El don de Flora (editando)

8.Sabía que eras tú

Daelyn

—Laura, dile a Remigio que venga a mis aposentos, por favor.

Laura estaba muy nerviosa. Sus manos temblaban mientras ponía las tazas de té en la mesa.

—Sí, princesa —hizo una reverencia y se fue.

Sé cuál es mi respuesta, lo tuve claro desde el inicio, pero, al parecer, al príncipe no le gusta que le digan que no. La puerta se abre y entra Laura.

—Princesa, el príncipe está aquí —anunció Laura.

—Hazlo pasar.

Remigio ingresó y Laura se retiró.

—Estoy aquí por su respuesta, princesa —su voz era seria.

Asentí.

—Pero antes de que me la dé, quiero decirle algo.

—Como guste, pero primero lo invito a tomar una taza de té —lo invité. Nos sentamos en la mesa.

—Antes de venir a sus aposentos me encontré con el rey, y me dijo lo feliz que estaba por nuestro compromiso, lo orgulloso que se sentía de que su hija Daelyn se casara conmigo. Entonces, supe enseguida que usted no le había dicho que no quería casarse conmigo —dijo, mientras tomaba la taza.

Me quedé observando su mano derecha con la que sujetaba la taza, exactamente el anillo que llevaba en el dedo: era de color azul, igual que sus ojos.

—Los únicos que saben que no quiero casarme con usted son mi hermana y mi caballero —respondí.

Dejó la taza sobre la mesa y se le dibujó una sonrisa sin gracia.

—Kalel, así se llama, ¿verdad?

—Sí, así es… ¿cómo lo sabe? —pregunté. De repente tuve una mala sensación.

—Al lado del rey estaba un caballero. Me lo presentó y me dijo que se llamaba Kalel. Cada vez que el rey mencionaba su nombre, noté que él se ponía nervioso. ¿Usted y ese caballero tienen una relación amorosa?

Acabo de darme cuenta de que el príncipe es muy intuitivo. Debo tener cuidado con él.

—No, claro que no —dije, mirándolo a los ojos—. Príncipe, le recuerdo que usted está aquí por mi respuesta, y sigue siendo la misma. Me haré responsable de darle la noticia yo misma a mi padre.

Otra vez esa sonrisa.

—Príncipe, le agradezco por considerarme alguien digna de ser su esposa, pero solo me casaré con la persona que amo. Deseo con todo mi corazón que usted encuentre a su verdadero amor. Rezaré a los dioses…

Se rió, esta vez con gracia.

—Princesa… —se puso de pie y caminó hasta quedar muy cerca de mí. Su rostro estaba a escasos centímetros del mío—. Yo soy… —negó con la cabeza—. Tú y yo nos casaremos —dijo con calma, acariciando mi mejilla—. Hablaré con el rey para que prepare la fiesta de compromiso mañana.

—Remigio, me prometió que aceptaría mi respuesta. Cumpla con su palabra —dije molesta, apartando su mano de mi rostro. Justo en ese instante la puerta se abrió, sobresaltándome. Kalel entró, inclinándose primero ante Remigio y luego ante mí.

—Disculpe la interrupción. Príncipe Remigio, el rey solicita verlo en sus aposentos.

Aproveché para retirar su mano de mi cara y me acerqué a Kalel, intentando decirle con la mirada que no era lo que parecía. Sin embargo, él no me miró; solo observaba a Remigio.

—Iré enseguida, pero antes quiero agradecerte por cuidar a mi futura esposa —se acercó—. Como sabrás, mañana es nuestro compromiso, y la boda será un mes después de su cumpleaños número dieciocho. —Dicho esto, me rodeó la cintura con un brazo. Lo miré molesta y retiré su brazo con brusquedad.

—¡¿Qué está dicien…?! —me interrumpió con un beso.

Después todo pasó muy rápido ante mis ojos.

Kalel lo golpeó en la mejilla tras besarme. Remigio le devolvió el golpe, pero Kalel lo esquivó. Antes de que la situación empeorara, una energía recorrió mi cuerpo y de pronto unas lianas se aferraron a ambos, haciéndolos caer al suelo y separándolos. El miedo me invadió mientras pétalos de flores llenaban mis aposentos.

Soy un monstruo.

Escuché truenos, lo que me puso aún más nerviosa. ¡No quería que me vieran así! ¡¿Por qué me pasaba esto?! ¡Que se detuviera, por favor!

—Daelyn, mírame —abrí los ojos para ver a Kalel. Era la primera vez que me llamaba por mi nombre—. Ya pasó, no te asustes —dijo, abrazándome.

Sus palabras me tranquilizaron y le devolví el abrazo. Me sentía cómoda a su lado, casi olvidando la pelea con Remigio.

Un ruido me hizo volver a la realidad. Algo cayó cerca de la puerta. Remigio estaba allí. Nos miró, o mejor dicho, me miró, y dijo lo siguiente:

—Sabía que eras tú.

Y después se fue.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.