El don de Flora (editando)

Especial Navidad

Hace 10 años.

—¿A dónde vamos, hermana? —pregunta Daelyn mirando por la ventana del carruaje.

—No me digas hermana —contesta Crystal sin dejar de leer su libro.

—Daelyn, estamos yendo a Tebas. ¡A entregar regalos a los niños! —responde Onnie muy alegre.

¡Regalos! pensó Daelyn. A ella le gustaban los regalos.

—¡Oh! ¿Me darán también uno? —Daelyn esperaba que dijeran que sí.

—No —responde Crystal de manera cortante. Cierra su libro y mira seriamente a su hermana adoptiva.

—Estos regalos son para los niños pobres… así como tú lo eras… ¡AY!

Onnie, que estaba sentada a su lado, le dio un pellizco disimulado en el brazo. Crystal, justo cuando iba a jalarle el cabello a su hermana, escuchó a Daelyn llorar. Ambas voltearon hacia adelante, donde ella estaba sentada.

Daelyn lloraba por la forma en la que le habló Crystal. No era la primera vez que se burlaban de ella por ser adoptada y por haber sido pobre. Sin embargo, no entendía por qué su hermana le hablaba como si la odiara. Onnie se sentó a su lado y la abrazó para consolarla. Crystal, aunque se sintió un poco triste, no quería mostrarlo; no era su intención hacerla llorar.

—No pienso disculparme. Lo que dije es verdad —dijo molesta Crystal, abrió su libro y continuó leyendo.

El carruaje se detuvo, lo que significaba que habían llegado a Tebas.

Las tres niñas bajaron, cada una acompañada por sus caballeros. Daelyn, al ver cómo la nieve bañaba todo el lugar, olvidó el mal rato vivido en el carruaje.

—¿Estuvo llorando, princesa Daelyn? —preguntó el caballero Daniel.

Daelyn asintió con la cabeza.

El caballero se agachó para estar a su altura.

—Tengo un regalo para usted.

La princesa abrió mucho los ojos, sorprendida y feliz. El caballero sacó de su cuello un collar con una gema verde y se lo colocó.

—Muchas gracias, caballero Daniel.

Ese regalo era para que la princesa siempre lo recordara, porque al día siguiente él sería ascendido a líder de los caballeros y ya no podría ser su guardián.

Mientras tanto, Onnie y Crystal jugaban lanzándose bolas de nieve con los demás niños. Los reyes, que habían llegado antes que ellas, conversaban con algunos caballeros organizando la seguridad. Daelyn se unió a los juegos con sus hermanas, lo cual no fue del agrado de Crystal.

Pasado un rato, todos entraron a la iglesia donde se haría la repartición de juguetes. El sacerdote agradeció a los reyes y, tras unas palabras de ellos, comenzó la entrega.

Al llegar la noche debían regresar al castillo. Todos los niños estaban felices, y Daelyn también. Era la primera vez que presenciaba un festival dedicado solo a niños como ella. Le hubiera gustado que su amigo estuviera allí para recibir un regalo.

De repente, una idea se le vino a la mente. Salió del carruaje corriendo en busca de su caballero.

—Caba…llero Dani…el —jadeaba, casi sin aire.

—¿Sucedió algo, princesa? —preguntó asustado el caballero.

—Necesito un regalo… es para un amigo.

El caballero sonrió, aliviado al ver que no era nada grave.

—Se acabaron los regalos, princesa —dijo, antes de retirarse porque lo habían llamado.

Daelyn bajó la cabeza, triste, y regresó caminando al carruaje. Onnie, al verla así, le preguntó qué sucedía, y ella le contó su problema.

—Yo tengo uno. Quizás esto le guste —dijo Onnie, mostrando un muñeco hecho de tela fina.

La alegría volvió al rostro de Daelyn.

—¡Gracias, Onnie! —la abrazó con tanta fuerza que casi le quita la respiración.

—Silencio —interrumpió Crystal, recostada, deseando dormir un rato tras tanto juego.

—Lo siento —se disculpó Daelyn.

—¿Cuándo le darás el regalo? —preguntó Onnie después de recuperar el aliento.

—No lo sé. Será cuando nos encontremos.

—Al menos dime su nombre —pidió impaciente.

Crystal, con los ojos cerrados, escuchaba atenta a la conversación.

—Su nombre es Einar.




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