El Disfraz De La Realidad

XV

Habían pasado tres días y el estado de ánimo del Señor del Castillo no hacía más que empeorar. Yo solo podía que reírme cuando entraba refunfuñando al cuarto por las noches y se iba directo a su rincón. La verdad, nunca creí que fuera a obedecerme, pero por primera vez había resultado ser fiel a su palabra.

-Cierre la puerta que no quiero que entre frío.- aquella sería la cuarta noche que no compartíamos cama.- ¿Qué se cree que está haciendo?- dije sin darme la vuelta al sentir que el Laird se metía en la cama.

-Si no me equivoco, voy a dormir con mi esposa.-dijo en tono solemne.

-Señor MacMin sabe que...- mi frase se quedó suspendida en el aire cuando contemplé al que en un primer momento no pude reconocer como mi esposo. Instintivamente llevé una mano a su mejilla. Se había afeitado totalmente y se había recortado el pelo.

-Algo más que reprochar.- preguntó levantando una ceja.

-Creo que me gustabas más con barba.- dije para burlarme de él.

-Me las vas a pagar y con creces- respondió abalanzándose sobre mí y haciéndome cosquillas.

-¡Pare! – Dije casi ahogada por la risa- ¡Po-por favorrr!- El comenzó a reírse también y paró.

-Estás guapo, pero un poquito de barba tampoco estaría mal. Eso sí, por favor no vuelvas al mendigo ermitaño.

-¿Después de ver su reacción? – dijo imitando la cara que yo había puesto al verle- ¡Jamás!

.....

-Señores... -dijo un hombre tras llamar a la puerta del despacho del Laird, que ahora era más bien nuestro despacho.- La familia MacLuc y Macgregor están aquí de nuevo.

-Por Dios- Exclamó el Laird llevándose las manos a cada lado de las sien para masajeársela.- Bufff

-¿Qué le parece si los recibo yo?- dije solemne. Él alzó la vista rápidamente.

-Son dos familias demasiado importantes y cabezotas....- respondió haciendo el amago de levantarse.

-Pues como usted, y que yo sepa le manejo bastante bien.- Mis palabras no le gustaron.- ¡OH vamos! Conozco perfectamente la situación de las dos familias, y creo que tengo la solución perfecta... de verdad.- dije haciendo un puchero.

-Le doy veinte minutos.- dijo volviendo a sentarse.

-¡No se arrepentirá!- grité saliendo del despacho.

Recompuse los hechos en mi cabeza mientras me dirigía al salón. Los MacLuc y los Macgregor eran dos familias poderosas que pertenecían a nuestro clan, pero debido a su fuerte carácter siempre estaban discutiendo, además sus tierras colindaban. Los últimos problemas, que habían ocasionado, habían estado causados por el ganado de uno y la cosecha del otro.

-Buenas tardes señores.- dije con rectitud al entrar en el salón.

-Buenas tardes mi señora.- Respondieron todos algo sorprendidos al verme.- Venimos a ver al Laird.

-Lo sé, pero hoy les atenderé yo. – Viendo que ninguno parecía dispuesto a hablar comencé yo.- ¿Cuál ha sido esta vez el motivo de su disputa?- Ambos señores comenzaron a hablar al mismo tiempo y a insultarse mutuamente.- ¡BASTA!- Mis palabras fueron acatadas al instante.- Si ni siquiera pueden guardar las formas ante su señora ¿qué puedo esperar de ustedes? Parecen unos críos, qué ejemplo le están dando a sus hijos.- Tras unos minutos volví a hablar.- Desde mi punto de vista tienen tres opciones, una construyen una valla que divida sus tierras y será penalizado aquel de ustedes o de sus familias que ponga el pie en la tierra vecina, dos comprometen a sus hijos y unen de esa forma sus tierras y tres abandonan las tierras MacMin y buscan un nuevo lugar para vivir.

-Pero mi señora.- hablo el señor MacLuc.- No puede estar hablando enserio.

-¡Esto es un escándalo!- lo apoyó el señor Macgregor.

-Veo que sí que saben ponerse de acuerdo. Tienen tres días para transmitirme su decisión.- dije levantándome y retirándome del salón. Al salir no pude evitar dejar salir todo el aire que había contenido y sonreí satisfecha de mi trabajo.

-¿Qué ha hecho?- Giré el rostro y me encontré con mi esposo recostado sobre la pared, con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

-He hecho lo que había que hacer.-dije confiada en mis acciones.

-Está loca... así no funcionan las cosas aquí- dijo cogiéndome del brazo para que no me fuera.

-Lo sé, y quizás por eso usted no ha conseguido resolver ningún conflicto.- sabía que mi altanería se estaba excediendo, pero pocas veces había podido presumir de algo.

-Vas a hacer que estalle una guerra entre mi propia gente.- Gritó

-En tres días te comerás tus propias palabras mi señor.- dije muy segura de mi misma.

Y así fue, tres días después, mientras yo paseaba por los alrededores del castillo con John, el señor MacMin recibió la visita de los MacLuc y los Macgregor.

-Qui-quiero que de-deje ya de nevar....No me gu-gusta no poder al-alejarnos ca-casi del castillo.- Dijo John con el ceño fruncido.

-¿Estás seguro de eso?- Le pregunté con algo de misterio.- La señora Kate ha dicho que para alegrar los días de nevada mandará que preparen pasteles.

-¡Esta mañana ha nevado!- Gritó John -¡Pas-pasteleees!

-John no corras que ...- mi advertencia se vio acallada por los labios de mi esposo.- ¿Qué hace?- pregunté nerviosa mirando a todos lados, cuando liberó mi rostro- Esto no es decoroso.

-A la mierda el decoro- Dijo volviendo a besarme y apoyando mi cuerpo contra el muro del castillo.

-Para...- dije sin fuerza.- Esto no está bien- Me sorprendía tanto el cambio de actitud del Laird que hasta me asustaba.

-¡ES USTED UN GENIO GLORIA MACMIN!- Dijo apretando mi cara con sus manos.

-Lo sé... ¿pero tú por qué lo dice....?

- Los MacLuc y los Macgregor han venido esta mañana ¡por fin va a haber paz! han decidido unir sus casas.

-¡Lo sabía!- dije sonriendo.- Sanse y Priya tienen que estar contentísimos.

-¿Cómo?- preguntó sin comprender nada.

-El hijo mayor de los MacLuc y la única hija de los Macgregor están enamorados. – Aclaré haciendo ver que aquello era más que obvio.- Sabía que esa era la mejor y única opción, irse estaba descartado y no pueden vallar sus tierras porque ambos necesitan pasar por la propiedad del otro.



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En el texto hay: escocia, epoca victoriana, amor

Editado: 22.01.2021

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