El Disfraz De La Realidad

IV

Tres semanas más tarde fuimos invitadas a un baile de máscaras. En un principio mi abuela se mostraba reacia a que participáramos, pero finalmente mi prima y mi tía lograron persuadirla.

El salón estaba decorado con telas brillantes, y plumas, dándole al lugar un aire encantado. Pronto mi prima se perdió entre la multitud y yo hice mi mejor esfuerzo por desaparecer sin que mis tíos lo notasen.

-Bufff…- Aquel bufido salió de mí sin poder evitarlo.

-Siempre me sorprende preciosa.- dijo una voz a mi espalada. Al girarme contemplé a un caballero pelirrojo muy alto, sin duda era el mismo hombre con el que compartí mi primer vals.

-Volvemos a encontrarnos.- dije haciendo una reverencia.

-Creí que no podía hablar conmigo, no hemos sido presentados.- añadió fingiendo contarme un secreto.

-Tiene usted razón, estamos actuando fuera de las normas del decoro.- A él pareció agradarle mi respuesta.

-Soy French MacMin – Dijo haciendo una reverencia.

-¿Escocés? – Él levanto una ceja ante mi impertinencia.- Disculpe, no quería ser maleducada, únicamente me ha sorprendido.

-Me encanta sorprender a las damas mylady. Ahora me haría el enorme placer de decirme su nombre…

-Sant, Gloria Sant.- Dije sin poder dejar de mirarlo a los ojos

-Creo que jamás encontraría un nombre mejor para usted…- Dijo besando mi mano.- Es un placer.- Yo me quedé muda.- Y señorita Sant, ¿qué es lo que me a delatado como escocés?... quizás mi acento, o fue mi pelo rojo…- preguntó diverdito.

-Lo cierto es señor MacMin que fue su apellido.- Respondí intentando ser lo más fina posible.

-Claro, ¿cómo no había caído en mi apellido?- Dijo divertido.

-Se encuentra usted muy lejos de su hogar, supongo que los echará de menos.- Tenía mucha curiosidad porque me contara como eran aquellas tierras que todos describían como salvajes, pero sabía que no era correcto preguntar.

-No le mentiré, solamente recuerdo lo mucho que adoro mi hogar cuando vuelvo a él, hay demasiadas distracciones aquí como para mantener mi mente ocupada… ¿no opina igual?- Yo me sonroje, porque por su manera de decirlo insinuaba que yo era una de esas distracciones.

-Si no le importa, me encantaría seguir escuchando cosas sobre su hogar.- dije realmente interesada.

-Quizás en otra ocasión… ahora si me concede el honor de bailar con usted…- dijo tendiéndome su mano.

-Será un placer Señor MacMin.

Aquel día descubrí que adoraba los bailes de máscaras, puesto que de otra manera no podría haber compartido con el Señor MacMin ¡tres bailes seguidos! Sabía que estábamos rompiendo algunas normas del decoro, pero en ese momento todo me dio igual, no pensaba desaprovechar la que sabía sería mi única oportunidad de disfrutar un baile. Cuando las últimas notas anunciaron el final de la canción, yo estaba algo acalorada, por ello cuando el señor MacMin se despidió de mí repitiendo en dos ocasiones las ganas que tenía de repetir nuestro encuentro, no dude en salir a uno de los balcones a tomar el aire.

Caminaba tan metida en mis pensamientos que no me percaté de que un caballero entraba al salón en el preciso instante en el que yo pretendía salir de él.

-Disculpe…- dije alzando la vista.

-No se preocupe.- respondió sin girarse.

Salí al balcón sin dejar que el tropiezo con aquel extraño enturbiara mi alegría, pero las sorpresas no habían terminado aquella noche.

-¿Luz?-dije al percatarme de que no estaba sola en el balcón.- ¿Qué haces aquí afuera tu sola?

-Podría preguntarte lo mismo.- dijo en un tono poco frecuente en ella.

-¿Estás bien? Pareces algo turbada, y he visto a un hombre salir del balcón.- Mis palabras parecieron ponerla muy nerviosa.

-No sé qué estás insinuando.- Definitivamente aquella no era mi prima ¿qué le pasaba?

-Nada.- dije alzando mis manos.- Solo quería saber si estabas bien.

-Mejor preocúpate de ti, porque no creo que mis padres vayan a costearte dos temporadas sociales.

Aquellas crueles palabras arruinaron mi preciosa noche, qué le había sucedido a mi prima para llegar a ese punto. De normal se mostraba dulce y buena, es cierto que intentaba mostrarse perfecta siempre y yo era consciente que debido a ello en algún momento explotaría, pero no encontraba cuál podía haber sido el detonante.

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Los días y las fiestas continuaron sucediéndose y la actitud de mi prima hacia mí parecía haberse enfriado, se comportaba de manera educada conmigo pero nada cercana. La verdad, nunca habíamos llegado a ser amigas, las dos seguíamos el protocolo y nos tratábamos con respeto, pero poco más. Para mi suerte pronto mi mente fue ocupada por asuntos más alegres. Mis encuentros con el señor MacMin se fueron sucediendo, algunos eran casuales, como encontrarnos en una librería, dando un paseo por el parque o en la ópera, pero poco a poco estos pasaron a ser deliberados.

Por lo que el señor MacMin me había contado, él era el hijo de un Laird muy poderoso, cuyas tierras a pesar de colindar con las inglesas, al estar situadas en una alta montaña parecían estar en otro mundo. Yo dibujaba aquellos lugares que él me describía, y soñaba con poder ir a visitarlos algún día.



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En el texto hay: escocia, epoca victoriana, amor

Editado: 22.01.2021

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