El Doble

CAPITULO X EL REENCUENTRO

—Es un precio razonable, querido amigo —le dijo el señor Del Bosque al
árabe Alí. Además, ten en cuenta que esta tecnología ni siquiera la tienen las
mejores agencias de espías.
—Lo sé, pero aun así me parece un precio muy exagerado por cada traje.
Podemos llegar a un acuerdo y mermar el valor. Cinco millones de euros por cada
traje es demasiado, y aunque cuento con ese dinero, me parece justo que por
nuestra amistad de tantos años y tantos negocios que hemos hecho, me hagas
una rebaja —expresó el árabe Alí antes de bajarse de la camioneta.
—Hagamos algo. Entremos a la casa, nos tomamos unos buenos tragos y
miramos a ver en cuánto te puedo dejar los tres trajes. ¿Qué te parece, querido
amigo?
—Me parece muy bien. A ver si un buen whisky te hace cambiar de parecer
y me das un mejor descuento —respondió Alí.
En ese momento, el celular de Nataly emitió un pitido. Le acababa de llegar
un mensaje y, cuando lo iba a responder, el conductor del auto le dijo que estaba
prohibido el uso de dispositivos electrónicos junto a su jefe, el árabe Alí. Por lo
tanto, le pidió que le entregara el celular y se lo retuvo.
Tres hombres se acercaron por la puerta del lado derecho del vehículo y la
abrieron. Ellos, al darse cuenta de que no era su jefe, el señor Del Bosque, el que
se encontraba a ese lado del automóvil, cerraron inmediatamente la puerta y se
dirigieron al lado izquierdo para custodiar a su patrón.
Antes que el señor Del Bosque se bajara, le preguntó a su amigo Alí por
qué había escogido aquella casa para su encuentro, a lo que el árabe respondió
que le traía recuerdos de Roger, uno de los hijos del señor Del Bosque, que había
trabajado con Alí, y por tal motivo quería cerrar allí el trato.
—¿Qué tipo de recuerdos te trae mi desagradecido hijo? —preguntó
Roberto.
—Recuerdos de cómo lo salvé una vez de ser secuestrado. Esta casa tiene
un túnel subterráneo que va hacia el otro lado de la calle y por allí tu hijo logró
escapar de un secuestro y hasta de una muerte segura. Solo quería mostrarte
este lugar para que vieras todo lo que hecho por ti y tu familia y de pronto, así, te
conmuevas y me des una rebaja en los trajes —concluyó Alí con una leve sonrisa
en su rostro.
—Esperemos a ver qué efecto tiene en mí una de tus tantas casas
—respondió Roberto con otra sonrisa fingida en su rostro.
En ese momento, uno de los guardaespaldas del señor Del Bosque le abrió
la puerta y, cuando este descendió del carro, un motociclista que iba a toda

velocidad le disparó en el corazón. El tiro certero acabó al instante con la vida del
español.
Los hombres de don Roberto empezaron a disparar como locos al
motociclista mientras los guardaespaldas de Alí lo sacaban de la camioneta y lo
llevaban a refugiarlo a su casa. El asesino del señor Del Bosque logró escapar sin
un rasguño y unas cuadras más adelante giró hacia el lado izquierdo y se perdió
de la vista de los hombres de don Roberto.
En el momento en que sucedió el asesinato del señor Roberto del Bosque,
una trabajadora del Museo da Vinci iba corriendo, acompañada de un carabiniere,
detrás de un hombre que iba en una moto. La empleada del museo ya se
encontraba bastante agotada y por esto se detuvo en el andén, miró hacia arriba
para tomar algo de aire y vio en una ventana de uno de los edificios de enfrente el
brazo de un hombre que sostenía un fusil de largo alcance. Además, pudo notar
un tatuaje en forma de cruz en la parte alta de su hombro derecho. Luego vio que
más adelante se escuchaban varios tiros y un gran alboroto, y por esto decidió
refugiarse en una de las cafeterías que había en aquella calle.
Cuando vio que todo se había calmado y que la policía ya se encontraba en
el lugar donde había tenido lugar el asesinato el señor Del Bosque, aquella
empleada quiso acercarse al lugar de los hechos y ver qué había ocurrido.
Primeramente, vio un cuerpo extendido en la vía y a dos agentes del FBI al pie de
este. Luego observó a otros dos hombres haciendo preguntas a las personas que
estaban en aquel lugar y fue allí donde ella aprovechó para acercárseles y
comentarles lo que había ocurrido en el museo minutos antes e informarles sobre
el hombre del tatuaje que vio en la ventana.
—Señor, señor, aquí, aquí, yo tengo información —gritó la empleada en un
perfecto español a uno de los agentes.
—Dígame, señora, ¿qué tipo de información tiene? —preguntó Ramiro al
ver que la empleada estaba gritando hacía rato.
—Antes de nada, mi nombre es Lucy, soy española y trabajo en el Museo
da Vinci, el que está cerca de la Piazza del Popolo. Hace unos minutos un hombre
que entró al baño dejó un maletín negro y produjo un incendio. Yo salí detrás de
este hombre acompañada de aquel carabiniere y vimos cómo se montó en una
moto. Salimos corriendo detrás de él, pero, obviamente, no lo pudimos alcanzar.
—Sí, señora, ese hombre de la moto fue el que asesinó a este empresario.
Pero no me ha dicho nada nuevo, aparte de que produjo un incendio en el museo
—dijo Ramiro.
—Aún no he terminado mi relato. Además, no entiendo por qué tenía que
provocar aquel incendio en el museo; pero bueno, eso será motivo de
investigación después. Lo que tengo que decirle es más importante. Cuando me
detuve a descansar, miré hacia arriba para tomar algo de aire y vi en una ventana
un brazo de un hombre sosteniendo un fusil y apuntando hacia esta misma
dirección.

—Eso sí me parece un buen dato, señora Lucy —comentó Ramiro. Venga,
por favor, muéstreme en qué ventana vio a ese hombre.
—Y además tengo que decirle otra cosa, agente. Pude observar que en la
parte alta del hombro derecho ese hombre tenía un tatuaje en forma de cruz.
Ramiro avisó a su compañero Carlos de que iba a ir con la empleada del
museo a ver algo que podía ayudar para la investigación del asesinato del señor
Del Bosque. Lucy y Ramiro llegaron al andén frente al edificio en donde minutos
antes ella vio a un hombre con un fusil apuntando hacia el mismo lugar donde
estaba la camioneta de don Roberto. Ramiro empezó a anotar la dirección de
aquel edificio, le dio las gracias a la empleada del museo y le dio su tarjeta por si
recordaba algo más de lo sucedido. Lucy se fue nuevamente para su trabajo y
Ramiro se fue a encontrar con su compañero para contarle la nueva información
que había obtenido.
Ya habían pasado varios días desde que el señor Del Bosque había sido
asesinado. Su hijo John, a causa del trabajo, solo pudo ir unos minutos a la sala
de velación para despedirse de su padre. Hoy en día, John era un hombre prófugo
de la justicia y era buscado en toda Francia por orden de su compañera de
trabajo, Nataly. El agente del FBI solo tenía una explicación para que Nataly lo
mandara a buscar y a capturar: ella había visto el mismo video que en días
anteriores W le había mostrado en la ciudad de Huesca.
«Si Nataly vio ese video, soy hombre muerto; todos mis planes se irán al
piso y no podré conseguir lo que quiero», pensaba en voz alta John mientras se
dirigía a pie hacia la casa de uno de sus amigos en Francia.
John había llamado desde un teléfono público a un amigo suyo francés para
que le ayudara a conseguir un transporte aéreo los más pronto posible y que fuera
clandestino. Aquel amigo, llamado Petri Mounzua, al principio no quería prestarle
ayuda, puesto que ya sabía que John era prófugo de la justicia, pero el agente le
recordó un gran favor que le había hecho en el pasado y que estaba en deuda con
él, ante lo que Petri solo pudo decir que sí a su propuesta.
John llevaba una chaqueta negra, gorro, gafas oscuras y un pantalón café.
A pesar de que no estaba haciendo frío en esta época, prefirió usar la chaqueta
para poder esconder el arma que llevaba consigo.
Al llegar a la casa de Pietri, John tocó tres veces con los nudillos: esta era
la señal para que su amigo supiera que se trataba de él. Cuando Pietri abrió la
puerta, se encontró de frente con John, le dio un gran abrazo y aprovechó para
colocarle en uno de los bolsillos de la chaqueta un sobre que contenía un
pasaporte falso, un billete de avión y unos cuantos euros. John se lo agradeció a
su amigo y se retiró de aquella casa mirando a todos lados y verificando que no lo
estuvieran siguiendo.
Para desgracia de John, no se percató de una cafetería que estaba
diagonal a la casa de Pietri y en donde un hombre estaba sentado en una de las
mesas, comiendo un cruasán y bebiendo un café mientras lo observaba




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