La noche cayó sobre el Castillo de Plata, envolviendo la ciudad de Xanthos en un manto de estrellas. Dentro de los muros del castillo, la tensión entre Darius y Lyanna persistía, aunque la visita a la ciudad había dejado una huella sutil, una corriente eléctrica que vibraba entre ellos.
Esa noche, durante la cena, el silencio era menos gélido, pero igual de cargado. Darius, sentado en la cabecera de la mesa, observaba a Lyanna con una intensidad que la hacía sentir incómoda. En la mesa, además de ellos, estaban Thalrik, Adara e Iris, quienes observaban la interacción entre el rey y la reina con diferentes grados de interés y resentimiento.
Darius, en un intento por romper la tensión, inició una conversación, preguntándole a Lyanna sobre Xanthos, sobre su gente.
—Háblame de tu ciudad —dijo Darius, su voz grave resonando en el comedor—. De sus leyendas, de sus festividades.
Lyanna, aunque cautelosa, respondía con una calidez que parecía reservada solo para su pueblo. Sus ojos azules brillaban al hablar de Xanthos, de su historia, de su gente. Darius la escuchaba, fascinado por la pasión que emanaba de ella.
Sin embargo, la paz era frágil. Iris, sentada frente a Lyanna, lanzó una mirada venenosa a su hermana.
—Pronto llegarán los Velkan —interrumpió Iris, su voz cargada de veneno—. Seguro que Adrian estará ansioso por ver a su... ex prometida. Y quizás, Lyanna, recuerde viejos tiempos...
El comentario fue una provocación, dirigida tanto a Lyanna como a Darius. El celo, una emoción desconocida y primitiva, se apoderó de Darius. La idea de Lyanna e Adrian juntos... la intimidad que pudieron haber compartido... lo enfureció.
—Suficiente —rugió Darius, su voz resonando en el comedor—. Todos, fuera.
Thalrik, Adara e Iris se levantaron rápidamente y salieron de la habitación, dejando a Darius y Lyanna solos.
Darius se levantó de la mesa, con una furia que apenas podía contener. Tomó a Lyanna del brazo y la arrastró fuera del comedor, ignorando sus protestas.
La llevó a sus aposentos, cerrando la puerta con un golpe sordo. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad peligrosa.
—¿Qué quería decir Iris? —rugió Darius, su voz cargada de celo—. ¿Qué clase de "viejos tiempos" compartiste con Adrian?
Lyanna lo miró con sorpresa, pero también con una chispa de desafío.
—No tienes derecho a hablarme así, Alfa —dijo Lyanna, su voz temblorosa pero firme—. Mi pasado no es asunto tuyo.
Darius se acercó a ella, su furia alimentando su deseo. La tomó del rostro y la besó con una ferocidad posesiva, una réplica del primer beso que le dio. Lyanna, para su sorpresa, correspondió al beso. Un deseo innegable, reprimido hasta ese momento, se encendió entre ellos.
Pero el celo de Darius era una llama voraz. Se apartó bruscamente y mordió el hombro de Lyanna. Un gemido de dolor escapó de sus labios.
—Darius... —susurró Lyanna, intentando apartarse.
—No te muevas —ordenó Darius, su voz ronca—. Quiero verte.
La empujó hacia la cama y la observó con una mirada dorada, intensa, casi líquida.
—Desnúdate para mí —dijo Darius, su voz autoritaria.
Lyanna se resistió. El miedo y el deseo luchaban dentro de ella.
—No...
—Si aprecias ese bonito vestido, Lyanna —dijo Darius, señalando su atuendo—, te desnudarás para mí.
Lyanna lo miró, desafiante, pero al final, cedió. Lentamente, se quitó la ropa. La mirada de Darius se llenó de deseo al ver su hermosa piel, su cuerpo perfecto.
—¿Te vio Adrian así? —preguntó Darius, su voz un murmullo, pero el celo aún presente.
Lyanna negó rápidamente.
Darius recogió la ropa del suelo y se la arrojó a Lyanna.
—Vístete —ordenó, su voz autoritaria.
Lyanna obedeció, temblando ligeramente. La forma en que Darius la había mirado, la mezcla de deseo y posesión, la había asustado y excitado a partes iguales. Era una sensación confusa, aterradora, porque ella lo odiaba desde que se casaron.
Darius se levantó y se alejó de ella.
—Los Velkan llegan en la próxima luna llena —dijo Darius, su voz fría, como si nada hubiera pasado—. Y te advierto, Lyanna. No te quiero cerca de Adrian. Si lo veo tocarte, le arrancaré la cabeza.
El futuro se cernía sobre ellos, cargado de tensión, deseo y la inminente llegada de los Velkan.