12.Afrodita

La luz del sol y el cacareo de una gallina me despiertan. Me encuentro acostada en una cama muy dura.

¿Dónde estoy?

—Despertaste, Flora —la voz proviene de una mujer apoyada junto a la puerta.

¿Cómo sabe mi verdadero nombre?

—¿Quién eres?

—Afrodita, diosa del amor y de la belleza, está frente a ti.

Mi madre no mentía cuando me hablaba de la belleza de la diosa Afrodita. Lo primero que me llama la atención es el largo de su cabello, que cae hasta sus caderas. Es un rubio muy claro, distinto al de mi madre, que lo tiene más oscuro, aunque ambas lo comparten ondulado.

Dejando de lado el cabello, lo que más impacta son sus ojos: dos diamantes azules, brillantes. Es muy delgada, su piel extremadamente clara… y su vestido…

Es en ese momento me doy cuenta de que lleva puesto un vestido blanco muy largo que roza el suelo. Lo que más resalta es su escote: demasiado pronunciado, mostrando generosamente sus senos.

—Estoy acostumbrada a que me miren. No te culpo; yo misma a veces no me canso de contemplarme de lo hermosa que soy —dice Afrodita con una sonrisa amable.

Eso me recuerda que no fue nada amable la forma en que me trató en mis aposentos. Observo el lugar en donde estoy: una cabaña humilde.

—¿De verdad eres la diosa Afrodita? —me cuesta creerlo.

—La pregunta me ofende… pero sí, soy yo —responde, haciendo una reverencia y alzando un poco su vestido. Sus pies están descalzos.

—Disculpa si la hice sentir así, pero… hace un momento usted parecía una niña idéntica a mi hermana.

—Te refieres a la hechicera Honey —dice sonriendo.

—¿Qué? ¿Usted conoce a mi hermana? Entonces… ¿significa que no está desaparecida? Pero… ¡¿por qué no volvió al castillo?! ¿Dónde estuvo viviendo? ¿Cómo que se volvió una hechicera?

—Son demasiadas preguntas, y me da flojera responder —bosteza con descaro—. Además, no soy la persona indicada para contestarlas. Solo ella puede hacerlo.

—Entonces llévame con ella. Necesito verla, por favor —digo mientras me levanto de la cama.

En ese instante, la puerta se abre y un hombre entra. Su rostro me resulta familiar.