El Dominio de Darius

Capítulo 2: La Sangre y la Sombra

El eco de los pasos de Darius resonaba en los pasillos del castillo mientras guiaba a Lyanna fuera del salón. A su alrededor, los lobos de la Sombra Carmesí avanzaban en silencio, vigilando cada rincón como sombras vivientes. La sangre derramada durante su irrupción aún manchaba el mármol blanco, y los invitados, paralizados por el miedo, no se atrevían a moverse.

Lyanna caminaba al lado de Darius como si estuviera en un sueño oscuro. Su mente intentaba desesperadamente procesar lo ocurrido: la traición de Adrian, la indiferencia cruel de su padre, y ahora, esta unión forzada con un hombre que irradiaba peligro con cada movimiento. No podía olvidar cómo sus ojos dorados la habían atravesado como cuchillas, y cómo su voz resonaba con una autoridad que no permitía objeciones.

Cuando llegaron al gran salón del castillo, donde los líderes de la Luna Plateada y la élite de la manada esperaban instrucciones, Darius se detuvo. Con un gesto, hizo que Lyanna se quedara a su lado, aunque ella apenas podía sostener su mirada. Su voz, profunda y cortante, rompió el silencio.

—Este territorio ya no es de ustedes. Desde hoy, la Luna Plateada pertenece a la Sombra Carmesí. Yo soy su Alfa, y cualquiera que cuestione mi autoridad compartirá el destino de los traidores que yacen fuera de estas puertas.

Un líder de la élite, un hombre robusto y de cabello canoso, dio un paso adelante. Aunque su voz temblaba, intentó reunir valor para enfrentarse a Darius.

—Este no es tu hogar. No puedes simplemente irrumpir y reclamar nuestro territorio. Nosotros…

Antes de que pudiera terminar, uno de los lobos de la Sombra Carmesí se abalanzó sobre él, derribándolo al suelo con brutalidad. El grito del hombre resonó en la habitación mientras los colmillos del lobo desgarraban su carne. Lyanna apartó la mirada, sus manos temblando mientras apretaba los puños para contener las lágrimas.

Darius observó la escena con frialdad, y cuando el lobo terminó, hizo un gesto para que regresara a su posición. La sangre del líder se mezclaba con las grietas del suelo, y el silencio que siguió fue aún más aterrador.

Darius recorrió con la mirada a los presentes.

—¿Alguien más tiene algo que decir?

Nadie respondió. Los rostros de los líderes estaban pálidos, y algunos evitaban su mirada, temblando en sus asientos. Darius sonrió, aunque no había calidez en su expresión.

—Muy bien. Parece que aprendemos rápido.

Lyanna sintió que el miedo la asfixiaba mientras el peso de la realidad se hacía cada vez más evidente. Estaba atrapada. No había nadie que pudiera salvarla de este hombre ni de su manada.

Darius volvió su atención hacia Lyanna. A pesar de la intensidad de su mirada, había algo calculador en ella, como si la estuviera evaluando. En voz baja, para que solo ella pudiera oír, dijo:

—No te preocupes, princesa. Aprenderás lo que significa ser mi Luna. Y te aseguro que no será tan malo como imaginas... siempre y cuando recuerdes cuál es tu lugar.

Las palabras de Darius la hicieron temblar. No se atrevió a responder, pero en su interior, una pequeña chispa de ira luchaba por no extinguirse. A pesar del miedo, Lyanna se juró que no se rendiría tan fácilmente.

Darius, satisfecho con el control que había establecido, dio la orden para que los líderes restantes fueran llevados al patio principal, donde serían "reeducados" en las nuevas reglas del territorio. Los lobos de la Sombra Carmesí actuaban con una eficacia aterradora, dejando claro que cualquier resistencia sería inútil.

Mientras el castillo caía en manos de su nuevo Alfa, Lyanna se quedó en la penumbra del salón, rodeada de sombras y terror. La sangre y los gritos de los desobedientes aún resonaban en sus oídos, y, por primera vez, comprendió la magnitud del hombre que ahora controlaba su destino.

Darius no era solo un hombre. Era una tormenta. Y ella estaba atrapada en su centro.




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