El Dominio de Darius

Capítulo 20: El Rostro de la Preocupación

Darius regresó al Castillo de Plata, cubierto de sangre, su rostro impasible, pero sus ojos dorados brillando con una furia contenida. Entró a sus aposentos reales, donde Lyanna lo esperaba ansiosamente.

Lyanna, que había estado esperando su regreso, sintió que su corazón se detenía al verlo. El miedo la inundó al instante. La sangre que cubría su cuerpo, aunque no era suya, le hizo temer lo peor.

—¿Estás herido? —preguntó Lyanna, su voz temblorosa, dando un paso hacia él sin pensarlo. —Kael, trae a Elara —ordenó Lyanna, refiriéndose a su dama de compañía—. Y que traiga agua tibia y paños limpios. Rápido

Sus ojos azules recorrían su cuerpo en busca de heridas, sin importarle la sangre que lo manchaba.

Darius se detuvo, sorprendido por la reacción de Lyanna. Por primera vez, sintió una extraña calidez en su pecho, una emoción que no reconocía. La preocupación genuina en sus ojos, la forma en que se había acercado sin dudar, lo conmovió profundamente. No dijo nada, no le aclaró que la sangre no era suya. Quería ver hasta dónde llegaría la joven.

—Dime, Darius —insistió Lyanna, su voz ahora más firme, pero con un toque de urgencia—. ¿Dónde te han herido?

Darius permaneció en silencio, observándola.
Lyanna se volvió hacia Kael, que había entrado seguido de Elara, su dama de compañía, que llevaba una palangana con agua tibia y paños limpios.

—Gracias, Kael —dijo Lyanna con un ligero asentimiento de cabeza. Luego se dirigió a Elara —. Coloca eso en la mesa, por favor.

Darius la observó mientras daba las órdenes con una autoridad que no le había visto antes. La luna llena aún brillaba intensamente a través de las ventanas, y su influencia se sentía en la tensión que vibraba entre ellos, en la electricidad que recorría el aire.

Lyanna se acercó a Darius y lo tomó del brazo, guiándolo hacia la cama. Él la siguió en silencio, observándola con atención.

Una vez dentro de la habitación, Lyanna cerró la puerta y se volvió hacia él.

—Siéntate —dijo Lyanna, señalando la cama.

Darius obedeció, aunque con cierta renuencia, sintiendo la mirada intensa de Lyanna sobre él.

Lyanna se acercó a él con cautela, su mano temblando ligeramente mientras intentaba abrir su jubón de cuero, una prenda ajustada y finamente elaborada con bordados de plata, típica de los hombres de su época.

Darius la observó con atención mientras ella abría lentamente la prenda, revelando su pecho fuerte y musculoso. Sus manos se movían con cuidado, limpiando la sangre con los paños húmedos. La luna llena parecía intensificar el brillo de su piel pálida y el azul profundo de sus ojos.

Lyanna se sorprendió al ver el cuerpo de Darius. Era diferente a lo que había imaginado. Las cicatrices que surcaban su piel contaban historias de batallas y fuerza, y la musculatura de su pecho era imponente. Sintió un calor inusual al rozar su piel caliente, una sensación que la perturbaba y la atraía al mismo tiempo. La influencia de la luna llena se manifestaba en una extraña corriente que recorría su cuerpo, conectándola con este hombre que tanto odiaba y que, sin embargo, despertaba en ella una curiosidad innegable.

Darius no dejaba de observarla. No decía nada, pero sus ojos dorados estaban fijos en cada uno de sus movimientos. Sentía una mezcla confusa de emociones. La preocupación genuina de Lyanna lo conmovía profundamente, pero también despertaba en él una posesividad que lo desconcertaba. El deseo, exacerbado por la luna, se mezclaba con una necesidad incomprensible de su cercanía, de su tacto. En su mente, una pregunta resonaba: ¿Está fingiendo? ¿O realmente se preocupa por mí?

La respuesta, en ese momento, parecía inclinarse hacia la sinceridad. La delicadeza en sus manos, la intensidad en su mirada, la hacían parecer... diferente. Y eso, por primera vez, conmovió algo dentro de él, derribando ligeramente las murallas que había construido alrededor de su corazón.

Cuando Lyanna terminó de limpiar la sangre y comprobó que Darius no tenía heridas, se apartó de él con un suspiro de alivio, pero también con una expresión de molestia.

—Podrías haberme dicho que estabas bien —dijo Lyanna, su voz cargada de reproche—. Me has asustado sin necesidad.

Se giró para alejarse, pero Darius reaccionó con rapidez. La tomó del brazo y la atrajo hacia él con una fuerza que la sorprendió, pero con una suavidad que la dejó sin aliento.

—No te vayas —susurró Darius, su voz ronca y cargada de una intensidad contenida—. Quédate conmigo.

Y luego, la besó. No fue un beso brutal y posesivo como los anteriores, sino un beso suave y exploratorio, una invitación a la intimidad. La luna llena pareció contener la respiración mientras sus labios se encontraban, uniendo la luz y la oscuridad en un solo instante.

Lyanna, aunque sorprendida, correspondió al beso. El deseo, reprimido y negado durante tanto tiempo, finalmente encontró una salida, alimentado por la influencia de la luna y la cercanía inesperada. La atracción entre ellos era innegable, una fuerza que los arrastraba a ambos a un territorio desconocido.

Darius profundizó el beso, su lengua explorando la suavidad de la boca de Lyanna. Ella gimió suavemente, sus manos aferrándose a sus hombros. La ropa entre ellos se volvió un estorbo, una barrera que impedía el contacto directo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.