así que no temiera.

—¿De verdad nunca me vas a dejar?

—Así es.

—No. Quiero que lo digas.

—Nunca te voy a dejar. Créeme, nunca te voy a dejar. Eres todo lo que tengo.

Y se volvieron a abrazar.

—Una pregunta, Tachi. ¿Dónde has estado?

—Con el doctor Max. Quería quitarse la vida y se lo impedí… pero no sé qué pasará mañana.

—¿Qué quieres decir? —preguntó ella, separándose.

—Que muy probablemente mañana lo intente de nuevo. O al menos eso me dio a entender: que no viviría más —dije.

—Ya veo… ¡Ah, mi cabeza! —exclamó Hannah llevándose la mano a la sien.

—¿Qué te pasa?

—Me duele. Y escucho una voz… ¿tú la oyes?

—No, no oigo nada. ¿Qué te dice?

—Nada —respondió para no preocuparme—. Pero tengo unas ganas exacerbadas de…

—¿De qué, Hannah? Responde.

—…de lesionarme.

—¿Y eso a qué se debe?

—No lo sé, pero es estresante. Siento que hay alguien más dentro de mí. “Mi otro yo”, voy a llamarlo. Y ese otro yo me pide que me quite de en medio.

—¿Cómo que te quites de en medio?

—Quitarme de en medio, Tachi. ¿No lo entiendes?

—No lo entiendo, nunca he oído esa frase.

—Hablo de quitarme la vida.

—¿Qué? ¡No escuches a esa voz! ¡No es buena!

—Lo sé, pero no puedo escapar de ella… está en mi cabeza.

—Bueno, vayámonos a cambiar. Nuestro día ha terminado.

Comenzaron a caminar, pero Hannah se detuvo de pronto, llevándose la mano al pecho.

—Es como si sintiera multiplicado por el infinito. ¿De verdad nunca me dejarás? Porque ahora mismo tengo ganas de gritar.

—¿Y por qué gritar?

—No sé. Solo siento que quiero hacerlo.

—Ya veo. Pues aquí no grites, no vayan a pensar que estamos mal de la cabeza.

—Es que la voz dice que debemos regar con la sangre de los fúleg el Árbol, y que así volverá a florecer.

—¿Pero cómo lo sabes? No podemos saberlo.

—Ya, pero es una posibilidad —dijo ella.

Tachi miró a la unidad uno y respondió:

—¿Estás segura?

—Es una posibilidad.

Pero si destruimos una de las unidades, una de las ramas caerá… pero la raza humana volverá a nacer. Y no será necesario crear un impacto.

[Si no os arriesgáis, no lo sabréis.]

—¿Quién ha dicho eso? —preguntó Tachi.

—¿Qué te ocurre? ¿Por qué dices eso? —cuestionó Hannah.

—Una voz. He oído una voz decir que “si no nos arriesgamos, no lo sabremos”.

—¿Y qué opinas?

—No sé… esto es nuevo.

—Ya veo. ¿Nos vamos? —preguntó Hannah.

—Sí, vayamos —dije.

Entonces las alarmas comenzaron a sonar de nuevo. Nos miramos, sorprendidos.

"Hemos detectado un adel apareciendo dentro del recinto de El Retiro. Solicitamos a los pilotos de las unidades uno y dos que suban a los fúleg."

Hannah y yo nos cruzamos la mirada.

—¡Vamos, Hannah! Prepárate.

—Sí.

Crucé el puente corriendo para subir a la cápsula de control. Cuando llegué, monté y la cerré. Presioné el botón para que el brazo hidráulico me introdujera en la cabeza de la unidad. Ya dentro, activé la entrada de sangre, encendí el ordenador e informé que estaba preparado.

—¿Qué tal te encuentras, Hannah?

—Así, así… pero bien.

—Con eso me basta.

El puente del lado izquierdo comenzó a abrirse. Cuando estuvo completamente abierto, las unidades uno y dos comenzaron a moverse lentamente hacia la izquierda. Al salir del hangar —primero la unidad dos, luego la uno—, se lanzaron a gran velocidad por el túnel. Los asientos vibraban con la fuerza del desplazamiento.

En cierto tramo comenzaron a frenarse: estaban preparando las unidades para el ascenso. Cuando se sincronizaron, empezaron a elevarse.




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