El Doble

CAPITULO III EL VATICANO

 

Después de deducir cuál sería el gran líder de la Iglesia católica que estaba
a punto de ser secuestrado, los dos agentes, Nataly y John, se dispusieron a
llamar a la central de vigilancia de la Ciudad del Vaticano para alertar a la Guardia
Suiza de lo que se estaba planeando hacer en contra del papa. Al principio la
persona que contestó la llamada no daba credibilidad a lo que le decían los
agentes y por esto remitió la llamada al inspector en jefe de la Guardia Suiza.
Luego de repetirle la misma historia Nataly al inspector, este les dijo que los
esperaba a ambos en su oficina en 20 minutos y que tendrían que ir acompañados
por policías locales; el inspector también tenía dudas sobre lo de un posible
secuestro al pontífice, pero al asegurar estas dos personas que pertenecían al FBI
era mejor escuchar en persona lo que tenían que decir y comprobar si en verdad
eran agentes del Gobierno norteamericano; por esa razón pidió el
acompañamiento de la Policía local por si había necesidad de realizar algún
arresto.
Salieron de la comisaría de Policía acompañados por cuatro agentes. John,
Nataly y dos oficiales se montaron en una camioneta negra y detrás de ellos los
seguían en dos motos dos oficiales más. Llegaron en el tiempo previsto al
Vaticano, avisaron en la entrada principal de quiénes se trataban y apenas
verificaron que el inspector los estaba esperando, la camioneta y los dos policías
motorizados entraron a la Ciudad del Vaticano.
La camioneta llegó a su destino, se bajaron, inspeccionaron a los dos
agentes y les fueron incautadas las armas y las esposas que llevaban consigo.
Nataly iba a protestar por esto, pero John la tranquilizó y le dijo que no se
preocupara, ya que esto era un procedimiento de rutina en la Ciudad del Vaticano.
Los cuatro policías italianos, junto con dos guardias suizos, custodiaron a los dos
agentes a uno de los edificios cercanos. Entraron al ascensor y subieron al tercer
piso. Ya en este, los llevaron a una oficina y les dijeron que se sentaran y
esperaran a que llegara el inspector para entrevistarse con ellos.
Los seis policías que los habían acompañado no se apartaron de ellos y los
vigilaban con cautela; y aunque los cuatro policías locales ya habían visto a los
dos agentes en la comisaría, estaban muy pendientes de ellos para que no fueran
a resultar impostores.
Cinco minutos después entró a la oficina un hombre de unos cincuenta
años de edad, totalmente calvo, de ojos verdes, trozo y 1,70 metros de estatura,
que con una voz muy gruesa se presentó:
—Mucho gusto, caballero y señorita, me llamo Tom Lewis, soy el inspector
y jefe de la Guardia Suiza ante el Vaticano —comenzó diciendo con un buen
acento español.

—Yo me llamo John Stewar y ella es mi compañera Nataly López, ambos
somos agentes del FBI, trabajamos en la sección de antiterrorismo y estamos
aquí, en Italia, para tratar de encontrar y atrapar a la persona u organización que
quiere matar al archimillonario Alí Mustafá; por desgracia, en nuestra búsqueda la
persona que murió fue otra, un gran hombre y empresario español…
—Su padre —interrumpió el inspector.
—¿Y cómo sabe usted que él era mi padre? —preguntó John.
—Cuando he hablado con la señorita Nataly por teléfono y me han dado la
versión de un posible secuestro al papa, inmediatamente me coloqué en la tarea
de investigarlos y ya sé quiénes son ustedes; les pedí que vinieran para dos
asuntos muy concretos: primero, para ver si en realidad eran ustedes y, segundo,
para que enseñen el audio donde dicen que en 48 horas piensan secuestrar al
santo papa; siento mucho lo de su padre, señor John, gracias a dos agentes
españoles me llegó la información de que el señor Del Bosque era su padre y el
motivo por el cual no tenían el mismo apellido.
—¿Los agentes españoles hablaron con usted? —preguntó Nataly.
—No solo hablaron conmigo de lo sucedido en las cercanías de la Piazza
del Popolo, ellos se encuentran en este edificio analizando una información
confidencial que fue detallada por una empleada del Museo da Vinci. Por lo tanto,
señores policías y guardias, les pido muy amablemente que me dejen conversar a
solas con los dos agentes y, por favor, le avisan a los agentes españoles de que
ya pueden venir a mi oficina, muchas gracias por su colaboración.
Los cuatro policías locales y los dos guardias suizos se retiraron de la
habitación; uno de los guardias fue hacia otra oficina y avisó a los agentes
españoles que el inspector los estaba esperando. Un minuto después, entraron a
la oficina de Tom y se sentaron detrás de los dos agentes del FBI.
—Estos dos agentes no me dan confianza —le dijo al oído John a Nataly.
—¿Tiene algo que contarnos, señor John? —preguntó el inspector al ver
que el norteamericano le hablaba al oído a su compañera.
—No, le estaba preguntando a Nata si era prudente mostrar la información
que tenemos a los colegas españoles.
—No es solo prudente, señor John, es estrictamente necesario, ya que los
dos caballeros que están detrás de usted, no solo trabajan para la embajada
española, sino que también hacen labores investigativas y de seguridad para el
Vaticano, por lo tanto, la presencia de ellos dos es indispensable en esta reunión.
—Si usted lo considera así, inspector, no tengo problema con ello; pero
antes de escuchar el audio debo hacerle una pregunta: ¿el santo padre ya está
bajo la protección de su Guardia Suiza?
—En cuanto recibí la llamada de su compañera enviamos al santo padre a
un lugar seguro, no se preocupe por eso. Ahora, por favor, ¿nos puede mostrar el
contenido la memoria para poderlo analizar y ver si es una amenaza real?




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