Un hombre hindú de 35 años se encontraba en la parte superior de la
Estatua de la Libertad con una bomba amarrada en su cuerpo y gritando que si no
dejaban en paz a su líder Alí haría explotar aquel monumento. Este sujeto había
recibido los mismos beneficios del hombre que se encontraba en la Torre Eiffel y
solo estaba a la espera de la orden para hacer detonar el artefacto explosivo.
La Estatua de la Libertad es un monumento que se encuentra en la ciudad
de Nueva York, en la isla de la Libertad. Fue un regalo dado por los franceses a
los norteamericanos para conmemorar el centenario de la Declaración de la
Independencia de los Estados Unidos. Se inauguró el 28 de octubre de 1886. Este
monumento de la humanidad representa la libertad y la emancipación con
respecto a la opresión.
Varios agentes de la CIA y del FBI ya se encontraban en la isla de la
Libertad buscando eliminar al hindú que quería derribar aquel monumento.
Estaban planeando la estrategia de aniquilarlo evitando la menor pérdida de vidas
posibles, puesto que en la parte superior donde se encontraba el hombre con la
bomba había muchos turistas que se encontraban como rehenes de este sujeto.
—¿Qué está sucediendo en Nueva York? —preguntó John.
—El FBI y la CIA están buscando la manera de aniquilar al terrorista, pero
aún no han encontrado el ángulo preciso para poder dispararle, ya sea desde el
suelo o desde el aire —contestó uno de los soldados franceses que se encontraba
al lado del agente.
Ramiro, que ya había salido del hospital dejando a su compañero fuera de
peligro, recibió una llamada de un número desconocido a su celular. Contestó
aquella llamada y, al finalizar, no podía creer lo que acababa de escuchar. Tom, el
jefe de la Guardia Suiza lo había llamado para darle el número de celular de W y
le dijo que se comunicara inmediatamente con este hombre, ya que él lo ayudaría
a atrapar al árabe Alí y al verdadero enemigo.
Sin dudarlo, el agente español llamó a ese número y cuadró una cita con W
en uno de los parques de la ciudad de Atenas para cuadrar los detalles de la
persecución que realizarían al árabe Alí.
Nataly despertó y se encontró en una habitación en la cual había un
computador, una mesa con algo de comida, una silla, un televisor y un reproductor
de DVD. No estaba esposada y solo sentía un poco de dolor en la cabeza por el
golpe que había recibido en la casa del árabe. Se levantó de la cama y fue directa
a la puerta para ver si podía salir de allí, pero fue imposible, esta se encontraba
cerrada.
Sintió un poco de hambre, por lo tanto, se acercó a la mesa y vio que
aquella comida aún estaba caliente; se dispuso a comer y a esperar a que alguien
entrara a verla en aquella habitación.
En ese instante el computador que estaba en la mesa se encendió solo y
empezó a reproducir un video. Nataly dejó de comer y vio aquel video sin salir de
su asombro. Las imágenes que se estaban proyectando en la pantalla de aquel
PC mostraban a un hombre postrado en una cama, conectado a varios equipos
médicos que lo mantenían con vida. Las imágenes no eran muy nítidas, pero
Nataly, después de tanto mirar a aquel hombre, dedujo de quién se trataba.
Nataly se levantó de la mesa asustada al ver la fecha que tenía el video en
la parte inferior derecha y observó que aquel video fue grabado la semana
pasada. No entendía qué estaba sucediendo y por qué la persona que estaba en
aquella cama, casi moribundo, era aquel hombre que supuestamente conocía tan
bien.
El video dejó de reproducirse, el PC se apagó y la puerta de la entrada se
abrió sola. Nataly volvió a la realidad y salió de aquella habitación y se dio cuenta
de que estaba en el sótano de la casa, ya que al salir vio una especie de túnel
iluminado por el cual antes había estado John con los agentes buscando el
paradero del árabe Alí. Volvió a subir por las escaleras que daban a aquel sótano
y llegó nuevamente a la sala de la casa. Salió de allí pensando cómo era posible
que aquel hombre del video fuera esa persona y, ya en la calle, vio que en el
andén del frente, sentado en una cafetería, estaba Tom esperándola.
En Atenas, en la plaza Sintagma, dos hombres se encontraron para buscar
una solución a la búsqueda del árabe Alí: Ramiro y W se encontraron en dicha
plaza en la cual está ubicado el Antiguo Palacio Real, donde se encuentra la
institución democrática suprema que representa a los ciudadanos griegos por
medio de sus miembros del Parlamento.
Ambos hombres se sentaron en una de las bancas que están frente al
palacio y, después de las formalidades de presentación, W comenzó a decir:
—Mi nombre es W, era uno de los hombres de más confianza del árabe Alí,
pero por sus ansias de poder me traicionó y por este motivo me he visto en la
necesidad de eliminarlo, o si no él lo hará primero.
—Sí, algo me comentó Tom sobre usted —contestó Ramiro.
—Pues, siendo así, le tengo una idea de cómo agarrar a este hombre sin
que ninguno de nosotros, incluyendo a Tom, salga perjudicado.
—Lo escucho, soy todo oídos —replicó Ramiro.
Ambos hombres trazaron un plan que parecía viable y con el cual lograrían
atrapar a Alí. Solo necesitaban dos cosas: uno de los trajes inventados por el
señor Del Bosque y sacar al árabe Alí de su madriguera, la cual, con ayuda del
amigo de W en Grecia, ya estaba localizada.
La tensión en Nueva York crecía a cada minuto. El hombre hindú seguía en
la parte superior de la Estatua de la Libertad con una bomba en su pecho y sin
dejar que ningún turista bajara de allí. Ya faltaba media hora para las 8:00, el
plazo que le habían dado al FBI y a la CIA para dejar de perseguir al árabe Alí, lo
cual debían hacer público en todos los noticieros nacionales e internacionales.
John estaba en las oficinas centrales del FBI en Francia tratando de buscar
un diálogo con la persona que estaba en la Estatua de la Libertad, pero por
desgracia este hombre decía que no quería hablar con nadie y que solo esperaba
que uno de los hombres del árabe lo llamara para cancelar la misión. De no ser
así, cumpliría con lo que se le había encomendado, ya que tenía la tranquilidad de
que su familia tenía el dinero prometido por los árabes.
—Esto es increíble, no vamos a poder dominar a un solo hombre —gritaba
John con desespero.
—Agente John, tranquilícese, es una situación complicada, pero tenemos
que tener la cabeza fría para poder resolver todo esto —le dijo el jefe del FBI en
Francia.
Eran las 7:45 en la ciudad de Nueva York, todas las personas de aquella
ciudad veían por medio del televisor o de internet lo que estaba sucediendo en la
isla de la Libertad y muchos de ellos recordaban lo del 11 de septiembre y no
podrían creer que volverían a pasar por una situación similar de terrorismo.
John, al igual que sus compatriotas americanos, veía por las noticias las
imágenes del hindú con una bomba en su pecho y de repente tuvo una idea algo
macabra, pero que podría funcionar. Inmediatamente llamó al comando del FBI en
Nueva York y les pidió que en un helicóptero llevaran a la mujer de este hindú y se
la mostraran con una pistola en su cabeza; así aquel hombre tendría que salir al
balcón y estaría descubierto para que un francotirador lo derribara.
El jefe de John no estaba de acuerdo con aquella maniobra, pero por falta
de tiempo, y dadas las circunstancias en que se encontraban, no veía otra opción
y, por lo tanto, autorizó a hacer lo que pidió John.
Cuando el reloj marcaba las 7:56 un helicóptero se acercó a la Estatua de la
Libertad con una mujer a bordo y un soldado apuntándole en la cabeza con un
arma. El hombre que iba a hacer estallar una bomba en aquel monumento salió
desesperado al balcón de la parte superior de la estatua para pedir que no le
hicieran nada a su mujer, pero en cuanto cruzó la puerta, y antes de gritar que no
mataran a su mujer, una ráfaga de balas llenó su cuerpo y lo dejó al instante sin
vida y tirado en aquel balcón.
John estaba pendiente viendo la televisión para ver en qué iba a terminar
aquel episodio de terrorismo, y al ver que habían hecho lo que él pidió y que el
hombre que intentaba hacer explotar otra bomba, ahora en su país, estaba
muerto, se levantó de su silla y se abrazó con el jefe del FBI, diciéndole: «Misión
cumplida». Este, a su vez, le respondió:
—Agente John, un gran trabajo.
—Muchas gracias, pero no solo es mío, es de todos —contestó John.
Al decir estas palabras, volvieron a sentarse y a mirar las noticias
internacionales donde daban por hecho la muerte de aquel ciudadano hindú.
Faltaban 30 segundos para que fueran las 8:00 en Nueva York y varios agentes ya