El Disfraz De La Realidad

II

Volví a mirarme en el espejo,  ¿¡por qué me habría tocado a mí este horroroso tono de piel?! Camille y Aroha eran blancas, de cabellos caoba y con ondas perfectas, mientras que yo… yo tenía que tener la piel aceitunada como mi abuelo paterno, el pelo tan negro como el carbón y totalmente liso. Resople sin poder evitarlo, muchas veces había intentado cubrir mi tono bronceado con polvos de arroz, pero el resultado había sido horrible. De verdad que yo hacía todo lo que estaba en mis manos para no broncearme más, no estaba al sol nunca, cuidaba mi piel y la cubría con toda clase de productos blanqueantes, no obstante, nada surtía efecto. Definitivamente no poseía una belleza muy convencional. Dos toques en la puerta me hicieron salir de mi misma.

-Adelante…- Mi prima Luz apareció por la puerta. Ella sí era toda una belleza, de ojos azules, piel clara y cabellos rubios. Definitivamente sería la sensación de la temporada, que mala suerte había tenido al ser presentada el mismo día que ella. No solo hacia mi debut con 19 años, es decir un año después de lo habitual, sino que encima compartía escenario con mi prima, según el periódico, la jovencita más deseada de la temporada.

-Buenos días querida…- dijo saludándome cortésmente.- Tienes todo listo o necesitas que te ayude con algo.- Encima era buena persona… si es que lo tenía todo.

-No, no te preocupes ahora enviaré al señor Terry para que baje mi equipaje.

Ambas salimos de la habitación y nos dirigimos al salón en el que mis tíos y mis padres conversaban animadamente. Mis tíos habían adquirido el rol de mis padrinos, y costearían todos los gastos de mi presentación. Yo sabía que el hecho de no presentarme con mis padres ya supondría un rumor en sí mismo, pero si me hubieran presentado junto a ellos las habladurías se habrían multiplicado. Y por ese motivo, daba gracias a Dios, la verdad es que suficientes cosas podrían hacer que mi presentación fuera un desastre,  por lo que no tener que encargarme del comportamiento de mis padres era un gran peso que me quitaba de encima.

Continué mirando por la ventanilla y no respiré tranquila hasta que mi casa no fue más que un pequeño punto en el horizonte, por fin había llegado mi momento de disfrutar. La temporada comenzaría en unas semanas, y yo sabía que mi tía había planeado todos y cada uno de los días.

La noche de antes de mi presentación en sociedad mi abuela paterna vino a cenar con nosotros.

-Buenas noches hija mía- dijo acercándose a mi tía y depositando un beso en su mejilla. – Pero que bella está tu hija.- canturreó mirando a mi prima.- Y tú…- dijo desviando su vista hacia mí.- Ponte recta muchacha o parecerá que eres jorobada.

Y aquellas fueron las palabras más amables que me dirigió en toda la velada, daba igual lo que yo hiciera, mi prima siempre era mejor y más perfecta. Yo sabía que no debía tomar lo que mi abuela decía enserio, pero muchas veces las palabras me dolían. Mi abuela continuaba sintiendo un profundo rencor hacia mi madre, porque a pesar de que mi padre era el sexto hijo varón de un Conde, por lo que no heredaría ningún título, ella consideraba que era demasiado para la hija de un simple barón.

Malhumorada y dolida me dirigí a mi habitación. Tenía que descansar si deseaba causar una buena impresión en la velada del día siguiente. No obstante, mi cuerpo no conseguía relajarse, por mi mente circulaban una y otra vez las mil maneras en las que podría arruinar mi presentación. Por ello, después de estar un par de horas dando vueltas en la cama, decidí levantarme y hacer lo único que conseguía abstraerme de la realidad, pintar. No había traído conmigo mis lienzos, ni mis pinceles, pero con un cuaderno y un carboncillo mis manos hacían verdaderos milagros. No es por ser engreída, pero la verdad es que era realmente buena. No obstante, no poseía un trazo perfecto, hecho que  estaba más que justificada puesto que jamás había recibido clases o contado con la ayuda de ningún especialista.

Muy avanzada la noche los parpados comenzaron a pesarme, por lo que deje el cuaderno y el carboncillo en la mesa y cerré los ojos. Unos segundos después, o eso me pareció a mí, escuche unos golpecitos en la puerta y entreabrí los ojos.

-Buenos días señorita Sant.- la doncella que me habían asignado mis tíos entró cautelosamente en la habitación y corrió las cortinas. Debían ser las nueve o las diez de la mañana, pero aun así sentía que no había descansado nada.

Tras arreglarme e intentar cubrir las manchas moradas que habían aparecido bajo mis ojos como consecuencia de la escasez de descanso, baje a desayunar.

-¡Pero niña! – Exclamó mi abuela al verme- ¿qué no sabes que una dama no puede presentarse con esa cara ante la gente? Sube ahora mismo y cubre esas ojeras.-Ordenó.

-Discúlpame abuela.- intenté responder con voz angelical, pero mi voz distaba mucho de serlo.- Mi doncella ya ha obrado un milagro para dejar mi cara así, dudo mucho que se pueda hacer algo más.

-No seas condescendiente. – Dijo dejando de prestarme atención y exigiendo otra tostada.

-Prima …¿no has podido descansa?- preguntó Luz con dulzura, yo negué con la cabeza.- Yo tampoco he pegado ojo en toda la noche, es tan emocionante todo lo que va a acontecer hoy.- Añadió llevándose la taza de té a los labios.

Realmente la naturaleza era cruel, mi prima aseguraba no haber dormido casi, pero en su rostro nada reflejaba que aquello hubiera pasado, mientras que la mía era un libro demasiado abierto.



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En el texto hay: escocia, epoca victoriana, amor

Editado: 22.01.2021

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