El Doble

CAPITULO VI EL ESPIA

 

John salió del laboratorio C, se montó en el carro que había alquilado en
Barcelona y al salir del complejo se despidió del vigilante diciéndole que cerrara
bien todas las puertas y que se podría ir a casa y tomar unas vacaciones mientras
lo reubicaban en otra de las sedes, ya que esta iba a ser demolida al día siguiente.
El vigilante se lo agradeció mucho y dijo que cumpliría con las órdenes recibidas.
En hombre del traje negro y la máscara también salió del edificio C por una
puerta trasera y, cuando ya estaba en las afueras de la edificación, tres hombres
armados le apuntaron a la cabeza y le pidieron que se quitara la máscara.
—¿Dónde está el hombre con el que estabas hablando? —preguntó uno de
los tres hombres que apuntaban a la cabeza.
—Salió hace cinco minutos, si se apresuran lo pueden agarrar en la
carretera hacia Barcelona.
—No me interesa ese hombre, venimos por usted, W.
—¿W? ¿Quién es ese? Yo me llamo Luis González, se está confundiendo
de persona.
Inmediatamente el hombre que le había hablado al supuesto Luis González
sacó su teléfono móvil y le tomó una foto al hombre del traje negro; se la envió a
un contacto y esperó respuesta de este. Un minuto después sonó su celular.
—Ese no es el hombre que estamos buscando. ¿Están seguros de que
estaba reunido con el agente del FBI? —dijo una voz por el celular.
—Estamos totalmente seguros. Las órdenes suyas fueron que atrapáramos
a W cuando terminara su reunión con el agente John y eso fue lo que hicimos.
¿Está seguro de que la persona de la foto que le acabo de enviar no es W?
—Totalmente seguro, yo conozco a W desde que tenía 15 años de edad y
esa persona de la foto no tiene ni un cabello de parecido a él.
—Entonces no entiendo qué pasó, este fue el hombre que se reunió con el
agente del FBI por espacio de 20 minutos.
—A no ser que se esté camuflando con el traje, por lo que veo tiene un traje
negro. Revísenlo muy bien y verifiquen su rostro.
Uno de los dos hombres que estaba apuntando se acercó al sujeto del traje
negro y lo examinó de pies a cabeza, le pasó las manos por su rostro y no vio
nada extraño; hasta le agarró uno de los cachetes al hombre para comprobar que
no llevara una máscara y se dio cuenta de que era piel real y de que este hombre
no se estaba camuflando, como suponía el hombre que hablaba por celular.
—Señor, no tiene ningún camuflaje, su traje no tiene botones ni nada
extraño, es un vestido común y corriente y su cara es real, creo que atrapamos al

hombre equivocado y en verdad este señor sí es el que dice ser, un tal Luis
González.
—De todas maneras llévenselo e interróguenlo y que explique por qué
razón estaba hablando con el agente del FBI y nos diga el paradero de W.
—Entendido. —El hombre colgó el celular y se llevaron a Luis González
hacia un auto que estaba cerca de allí para interrogarlo.
Eran las seis de la mañana cuando un hombre acuerpado con un traje
negro se acercó a la portería de los laboratorios del señor Del Bosque ubicados en
la ciudad de Huesca. Sacó un arma y le apunto al único vigilante que se
encontraba en la entrada. Le dijo que no hiciera ningún movimiento y que si quería
seguir con vida tenía que hacer paso a paso lo que le iba a indicar. Primero le
pidió que se quitara el uniforme y la escarapela; luego, que se colocara un traje
negro que él traía en el maletín. Hecho esto, le entregó una hoja donde había
unos diálogos que tenía que decir a un hombre que llegaría a esas instalaciones
en una hora, dos como máximo. Tenía que ser muy preciso con lo que decía y
debía dejar convencido al agente John de que él era el espía W. Cuando le dio
estas instrucciones, del mismo maletín del que sacó el traje extrajo la suma de
diez mil euros y se los entregó al vigilante diciéndole que si cumplía a cabalidad
con su trabajo, podría obtener otra suma igual al terminarlo.
Al ver este dinero, el guardia se sintió más relajado y le contestó a W que
contara con eso. Antes de irse para el bloque C a practicar lo que tenía que decirle
al agente y a instalar el dispositivo para mostrar el video que le acabada de
entregar W, recibió del espía una máscara negra para que este no fuera
reconocido y un celular negro que debería dejar al pie del televisor y que John
debía recoger cuando terminara la conversación. Por último, le recordó que no
podía mencionar nada de él y si se enteraba que había abierto la boca, no le daba
mucho tiempo de vida.
Con esta última advertencia el vigilante se retiró de su lugar de trabajo y se
fue hacia el laboratorio C para tener todo listo para la llegada del agente. Mientras
tanto, W tomó con una pequeña cámara digital la foto del carné de Luis González
y con un cable USB la cargó en su traje, luego presionó dos botones de su camisa
e instantáneamente apareció el rostro de Luis cubriendo la verdadera cara de W,
que se sentó en la caseta de vigilancia a esperar la llegada del agente del FBI.
—Hemos localizado por dónde escapó el jefe de la Guardia Suiza —dijo al
tiempo que entraba corriendo a la oficina donde estaban Carlos y Ramiro un
guardia del Vaticano.
—¿Por dónde? —preguntó Carlos.
—Debajo del escritorio de la oficina donde estaba custodiado hay una
baldosa levantada, revisamos y encontramos por allí un túnel que conecta con la
misma casa por donde se escaparon los sujetos que entraron a la bóveda.
—El tal Tom se las traía, lo tenía todo preparado y como conoce muy bien
la Ciudad del Vaticano sabía por dónde escaparse —comentó Ramiro.

—Pero aún tengo mis dudas, ¿quién lo ayudo a borrar los archivos de video
y a quitarle las esposas? No creo que se haya escapado esposado —preguntó
Carlos.
—Ese misterio también está resuelto —contestó el guardia.
—¿Cómo que resuelto? ¿Por qué nadie nos ha informado sobre esto?
—preguntó Ramiro en un tono ofuscado.
—Porque lo acabamos de descubrir, agente, y me enviaron a darles la
noticia inmediatamente; es más, les pido el favor de que me acompañen y miren
ustedes mismos qué fue lo que aconteció.
Los dos agentes españoles acompañaron al guardia suizo al primer piso,
entraron a una habitación que estaba llena de computadores que mostraban en
sus monitores cada rincón del Vaticano. Los españoles no conocían aquel cuarto y
observaban lugares que no recordaban haber visto en las cámaras que ellos
tenían en la oficina de comunicaciones.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Ramiro.
—Este sitio es la central de vigilancia alterna. Aquí tenemos monitoreados
todos los lugares que no se pueden observar con las cámaras de su oficina
—respondió el guardia.
—¿Y por qué nunca nos avisaron de esta oficina? —preguntó Carlos
asombrado al ver en los monitores lugares que él no conocía aún de Ciudad del
Vaticano.
—La idea de esta oficina es estar al margen de la guardia tradicional; solo
el papa es notificado de la existencia de este sitio y solo él es la persona que da la
autorización para que personas externas entren aquí.
—¿Eso quiere decir que el papa nos autorizó a entrar? —dijo Carlos.
—Sí, gracias a Dios él ya despertó de su desmayo, se encuentra bien de
salud y nos autorizó para que ustedes vieran los videos que encontramos de la
fuga del jefe de la Guardia Suiza; por esa razón estamos aquí.
Mientras tanto, en Huesca, el vigilante de los laboratorios del señor Del
Bosque estaba sentado en la parte trasera de un auto Mercedes negro y era
interrogado por tres hombres. Luis no respondía a nada de lo preguntado y por
ese silencio era golpeado en la cara y en su pecho por uno de los hombres.
—Si no nos dice dónde está W, no nos queda más remedio que matarte
—le decía el líder del grupo.
—Yo no conozco a ese tal W, ya se lo he dicho muchas veces, déjenme ir
—repetía constantemente el vigilante.
—Señor, este hombre no dirá nada del paradero de W, mejor matémoslo y
vámonos a buscar al agente del FBI —comentó uno de los hombres.
En ese momento sonó un disparo y el hombre que acababa de hablar, que
se encontraba en la parte delantera del carro, cayó al suelo con un tiro certero en




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