El Doble

CAPITULO V LABORATORIOS

 

—¿Dónde está John, el agente del FBI? —preguntó Carlos a un guardia.
—Hace media hora, aproximadamente, que se fue; dijo que se encontraba
agotado y quería descansar un poco, ha sido un día muy pesado para él
—contestó el guardia.
—A buena hora le dio por descansar. En la situación tan grave en que nos
encontramos ese agente es el que nos puede dar más información sobre los trajes
que inventó su padre —comentó Carlos a su compañero, mientras este revisaba
las cámaras de seguridad.
—Debes entenderlo, colega, hoy fue un día muy duro, perdió a su padre,
secuestraron a su compañera de trabajo, casi muere en un helicóptero y por poco
le toca ver la muerte del papa. Hay que dejarlo que descanse unas horas; más
tarde lo llamaremos para que venga y nos dé detalles de esa tecnología inventada
por el señor Del Bosque. Por ahora, concentrémonos solo en encontrar al jefe de
la Guardia Suiza y a sus cómplices —contestó Ramiro.
—Es verdad, hay que encontrar a este sujeto antes de que encuentre cómo
salir del Vaticano.
John compró en internet un boleto directo a Barcelona que partía al
siguiente día por la mañana. En dos horas estaría en esta ciudad y luego se
dirigiría en tren hacia el pueblo de Huesca.
—Señor, ya revisamos todas las cámaras de la bóveda y solo en una
pudimos ver unas sombras que entraron a la habitación después de que se
inundara con el humo blanco; el resto de las cámaras fueron bloqueadas
segundos antes de que el gas entrara —le comentó un guardia a Carlos.
Los dos agentes españoles fueron al monitor donde el guardia les indicó la
imagen que acababa de ver y lograron observar cómo seis personas entraban en
la bóveda; vieron en imágenes nubladas por el humo cómo cargaban una especie
de carro de mercado grande con las pinturas, los libros y el oro que allí estaba y
cómo en un tiempo de menos de dos minutos lograron llevarse el botín, pero
notaron que ninguno de los seis hombres llevaba cargando el cuerpo dormido de
Nataly.
Ya se iban a levantar de la silla para volver al escritorio donde estaban
antes buscando en las grabaciones cómo hizo para escaparse Tom cuando vieron
que nuevamente dos hombres entraron a la bóveda; el humo ya se estaba
disipando y observaron más detalladamente que estos individuos con máscara
antigás recogieron a la mujer del suelo y se la llevaron. Por pedido de Carlos, el
guardia retrocedió la imagen al momento cuando estaban los seis hombres
cargando el carro y luego la adelantó para ver el instante en el que se llevaban a
Nataly. Carlos y Ramiro se miraron el uno al otro con cara de sorpresa.
—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó Carlos a su compañero.

—Creo que sí, colega. Primero vimos entrar a seis sujetos con trajes
totalmente negros y, aunque por el humo blanco en la habitación no se podían ver
bien sus figuras, eran de contextura delgada y de estatura baja; luego, dos o tres
minutos después, entran dos hombres con trajes verdes, acuerpados, altos, y por
sus movimientos parecen entrenados militarmente y se llevan a la agente del FBI.
—O sea, que sacando conclusiones apresuradas, pero posibles, podríamos
estar pensando que los primeros seis hombres que entraron y robaron la bóveda
no tenían nada que ver con los dos hombres que llegaron después —dijo Carlos.
—Exactamente eso pensé, colega. Detrás de este robo y el secuestro de la
agente del FBI parece que hay dos personas distintas. Tenemos que seguir con la
búsqueda del jefe de la Guardia Suiza, él nos puede aclarar muchas cosas sobre
estos dos sucesos.
En la autopista Roma-Milán, una camioneta gris llevaba en el asiento de
atrás un hombre con gran poder económico. Era el árabe Alí Mustafá, que
después de darse cuenta de que la chica que estaba conquistando y que había
subido en su auto era una agente del FBI decidió escapar por el túnel de la
edificación en donde se iba a reunir con el señor Del Bosque. Emprendió la huida
hacia Florencia, pero un mensaje que llegó a su celular le hizo cambiar de parecer
y decidió ir hacia Milán, no sin antes dar la orden de utilizar a una persona para
que se hiciera pasar por él.
El árabe había conseguido que el señor Del Bosque le facilitara tres trajes
de los que había inventado para poderlos observar detalladamente y así mirar si
pagaba el precio que pedían por ellos y poder comprar una cantidad considerable
de este artículo. Uno de los trajes lo tenía el hombre acuerpado que asesinó al
español, el otro se lo facilitaron a un hombre en Florencia a cambio de una gran
suma de dinero para que se hiciera pasar por el árabe y el tercero lo llevaba
puesto Alí.
—Señor, tenemos dos problemas —dijo el guardaespaldas de Alí, que
estaba sentado en la silla delantera de la camioneta.
—¿Qué sucede ahora? —respondió el árabe.
—Acaba de llegar un mensaje a mi celular según el cual el espía W dice
que ya no quiere más tratos con usted, y esto es debido a que no cumplió con el
pago por el trabajo realizado en el Vaticano.
—Ummmm, se me había olvidado ese trabajo; con este problema que
tenemos de escaparnos del FBI y de la Policía local no recordaba el pago a W;
escríbele y dile que en una hora tendrá su pago en su cuenta y que retenga a la
chica hasta nuevas instrucciones.
—Ahí está el primer problema, señor. W manda a decir que ya organizó con
el FBI la entrega de la chica y que ellos le pagaron inmediatamente el dinero
pedido; se cansó de esperar el pago por su parte y por tal motivo no detendrá a la
agente más tiempo.

—Imposible, esa agencia norteamericana nunca hace negocios con
terroristas. Eso debe ser una forma de presionarnos para que le paguemos más
por el trabajo hecho.
—No lo creo, señor; se ve que el negocio con el FBI es en serio y por ello
mandó una foto del saldo de su cuenta en Suiza donde muestra el pago realizado
hoy por el valor de medio millón de euros.
El árabe le pidió inmediatamente el celular a su escolta para verificar si lo
que estaba contando era verdad. Al ver la foto de un pago de medio millón de
euros empezó a maldecir al espía y de inmediato llamó por su celular a un gran
amigo suyo para que se encargara de buscar a W y se lo entregara en Milán vivo.
Después de hablar varios minutos con su contacto en Roma, el árabe le
devolvió el celular a su escolta y le preguntó:
—Me dijiste que había dos problemas, ya me contaste el primero, ¿cuál es
el segundo?
—El segundo problema, señor, es que W no va a devolver el traje facilitado
y usted sabe muy bien que ese prototipo de vestuario es el más avanzado y solo
presenta 1 % de falla cuando se mira por cámaras de video mientras el que
llevaba la persona contratada en Florencia y el suyo tienen 10 % de error y es fácil
de detectar con cámaras.
Inmediatamente el árabe entró en cólera y empezó a gritar en varios
idiomas a sus escoltas y a su chofer y a preguntar por qué las cosas no habían
salido como él las había planeado. Primero perdieron a la chica que iban a
necesitar para un posible intercambio con el FBI en caso de ser atrapado y, en
segundo lugar, el hombre contratado para realizar dicho trabajo no solo hizo
negocio con el FBI por un precio menor al que el árabe le iba a pagar, sino que
también se quedó con el traje más versátil y completo que el señor Del Bosque le
había proporcionado como muestra de ensayo a Alí.
—Señor, hay un tercer problema —dijo el conductor de la camioneta
cuando sintió que su jefe estaba más tranquilo.
—¿Ahora qué sucede?
—Hay retén policial más adelante y están deteniendo todos los vehículos;
ya no podemos dar reversa. Espero sus instrucciones.
—Sácame uno de los tantos pasaportes que tenemos en maletín —le dijo el
árabe al escolta que estaba a su lado.
En ese momento su guardaespaldas agarró un maletín que estaba en suelo
de la camioneta y buscó varios pasaportes; uno a uno se los iba pasando al árabe
para ver cuál escogía. Al fin se decidió por uno y le dijo a su escolta que realizara
el procedimiento respectivo para poder activar el traje con el rostro de la foto del
pasaporte. El hombre que acompañaba al árabe agarró una pequeña cámara
digital y le tomó una foto al rostro que estaba en el pasaporte; luego, con un cable
USB, conectó la cámara con la que había tomado la foto a un puerto USB que
tenía el traje de Alí e instantáneamente el archivo se cargó en este. El escolta
desconectó el cable y le dijo a su jefe que ya podía activarlo.




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