El Dilema Del Erizo

capitulo 2 : El quiebre del alma

Capítulo 2: El quiebre del alma

Si bien algunos individuos, dentro de la idea de enardecer la figura humana, son fundamentales para este proceso, otros representan la contraparte del ser utópico. Estos no solo luchan contra el flujo del tiempo, haciendo girar las agujas del reloj en sentido contrario, sino que caen en la traición a su propia especie, deshumanizando el cuadro de ese mapa biosociológico que constituye nuestra realidad. Este mapa, tejido entre tiempo y espacio, existe en una dualidad constante. En la sociedad, estos individuos son como agujeros negros, capaces de absorber la luz de las estrellas más colosales. Su fuerza de atracción es tan grande que destruyen a los seres cósmicos más débiles, arrancándolos de sus órbitas.

Lejos de la figura de estos soles que crean vida, aquellos que traicionan su esencia humana están condenados a quebrar su alma. Estos seres caen en los estratos más oscuros del alma misma, representando conceptos como el abuso, la violencia, la traición y las bajezas más oscuras cometidas contra otros. La decisión de basar su existencia en el mal, tanto hacia sus semejantes como hacia los extraños, los convierte en ejemplos extremos de la dualidad humana.

Estos extremos de la naturaleza humana guardan una similitud con el sistema del universo, que, en su vastedad, parece encontrar equilibrio en la existencia de ambos extremos, pasando a través de intervalos de ambos. Este equilibrio parece ser el principio subyacente que regula el estado del todo. Inclusive, en los grabados y pinturas de diversas religiones y creencias, siempre se han representado estos extremos. Un símbolo de este concepto es el Árbol de la Vida, que aparece en muchas culturas con un fuerte simbolismo espiritual y religioso. En la parte superior de este árbol, se representa una serpiente cerca del fruto, símbolo que se utiliza para describir el mal y la contaminación del alma, llevando al quiebre del ciclo contenido en ella. El quiebre del alma de un individuo representa el fracaso mismo de su humanidad, dejando inconcluso el propósito espiritual de cientos de vidas. Este quiebre no debe tomarse a la ligera.

Dentro de un cuerpo de reacciones químicas a nivel celular, estamos constantemente cambiando y evolucionando. Lo mismo ocurre con el cerebro y sus ideas. Si estas ideas constituyen el sendero del bien, lograrán evolucionar. Aunque el cerebro, como concepto, representa la lógica y el conocimiento empírico, asociado al escepticismo de los temas espirituales y religiosos, esta conciencia de impulsos eléctricos es lo más cercano al concepto de "alma", tal como lo plantean las religiones y creencias espirituales. Ya sea como una conciencia de impulsos eléctricos o como la parte más espiritual, el alma debe ser cultivada con amor y respeto desde una edad temprana para evitar su quiebre. Un buen molde reducirá los riesgos, pero factores como trastornos psicológicos y el entorno sociocultural pueden influir en su desarrollo.

Muchos de estos individuos de alma quebrada suelen buscar la espiritualidad de manera de arrepentimiento, casi como una extremaunción a sus vidas de transgresión contra su propia especie y sociedad. El alma de quien se rompe por voluntad propia no puede ser reparada, al menos no de la misma manera que aquellas que son devastadas o destruidas por factores externos. En este mundo de almas malditas, abundan criminales, asesinos y manipuladores que afectan negativamente a quienes los rodean. Ideales como los de Maquiavelo o los villanos de culto no son más que ejemplos de personas enardecidas que, a pesar de sus actos destructivos, son amados por aquellos que aún no han sido iluminados por el conocimiento de que son los logros humanos los que nos dan trascendencia como especie.

Estos seres rotos y resentidos, charlan sobre cómo la especie humana es nefasta. Solo la comprensión del potencial del otro puede hacernos conscientes de esto. Estos individuos viven pensando en cómo explotar los puntos débiles de los demás, sacando provecho de sus conocimientos o posiciones para humillar o aventajar a sus semejantes, intentando alcanzar una superioridad moral.

¿Somos, entonces, una especie perdida? No, pero las almas quebradas sí lo están. Es necesario, en este punto, hacer una distinción entre aquellos que buscan la religión y aquellos que buscan la espiritualidad. La primera está llena de individuos con almas quebradas que intentan sanar sus heridas terrenales. La segunda, en cambio, busca algo más allá de lo terrenal, como un hombre que busca el sentido del saber y comienza su ciclo por los encantos terrenales.

Así mismo, el ser de alma rota no solo rompe su vínculo espiritual, sino que también abandona el sentido de ser humano. Volver a confiar en la grandeza de la humanidad se vuelve difícil cuando te encuentras con seres de alma quebrada. De primera mano, se siente la podredumbre y la bajeza más nefasta del ser humano. Basta con echar un vistazo a los últimos trescientos años de historia para encontrar ejemplos de esta bajeza, cruzando incluso la grotesca línea para ser considerados crímenes contra la humanidad.

En este modo de espectador, las ideas quedan atrapadas en esa cuarta dimensión que construimos con nuestra psiquis, con filos y puntas que desgarran nuestra alma. La conciencia de que el mundo está lleno de estas bajezas y manipulaciones nos hace sangrar más, especialmente cuando vemos cómo estos seres quebrados y opulentos parecen dominar la atención, pudriendo todo a su alrededor o simplemente existiendo en el conocimiento de su presencia.

En este contexto, se hace difícil volver a tomar el otro extremo, el de la grandeza humana. Pero, como ambos extremos parecen necesitarse, pensamos que no hay nada más sobrecogedor que un ser humano que, habiendo estado bajo el yugo de lo más asqueroso del mundo, elige sanar sus heridas y caminar por un buen sendero. Tal vez nadie registre su historia, por lo que no ascenderá al mundo de las ideas, pero ha logrado otro nivel de trascendencia personal y evolutiva. Tras sanar sus heridas físicas y emocionales, renovando las células de su cuerpo y cerebro, ha dado un paso evolutivo, biológico y espiritual.




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