Los Sant eran conocidos en todo el condado a pesar de ser una modesta familia. El señor y la señora Sant amaban a sus hijos más que a nada, bueno, más que a nada no, porque tal y como se encargaban de proclamar a todo el que deseaba escucharlos, el amor conyugal era lo primero. Por lo tanto, después del amor que se profesaban mutuamente, estaba el amor por sus maravillosos cinco hijos.
El señor Sant no contaba con una gran fortuna, pero no obstante, había sabido jugar sus cartas lo suficientemente bien como para lograr una buena dote para cada una de sus hijas y dejar al mismo tiempo un buen legado a su único hijo varón.
El matrimonio había decidido bautizar a cada uno de sus hijos con un nombre peculiar, que curiosamente había predicho las virtudes o defectos que cada uno de sus retoños tendría.
El joven matrimonio se había casado por amor, y poco después de contraer nupcias, habían sido bendecidos con su primogénita, Gloria, cuyo significado latino quiere decir fama y reputación. Dos años más tarde llegó al mundo Beorn, el guerrero. Dos años después, nació Camille, que sería, tal y como su nombre indicaba, libre y noble. Siguiendo con la tradición, poco antes de que la tercera Sant cumpliera los dos años, la familia pasó a contar con un nuevo miembro, hija que recibió el nombre de Aroha, cuyo amplio significado abarcaba desde el amor, la misericordia y la piedad, hasta la compasión. Fueron pasando los años y poco después de que Aroha cumpliera los 8 años de vida, la pequeña Zuzanny llegaba al mundo, tan pura e inocente como su nombre indicaba.