El Dominio de Darius

Capítulo 3: La noche del Alfa

La noche había caído sobre el castillo de la Luna Plateada, pero su luz no era suficiente para disipar la oscuridad que ahora habitaba en su interior. Darius, el nuevo Alfa, había reclamado el lugar como suyo, estableciendo su dominio con crueldad y precisión.

Los lobos de la Sombra Carmesí patrullaban los corredores, asegurando que nadie osara desafiar la autoridad de su líder.

Mientras tanto, en una habitación privada del ala este del castillo, Thalrik y Adara debatían en susurros. La reciente boda de Lyanna con Darius, impuesta por la fuerza, había alterado el equilibrio del poder y había dejado a ambos padres lidiando con la magnitud de sus decisiones.

Adara se llevó las manos al rostro, sus lágrimas cayendo mientras intentaba contener los temblores que recorrían su cuerpo.

—Nuestra hija está atrapada en ese salón con él... ese hombre —su voz se quebró—. Thalrik, no sé cuánto tiempo más podré soportarlo—. Aunque siempre había sido una mujer fuerte, ver cómo Lyanna era tomada a la fuerza y convertida en la Luna de un Alfa que no conocía límites, la estaba destrozando.

Thalrik mantuvo la voz fría y calculada.

—No está atrapada, Adara. Está cumpliendo su deber. Darius nos garantizará estabilidad y protección. Nada más importa.

Adara levantó la mirada, sus ojos verdes llenos de incredulidad.

—¿Nada más importa? ¡Es nuestra hija, Thalrik! ¡Nuestra propia carne y sangre! ¿Cómo puedes hablar de estabilidad cuando ella está siendo tratada como una mercancía?

Thalrik no respondió de inmediato. Su mirada permaneció fija en la ventana, observando las sombras de los lobos que patrullaban el patio. Aunque sus palabras eran duras, había un leve temblor en sus manos que delataba su conflicto interno.

En la Habitación Principal

En el corazón del castillo, Lyanna estaba sola con Darius. La habitación principal, ahora transformada en el dominio del Alfa, estaba fría y desolada, como si la presencia de él hubiera arrancado todo rastro de calidez. Lyanna estaba junto a la ventana, observando la luna con la esperanza de encontrar algún consuelo en su resplandor.

Pero no podía ignorar la figura que la observaba desde el otro lado de la habitación. Darius, sentado en una silla cerca del fuego, parecía una fuerza imposible de ignorar. Su altura y su porte, combinado con la intensidad de sus ojos dorados, hacían que el aire pareciera más pesado.

—Te has quedado callada demasiado tiempo —dijo Darius, su voz baja pero autoritaria—. Mi paciencia tiene límites, Lyanna.

Ella se giró hacia él, temblando, pero sus ojos reflejaban una chispa de desafío que se negaba a extinguirse.

—No quería esto —respondió Lyanna, su voz temblorosa—. Tú me obligaste.

Darius se levantó de la silla con una calma inquietante. Su altura y su presencia llenaron el espacio, y sus pasos resonaron en el suelo de piedra mientras se acercaba a ella.

—No quería esto... ¿qué importa lo que querías? —Su sonrisa era fría, desprovista de calidez—. Lo que importa es lo que necesitas entender. Eres mi Luna ahora, Lyanna. Y eso significa que cumplirás con tu deber.

Ella retrocedió un paso, sus manos temblando mientras intentaba mantener su distancia. Pero Darius era implacable. Extendió una mano hacia su rostro, rozando su mejilla con una suavidad que no parecía encajar con su mirada.

—Te protegeré. Nadie te tocará... excepto yo. Pero si decides desafiarme, aprenderás que mi crueldad no tiene límites.

Lyanna apartó la mirada, sintiendo que el peso de su destino era demasiado para soportar. Aunque las palabras de Darius eran una mezcla de amenaza y protección, no podía ignorar el peligro que emanaba de él.

—Eres un monstruo —murmuró en voz baja.

Darius dejó escapar una leve risa, pero no había humor en su expresión.

—Sí, soy un monstruo. Pero soy el monstruo que este lugar necesita.

Con esas palabras, Darius se giró hacia la cama, dejando que la tensión en el aire hablara por sí misma. Lyanna permaneció junto a la ventana, sintiéndose como un espectro atrapado en su propia vida.

La noche avanzaba lentamente, y aunque Darius no hizo ningún movimiento para forzarla, su presencia constante era como un peso que no podía ignorar.

Lyanna sabía que su destino estaba sellado, pero dentro de ella, aún quedaba una chispa de resistencia, esperando el momento adecuado para encontrar su fuerza.




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