Crystal
Lo que recibo al llegar al palacio es una bofetada de la reina.
Conservo la cabeza en alto; el dolor en mi mejilla arde y también duele. Este acto, por parte de ella, sería muy escandaloso, por eso, al llegar al palacio, la reina mandó a la jefa de las sirvientas a acercarme a sus aposentos, para tener la privacidad de castigarme como a ella le guste.
La reina, con sus ojos marrones y el cabello castaño —idéntico al cabello de Daelyn — me mira con severidad. Su vestido, perfectamente ceñido, y su porte elegante intimidan, aunque no tanto como el del rey.
—El rey te da mucha libertad para hacer lo que te dé la gana, pero esto sobrepasó el límite. ¡Eres una princesa y compórtate como tal!
No digo nada porque quiero que esta llamada de atención termine lo más rápido posible para ver la condición del bebé leopardo.
—En un mes cumplirás 18 años, ya no eres una niña. ¿Por qué no puedes ser como Onnie? Si ella estuviera viva sería una perfecta princesa y una excelente hija.
Eso me dolió.
—Lamento haber llamado a los soldados por una falsa alarma de ataque hacia mí. No volverá a pasar. Recibí un mensaje de que en el Valle Sagrado habían asesinado a muchos animales. Tenía que confirmar si ese mensaje era verdad, madre —me sorprende que el sonido de mi voz sea tan firme.
Por dentro, sin embargo, estoy aguantando las ganas de llorar. Ya no quiero estar aquí; necesito ver al bebé leopardo.
—¡Ese no es tu deber! ¡Ponerte en peligro no es tu deber!… Creí que serías una buena candidata para ser reina, pero veo que no estás preparada. Tenía fe en ti, Crystal… supongo que siempre serás una princesa.
Lo sabía. Sus intenciones nunca fueron que yo fuese reina de este país. No quiere que le quite su corona porque desea dársela a Daelyn. Sin embargo, por ser hija primogénita, tengo derecho a gobernar este país.
—No quiero contradecirla, su majestad, pero esta corona por derecho me pertenece, y la única que será por siempre princesa es Daelyn, ya que no la veo segura de casarse.
Otra bofetada en la misma mejilla. Llevo mi mano para comprobar si me dejó una herida.
—No digas mentiras. A diferencia de ti, Daelyn es más responsable y obediente que tú. ¡Guardias!
Las puertas se abren y entran haciendo una reverencia.
—Sí, su majestad.
—Acompañen a la princesa a sus aposentos y no la dejen salir hasta que yo lo ordene.
—Como ordene, su majestad.
Alzo la mano para que se detengan cuando se acercan a mí. Ellos obedecen.
—Puedo ir sola —digo.
—No, ellos te acompañarán.
Camino hasta la puerta y, antes de salir, volteo hacia ella.
—Cuando llegue el día de mi coronación, verá el gran cambio que haré en Bellatore.
Mi madre no dice nada; solo esboza una sonrisa sin gracia. No me cree capaz, pero le demostraré de lo que soy capaz.
Tengo un plan.
Salgo de los aposentos y Leela me está esperando. Les digo a los guardias que primero iré a curarme la herida en la cara. Es una verdad a medias: sí iré a curarme, pero más que nada quiero ir a ver al bebé leopardo.
Para llegar al lugar donde está el médico tengo que cruzar el jardín, que en el centro tiene una estatua de Heracles, en honor a ser descendientes de él. Luego debo ir al pabellón donde duermen los soldados.
Miro al cielo. Estamos en primavera… ¿por qué, de la nada, ahora hay solo nubes cargadas de lluvia?
Cuando estoy cerca de llegar a su lugar de trabajo, el doctor sale por la puerta muy apurado y llevando una maleta, seguido de la dama de compañía de Daelyn.
Ella siempre está llamando la atención.
La princesa Daelyn siempre la consideré débil en todos los sentidos. Nunca será reina aquí; si quiere serlo, deberá casarse con el príncipe heredero sino quiere vivir en la calle antes de que yo sea reina, porque si no lo hace, cuando llegue mi coronación le quitaré su título y la desterraré del reino.
Me giro hacia los guardias.
—Esperen aqui y, Leela, acompañame adentro..
#22813 en Fantasía
#46327 en Novela romántica
fantasia romantica, diosas, guerra peleas ira conflictos poder
Editado: 12.08.2025