El Disfraz De La Realidad

VIII

Pasé los siguientes días merodeando por el castillo. La verdad es que era difícil aburrirse en ese lugar, por lo menos al principio, cuando todo me resultaba intrigante e interesante. Cada día era una nueva aventura. Yo me perdía por los interminables pasillos y poco a poco fui construyendo un mapa mental de aquel encantador lugar.

Al quinto día, el Laird exigió mi presencia en el salón principal, y ahí me encontraba yo desde hace unos minutos, ante el imponente señor MacMin y su aterrador silencio.

Solo había visto a ese hombre un par de veces, pero estaba segura de que tendría que acostumbrarme a aquellos incómodos silencios acompañados por su espeluznante escrutinio. Carraspeé para intentar llamar su atención y que me dijera cuál era el motivo del revuelo por las palabras escritas en una horrenda piedra. Tenía la impresión de que aquel era un clan de locos, pero por mucho que me tentara el irme, estar aquí era mi mejor opción.

  Sorprendiéndome a mí misma, decidí no esperar a que él se dignara a hablarme. Sino que me armé de valor y con voz firme fui yo la que rompió el silencio.

-Mire señor MacMin, sé que soy su “invitada”- Comencé utilizando las mismas palabras que él me había dicho.- Pero aunque usted no lo crea, mi tiempo es valioso, y la verdad, no me apetece malgastarlo contemplando su ser.- Mis palabras parecieron molestarlo, pero aun así solo obtuve de él …¡un gruñido! ¿qué era ese hombre, un perro o qué?- Está bien.- Dije unos minutos después- Estaré paseando por el pueblo, por si le vuelve el don del habla.- Me giré con intención de retirarme, pero su exasperante voz resonó por todo el salón.

-¡Usted no se va a ninguna parte! Parece que no se da cuenta de que está hablando con el Señor del Castillo, ¡Es que acaso no le han enseñado educación!- Sin saberlo el Laird había tocado justo donde más me dolía, y por ello no medité mi respuesta, sino que dejé que esta fluyera por mi boca sin pasar antes por mi cerebro.

-¡Creo que el que debería aprender modales es usted! Jamás diría que es usted hermano de French- La mención de su hermano hizo que frunciera más, si era posible, el ceño.

-Todas sus fulanas opinan lo mismo… hasta que las abandona.- dijo en tono mordaz dibujando una terrorífica sonrisa en su rostro.

-¡Hasta aquí voy a tolerar su insolencia! Estoy acostumbrada a insultos y desplantes, pero ya me he cansado. No toleraré que me falte al respeto, ya sea usted o el mismísimo rey.- Y dicho esto salí apresuradamente de aquel lugar y me dirigí al pueblo.

Durante estos días había intentado pasar por alto la situación que había vivido en la plaza junto a aquella roca y rodeada por algunos aldeanos, pero al volver a ella la verdad me golpeó. Estaba segura de que no había sido mi imaginación. Aquella piedra me había hablado ¡Estaba perdiendo la cabeza! No, eso no podía pasar. Ni siquiera en las historias que me habían contado de niña las piedras hablaban… los árboles, los animales… ¿Pero las piedras? ¡NO!

-Tranquilízate- dije regulando mi respiración- Seguro todo esto tiene una buena y sencilla explicación. Seguro que sí.

-Muchacha.- dijo una anciana al tiempo que me agarraba suavemente del brazo y me hacía volver a la realidad. ¿De dónde había salido aquella mujer?- No dejes que la realidad nuble tu juicio, las cosas son lo que son y no lo que queremos que sean- Ella parecía muy convencida de sus palabras, pero a mí me confundieron más. Eso quería decir que la roca no era más que eso, UNA ROCA. O por el contrario significaba que a pesar de ser una roca lo que había sucedido no era fruto de mi imaginación.- Sé que los interrogantes se acumulan querida, pero cada cosa se revelará a su tiempo.- Añadió antes de que yo pudiera decir algo.- Te recomiendo que vuelvas al castillo, los alrededores no son del todo seguros por las noches, y menos para alguien tan valiosa como tú.

-Está usted confundiéndome.- Dije intentando que aquella señora no se alejara de mí.- ¿Por qué dice que soy valiosa? ¿Quién es usted?

-La Scone te ha escogido, te ha mostrado lo que vendrá, y si tú puedes verlo, formas parte de ese destino. Te aconsejo que no le reveles a nadie lo que en ella veas, o por lo menos no hasta saber si esa persona participa del mismo futuro que tú.- Y dicho esto aquella mujer se internó en el bosque.

-¡Espere!- Exclamé siguiéndola a toda velocidad- ¡Espere por favor! No entiendo nada… - Dije perdiendo la voz .- ¡Señora! – Continué caminando entre los árboles, pero la anciana se había desvanecido.- ¡Buff! – Bufé enfadada y chuté una piedra.- ¡Ah! Exclamé al sentir un agudo dolor en los dedos del pie. –Lo que me faltaba.

-Señora…- me giré y me encontré con un muchacho.- ¿Está usted bien? La oí gritar y pensé que necesitaría ayuda. – Contemple al chico, no tendría más de doce años, pero hablaba con mucha seguridad.

-Sí, no te preocupes, solo me he lastimado un poco el pie.

-¿Quiere que la ayude?... sería un honor poder ayudar a mi señora.- aquellas palabras me sorprendieron todavía más que las pronunciadas por la anciana.

-Creo que me confundes, yo no soy tu señora, soy la señorita Sant.

-En el pueblo todos dicen que usted es la nueva señora y nadie podría inventarse algo así.

-Yo… estoy segura de que no hablan de mí, yo no soy la señora. – Volví a repetir.



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En el texto hay: escocia, epoca victoriana, amor

Editado: 22.01.2021

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