El Diluvio

La inundación

Luego de conocerse en la Universidad, y terminar sus carreras Marian, sin familia, se casó con Tomás, quien solo tenía a su padre, quien antes que su primer nieto naciera murió, no les importaba no tener familiares, se amaban de verdad.

Varios años después la pareja tuvo dos hijos, Sofía que en ese momento tenía 10, y Alberto de 12 años. Un día de invierno el matrimonio salió atrasado de su casa, ya que la lluvia de la noche anterior, que empezó suave, se había vuelto cada vez más fuerte.

— ¿Crees que estarán bien quedándose solos? — preguntó la madre angustiada.

— Ya son grandes, no te preocupes, por un poco de agua no pasará nada.

Pero a media tarde debieron volver de sus trabajos, se había declarado una inundación en muchos sectores, antes que entrará el agua a su casa, subieron lo indispensable al auto y se fueron a un refugio, el lugar era muy grande, pero ya estaba casi llenó en su totalidad con la gente de la ciudad.

— Hay mucha gente mamá ¿Estaremos bien? — preguntó temerosa la niña.

— Sí mi amor, todo irá bien.

— Hoy tenía que ir al cumpleaños de Martín — dijo molesto el niño.

— Tal vez lo encuentres y puedan hacer algo acá — sugirió el padre.

— Con tantos desconocidos... que fastidio.

Mientras sus padres se acomodaban, Alberto se fue a ver si encontraba al festejado, ya que el celular no tenía señal allí, en un rincón alejado vio al padre de su amigo con un grupo de personas, así que lo siguió para preguntarle por su hijo.

— ¡Qué extraño! ¿Qué lugar es este? — entró en unos túneles donde apenas había algo de luz en unas ampolletas medio quemadas.

El niño caminó en la penumbra, cuando empezó a preocuparse que se había perdido, a lo lejos el rumor de unas voces le sirvieron de guía, parecía que había caminado horas cuando por fin llegó a una escalera que daba arriba de una habitación inmensa donde había muchas personas monitoreando controles, pantallas, sensores, en ese lugar el padre de su amigo parecía ser el Jefe de todos, por alguna razón tuvo miedo, por eso quiso volver con sus padres, se internó de nuevo en el túnel oscuro, el único punto de referencia que tenía era el lugar que acababa de dejar.

"Debe ser la hora de la cena, y mi familia estará preocupada, no me queda otra opción, no sé porque me dan mala espina quienes están allí".

Volvió a la habitación, pero ahora por la parte de abajo, un hombre lo tomó del brazo y lo llevó con quien mandaba allí

— Sr. Vargas, no sé cómo volver con mis padres — dijo miedoso el niño.

— ¿Cómo llegaste aquí? — la mirada del adulto era fría.

— Lo vi entrar y lo seguí ¿Ocurre algo malo?

— No debiste venir, no me queda más que...

En eso llegó el resto de la familia del jovencito.

— Viste mamá, te dije que lo había visto entrar en estos túneles — dijo la niña abrazada a la mujer, asustada.

— ¿Qué le hacen a mi hijo? — el padre les quitó al pequeño y lo puso atrás de él, junto a su esposa y su hija.

— Lamento todo esto, me caían bien — explicó el líder del lugar a sus hombres — llévenselos, ya saben qué hacer.

Trataron de tomarlos, pero los padres lograron huir a los corredores con sus hijos, llegaron a un pequeño cuarto y se escondieron.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué nos siguen de esa manera? — susurró la madre.

— No lo sé... — le respondió de la misma manera el hombre.

Se quedaron hasta que el hambre y la sed los obligaron a salir.

— ¿Por dónde vamos? Todo se ve igual — Marian trataba de encontrar algún punto de referencia.

Caminaron horas, solo encontraron puertas, algunas lograron abrirlas, eran lugares donde había controles, mecanismos, y monitores en que se veían los del refugio, sectores de la ciudad y el espacio. En otras había dispositivos tan extraños que ni siquiera se atrevieron a tocarlos. Por fin tuvieron suerte y en uno encontraron algo de comida y agua.

Al otro día.

— Si salimos podemos volver a perdernos. Acá estamos bien, no salgamos — sugirió la madre.

— Pero si nos quedamos pueden encontrarnos.

Al final decidieron salir a buscar la salida. Cuando sentían ruidos, se escondían en la oscuridad de los rincones, ya era de nuevo la noche según sus cálculos, así que buscaron donde dormir. Forzaron una entrada, había comida, pero también muchas partes de robot, cuando los niños durmieron, los padres aprovecharon de conversar.

— ¿Qué está pasando? Vargas estaba dispuesto a matarnos — preguntó confundido Tomás.

— ¿Qué tan grave pudo hacer Alberto o nosotros?

— ¿Ver algo que no quiere que se sepa? ¿Pero qué?

— ¿Qué estará haciendo esa gente, mirando cámaras y apretando controles?

— Tal vez esté en el negocio de drogas... ¿Y si guardaban todo en este refugio pensando que no se usaría nunca?

— Tal vez roba tecnología de la empresa donde trabajamos para crear antes un prototipo, ya estamos a punto de crear un androide con inteligencia artificial — meditó Marian.

— Pero debería saber que en algún momento algo podría ocurrir, y los refugios se usarían.

— Todo es tan extraño.

— Debemos encontrar como salir. Mejor descansemos también nosotros.

Se acomodaron dejando en medio a sus hijos.

Al otro día siguieron dando vuelta en círculo, volvieron cerca de la habitación donde estaba Vargas.

— Iré a ver si todo sigue igual, quédense — ordenó el padre.

— Te acompaño — se ofreció Marian.

— No, quédate con los niños, no demoró.

Abrió suavemente la puerta, y acostado se puso en el borde para ver qué pasaba, estaba Vargas con varios conversando, de repente uno cayó fulminado, los que estaban a su lado lo tomaron, y lo dejaron en un costado como si fuera basura, y otro tomó su lugar. Los demás siguieron en lo suyo, sin prestar mayor atención a lo ocurrido, recién Tomás cayó en cuenta que en ese sector había otras personas más, todas muertas... pero ¿Por qué no los sacaban del lugar? Que tan importante estaba pasando que no podían perder ni un minuto.



#3495 en Ciencia ficción

En el texto hay: misterio, miedo, espacio

Editado: 23.04.2020

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