El Doble

CAPITULO VIII LAS AMENAZAS

Suena el teléfono en la inspección de la Policía central de Roma:
—Por favor, ¿el agente John? —preguntó un hombre al otro lado de la
línea.
—¿Quién lo solicita? —contestó uno de los policías con algo de dificultad
para pronunciar el español.
—Dígale que es un asunto importante, que solo le concierne a él
—respondió el hombre.
El policía, que entendía un poco el español, llamó inmediatamente al agente
John y le repitió las palabras que acababa de oír. John, sin dudarlo, tomó la bocina
del teléfono y habló:
—¿Quién habla?
—Eso no importa ahora, lo único importante es que deje de perseguir al
árabe Alí Mustafá, si no cumple con esta condición en dos horas un monumento
histórico y de gran valor para la humanidad desaparecerá de la faz de la tierra.
—¿Quién habla?, responda, ¿cuál monumento? —gritó John, al que
colgaron el teléfono.
La Torre Eiffel fue inaugurada el 31 de marzo de 1889 en el marco de la
Feria Mundial de la Exposición Universal; lleva su nombre en honor del ingeniero
civil Gustave Eiffel, que la diseñó y coordinó su construcción. Tiene una altura de
324 metros, rematados por una antena en su parte superior, y pesa unas 10 000
toneladas. En su construcción se tardaron dos años, dos meses y cinco días, un
tiempo récord para la época. Uno de los motivos para su construcción fue la
conmemoración del centenario de la Revolución francesa. Como dato curioso,
Hitler ordenó en 1944 a su gobernador militar Dietrich von Choltitz que demoliera
el monumento, pero, afortunadamente, este no obedeció la orden.
Hoy en día es el monumento que pretenden los hombres del árabe Alí
destruir, así como lo intentó en 1944 Hitler, y John se dio cuenta de esto al ver en
las noticias a un hombre de origen asiático que estaba en la Torre Eiffel con una
bomba amarrada en su pecho y que estaba colgando de uno de los extremos de la
torre.
En ese instante John ya había colgado el teléfono e inmediatamente llamó
al FBI para avisar de lo que estaba sucediendo en la capital francesa. Los
hombres de la agencia ya estaban al tanto de lo que sucedía y ya habían
mandado varios hombres para detener aquel suceso terrorista que iba a ocurrir. La
estación de Policía en donde estaba John se volvió un caos, policías, agentes,
civiles, todas las personas que se encontraban allí corrían de un lado para otro,
unos hablando por celular, otros por teléfono; en español, en inglés, en italiano,

trataban de localizar a colegas de París para poder impedir un desastre como el
sucedido con el Arco del Triunfo meses antes.
Mientras tanto, Nataly estaba sentada en una silla con las manos
esposadas esperando que la interrogaran sobre su encuentro con Tom. Al ver
todo lo que estaba sucediendo en la estación de policía dedujo que eso se iba a
demorar e intentaba quitarse las esposas y buscar una salida de allí, pero por
desgracia no pudo y le tocó resignarse a estar sentada y ver cómo los policías
italianos y los agentes del FBI que iban llegando trataban de encontrar una
solución al problema que se estaba presentando en Francia.
—Agente John, ya está listo el jet privado para llevarlo a París —entró
diciendo un policía italiano.
—Listo, muchas gracias, en cinco minutos salgo hacia la pista.
A John le fue encomendado ir a Francia para tratar de negociar con el
terrorista y, aunque el tiempo que le habían dado era de dos horas, sus superiores
pensaron que le daría tiempo a llegar antes de que el hombre asiático hiciera
explotar el artefacto; además, contaban con un grupo antiterrorista en el sitio que
haría todo lo posible para retrasar dicha explosión mientras llegaba apoyo.
Nataly había escuchado la conversación que había tenido su compañero y
se lamentaba de no poder acompañarlo en esta nueva misión. Pero entendía la
situación en la cual se encontraba actualmente y sabía que John no tendría la
confianza necesaria para pedirle que lo acompañara, lo había traicionado y aún se
preguntaba por qué y si era verdad lo mencionado por Tom en la Fontana de
Trevi.
En ese instante llegó un carro por John, así que él agarró su arma, sus
documentos y su chaqueta; antes de irse, miró hacia la silla donde estaba su
compañera y con un gesto en su mirada le dio a entender que sentía mucho no
poder llevarla a esta nueva misión. En el momento en que salía John de la
estación de Policía, un hombre de chaqueta negra, de gafas negras, con un gorro
negro en la cabeza y un pantalón café se tropezó con el agente.
—¿Qué te pasa? —le dijo John enfurecido al tipo con el que se acababa de
chocar en la puerta.
—I am sorry, I don’t speak spanish. I am sorry —repetía el hombre antes de
entrar a la estación.
John vio algo familiar en su rostro a aquel sujeto y cuando se iba a volver a
preguntarle algo, el policía le dijo que no podían perder más tiempo, el jet ya
estaba listo para partir y la pista estaba a 20 minutos de allí.
Mientras tanto, en un hospital de Grecia, Ramiro estaba en la sala de
espera impaciente por saber de su amigo. Hacia más o menos una hora había
llegado a este centro de salud con su compañero desmayado y con algunas
dificultades en el idioma, ya que no sabía griego, logró hacerle entender a un
médico lo que había sucedido y que Carlos necesitaba urgentemente atención. El

agente español fue llevado a quirófano inmediatamente para que le sustrajeran la
bala de su cuerpo.
Al sur de la ciudad griega, en un hotel barato, descansaba W después de
haber salido sin un rasguño de aquella batalla campal, pero con la rabia de no
haber conseguido su objetivo de eliminar al árabe Alí. Pensaba en otra estrategia
para poder eliminar a aquel hombre, pero mientras tanto trataba de dormir un
poco, ya que sabía que la cacería del árabe iba a ser dura.
Faltaban veinte minutos para cumplirse el plazo dado por uno de los
hombres de Alí al agente John para que el asiático que se encontraba colgando en
una de las «patas» que sostiene la Torre Eiffel hiciera explotar una bomba que
tenía amarrada a su cuerpo. Los policías franceses, junto con el FBI y la Interpol,
intentaban convencer a aquel hombre de que no lo hiciera y se entregara a las
autoridades.
Ya estaba plenamente identificado; se llamaba Daiki, tenía 26 años de
edad, llevaba viviendo dos años en Francia y hacía un año que trabajaba en una
de las empresas del árabe Alí. Apenas le mencionaron la cantidad de dinero que
iba a recibir su familia por el sacrificio de su vida, no dudó un segundo en hacer la
tarea, eso sí, no sin antes asegurarse de que el dinero prometido estuviera en una
cuenta de su esposa.
Su trabajo consistía en llegar a la Torre Eiffel, subir hasta la primera
plataforma por el ascensor y allí amarrarse a la estructura y mostrar la bomba que
tenía pegada a su cuerpo y, al cabo de dos horas, hacerla explotar, excepto si
recibía la orden por parte de uno de los hombres del árabe de no hacerlo antes de
que se cumpliera ese plazo.
Faltaban cinco minutos para el plazo establecido y el hombre que había
llamado a John no había recibido respuesta alguna por parte del agente o del FBI
donde le prometieran que dejarían de perseguir a su jefe.
Alí estaba refugiado en otra casa de su amigo ruso, ya que el lugar donde
estaban antes no era seguro y pensaba que podría volverse a repetir un ataque en
su contra; por tal motivo fue llevado a una cabaña en el bosque y allí fue escoltado
por diez de sus mejores hombres más una guardia de quince hombres de su
amigo. Estaba protegido y al tanto de lo que estaba sucediendo en París.
John seguía por su celular las noticias de lo que estaba ocurriendo en
Francia y se comunicaba constantemente con los agentes del FBI que estaban en
el lugar. Ya se encontraba instalado en el jet y listo para partir a Francia. Faltaban
dos minutos para cumplirse el plazo.
Mientras tanto, en la estación de Policía de Roma, el hombre de gafas,
chaqueta y gorro negro que antes se había chocado con el agente John en la
entrada pasó un rato caminando de un lado para otro en aquel sitio hasta que fijó
su mirada en la mujer esposada y sentada en una silla: Nataly.
Este hombre se acercó a la agente y le dijo:
—Tienes cinco minutos para salir de aquí y llegar a esta dirección.




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