El Disfraz De La Realidad

XX

Por fin el clima era lo suficientemente agradable como para salir a dar largos paseos sin necesidad de ir extremadamente abrigada. John y French habían decidido irse de caza, y yo necesitaba desconectar de todo. Hacía casi dos semanas que French había vuelto y desde entonces no había hecho exceso de ningún tipo, tenía miedo a hacer daño al bebé. El problema estaba en que ahora tenía demasiado tiempo libre, ya casi no me dejaban ingresar en las cocinas para trabajar, los entrenamientos estaban vetados, y el joven Skiend se había puesto al mando de la clase de los mayores. Como consecuencia de mi descenso de actividad por las noches no estaba lo suficientemente cansada y mi mente daba demasiadas vueltas a los acontecimientos que habían envuelto mi vida los últimos meses. Las imágenes de Deimon se amontonaban en mi cabeza, hasta tal punto que tenía un cuaderno lleno de retratos de él.

Cogí mi cuaderno y un carboncillo y me dirigí al pueblo, una vez pasé las últimas casas y me adentré en el bosque me sentí realmente en paz. Me senté junto a un árbol y comencé a dibujar.

-Es usted realmente buena- me asustó la voz de una anciana.- Lo siento, no era mi intención asustarla.- Yo alcé la vista y me encontré con aquella anciana que meses atrás me había hablado sobre la Scone y la profecía.

-No se preocupe.- Dije devolviéndole la sonrisa.- A veces cuando pinto olvido el resto del mundo y es muy fácil asustarme.

-Se perfectamente a lo que se refiere señora MacMin.

-Puede llamarme Gloria, ¿Y usted es?- pregunté intrigada.

-Disculpa mi mala educación, tanto tiempo sola una se olvida de los modales. Soy Beatrix... Si separas un poco más los ojos y oscureces la imagen aquí y aquí, parecerá el auténtico Laird. – dijo señalando mi dibujo.

-¿Usted también pinta?- pregunté intrigada al tiempo que ponía en práctica su consejo.

-Solía hacerlo, ahora ya no valgo para ello... - dijo mostrando el pequeño temblor de sus manos.

-¿Quizás podría enseñarme? Siempre he querido aprender, y ahora parece que tengo el tiempo suficiente para hacerlo.

-Será un placer, además, así podrá usted transmitir sus nuevos conocimientos a los niños. Me agrada mucho que usted se preocupe por ellos...

Aquella encantadora mujer resultó ser la mejor pintora que he conocido en mi vida. Esa tarde y todas las que la siguieron durante un mes, me enseñó a utilizar correctamente los colores, a trabajar las formas, a transmitir verdaderos sentimientos. Beatrix hizo que volviera a nacer la pasión en mí y me ayudó a distraerme.

-Creo que deberíamos terminar por hoy... -dije alzándome con algo de dificultad del suelo. Mi barriga había crecido casi de golpe, ahora era imposible ocultar mi estado.- La luna casi a salido. 

-Tiene usted razón, el tiempo vuela cuando una está en buena compañía.- Con aquella anciana había hablado casi de todo, el único tema que me había prohibido era el que más me interesaba, la Scone. – Bueno, creo que este ha sido nuestro último encuentro. Ya eres toda una artista- Sentenció sin dejar de sonreir.

-No diga eso, todavía le queda mucho que enseñarme...- dije con miedo a que me estuviera diciendo aquello enserio.

- Necesitaba comprobar por mí misma que clase de Señora dejaba a cargo del Clan, y ahora por fin puedo descansar en paz. Sé paciente de acuerdo...

-Beatrix... no puede estar diciéndomelo enserio ¿verdad? – Miré a ambos lados, pero la anciana había desaparecido. – ¡Beatrix no puedes volver a hacerme esto!

 



#1819 en Otros
#334 en Novela histórica
#4606 en Novela romántica

En el texto hay: escocia, epoca victoriana, amor

Editado: 22.01.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.