El don de Flora (editando)

6.Sinceridad ✓

Daelyn

Cuando Laura me dio la noticia de mi hermana, me desmayé porque imaginé muchas cosas, entre ellas que estaba muerta. Fue una emoción demasiado fuerte para mí.

Me incorporé un poco en la cama y mi vista se dirigió hacia la persona que dormía, sentado en un sofá cerca de mí. Sentí un poco de decepción, porque creí que era Kalel.

Era el príncipe heredero: Remigio.

Cuando desperté, fingí seguir inconsciente. Escuché la conversación del rey con Remigio; hablaban sobre el compromiso y lo contentos que estaban de formar su alianza. Eso me entristecía. Sin embargo, también mencionaron que Crystal estaba viva, lo que me dio un gran alivio.

Después de un rato, mi padre y Remigio se marcharon, o al menos eso creí.

Mi último recuerdo era el beso que le di a Kalel, y mi tristeza se transformó en una risita que se me escapó al recordarlo. Necesitaba hablar con él.

—¿Se puede saber de qué se ríe, princesa?

Supuse que había despertado al príncipe, aunque una parte de mí sospechaba que no estaba dormido, ya que no me reí tan fuerte.

—No es nada importante. De hecho, me alegra que esté aquí...

—Disculpe que interrumpa, princesa, pero podemos llamarnos por nuestros nombres. Después de todo, nos vamos a casar —dijo muy contento.

En realidad, me pregunto cómo alguien como él puede aceptar casarse conmigo sin amor.

—Sobre eso quiero hablar contigo —respondí seriamente. Suspiré, como armándome de valor, y continué—: No quiero casarme contigo.

Su sonrisa desapareció; ahora lucía confundido.

—¿Puedo saber el por qué? —preguntó con seriedad.

Me levanté de la cama, alejándome un poco de él. Me acerqué a la puerta del balcón, buscando a Kalel en el jardín, pero solo vi a Hadrianus, el caballero de Crystal, que llevaba en brazos un animal... ¿sería un perro?

Sacudí la cabeza y me froté los ojos; tal vez mi vista me estaba engañando.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —pregunté. Ya era de noche.

—Cuatro horas. Pero no respondiste mi pregunta.

—Remigio, no quiero casarme contigo porque simplemente no te amo. No deseo un matrimonio sin amor —dije, evitando mirarlo—. Esa es la razón.

Después de un silencio, respondió:

—Yo tampoco la amo, Daelyn. No quiero forzarla a casarse conmigo; respeto su decisión y sus sentimientos. Sin embargo, como futuro rey necesitaré una reina, y usted es la indicada.

Me giré para verlo. Desde donde estaba pude observarlo de cuerpo entero: cabello rubio, ojos azules, alto y, debo admitirlo, apuesto.

—Le aconsejo que encuentre a otra princesa dispuesta a casarse sin amor. Ahora le pido que me deje sola, por favor.

—Nuestro compromiso está decidido y nada va a cambiar —dijo antes de salir de mis aposentos.

Supongo que no iba a hacer fácil convencerlo.

***

Algo extraño me estaba ocurriendo. Últimamente sentía una energía en los árboles, como si pudiera percibir sus sentimientos.

El día en que Remigio salió de mis aposentos, fui a dar un paseo por el jardín. También quería encontrar a Kalel; necesitaba hablar con él y confesar mis sentimientos. Ordené a Laura que no me acompañara, quería estar sola. Cuando decidí descansar en un banco, una sensación extraña me recorrió, tan rara que no supe cómo describirla. Me levanté y, al pasar junto a un árbol, sentí su tristeza. Suena extraño, pero así fue.

Con el paso de los días, cada vez que mis manos tocaban la naturaleza, esa energía regresaba. En ocasiones, incluso “revivía” flores marchitas. Comencé a sentir miedo, tanto que dejé de salir de mi habitación.

No quería hablar con nadie.

Tenía mucho miedo.

Si contaba lo que me estaba ocurriendo, pensarían que estaba loca. Algunas sirvientas me llevaban comida, y Laura me acompañaba solo cuando yo lo pedía. De mi familia, únicamente mi madre me visitaba; mi padre estaba ocupado con asuntos del reino y mi hermana... bueno, ella tampoco podía visitarme porque seguía castigada, encerrada en sus aposentos. Al final, las dos estábamos prisioneras: Crystal por meterse en problemas, y yo, por mis propios miedos.

Toda la noticia sobre mi hermana la supe gracias a Laura.

Kalel estaba de viaje. Mi padre lo había enviado a supervisar los pueblos que habían sido víctimas de los rayos.

Y, desde entonces, pase casi una semana sin salir de mi habitación. Sin embargo, cambie de opinión cuando encontré una carta sobre mi tocador que decía:

“Ve al reino Esmeralda; allí encontrarás tus respuestas.”

No tenía remitente. Me asustó un poco que alguien supiera lo que me estaba ocurriendo. No sabía qué hacer, pero ir al Reino Esmeralda era lo último en mi lista de opciones.

Así que fui a la biblioteca en busca de información. ¿Qué tenía de especial ese reino? Pasé semanas investigando. Descubrí que se distinguía por su exuberante vegetación, aunque ya no tanto, pues sus tierras se habían vuelto infértiles.

Seguí buscando más datos hasta que, sin darme cuenta, llegó el día en que el príncipe Remigio me visitaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.