Crystal
—¿Cómo? No entiendo. Entonces, ¿por qué aceptó casarse conmigo si usted ama a alguien? —pregunté.
—Rani es una plebeya. El rey no aceptará que me case con ella —dijo tristemente.
—Entiendo al rey. A mí no me gustaría que mis hijos se casen con alguien de clase baja. Escuche: yo no quiero casarme con usted, pero tengo que hacerlo porque es mi deber como futura reina. Debe dejar de lado sus sentimientos y enfocarse en sus responsabilidades.
El príncipe me observa confundido. ¿Acaso dije algo extraño? Abre la boca para decir algo, pero luego la cierra. Su gesto me da un poco de risa, aunque lo disimulo.
—¿Príncipe? —pregunto cuando se queda viéndome por un buen rato. En ese momento me fijo en su apariencia: hay dos cosas que resaltan en él; su cabello negro, ondulado, y su piel color canela.
—Por si acaso… ¿a ti no te gusta alguien? —pregunta muy curioso.
—No.
—¡Oh! ¡Ahora tiene sentido! —su rostro es de sorpresa, como si hubiera descubierto algo desconocido.
—¿Disculpe? ¿No le entiendo?
—Entenderás cuando te enamores —acaricia mi cabello suavemente, como si fuera un animal— pero no de mí —sonríe.
Retiro su mano de mi cabello de manera violenta.
¿Entenderé cuando me enamore? ¿Qué es el amor? Nunca tuve curiosidad sobre ese tema, no investigué. Solo sé que no hay beneficio en el amor.
—Nunca me enamoraré de nadie, incluyendo de usted. Será mi esposo nada más, seremos reyes y tendremos hijos para que hereden nuestro reino —digo con seguridad.
Su expresión ahora es de enojo y tristeza. Él es muy expresivo.
—Hay algo ahí que te faltó: Rani será mi concubina.
—No puede. En mi reino está prohibida la infidelidad. Parece que se le olvida que su reino necesita a los soldados del mío para protegerse de la invasión. Su reino es débil y, a pesar de que llevan la sangre del dios Orfeo, no los hace fuertes. Si hace que esa plebeya sea su concubina, se termina el acuerdo.
—Se llama Rani, no “plebeya” —me corrige, defendiendo su postura—. Terminaré con ella antes del casamiento —su voz se quiebra.
—Ahora le pido que se retire. ¡Ah! Antes que se vaya le responderé su pregunta.
—¿Qué pregunta?
—Del porqué estoy aquí, en su reino. Vine aquí por usted. Quería saber qué tipo de hombre será mi esposo y… —suspiro— me siento decepcionada.
—El sentimiento es mutuo. Vine a su habitación para darle esto. —Saca de su bolsillo una cajita—. Es un cofre musical. Si lo abre sonará una melodía que le hará dormir tranquila. —Al ver que no recibo el presente lo deja en mi tocador.
Sus ojos verdes son lo último que veo antes de que se retire de mi habitación.
A la mañana siguiente mi dama de compañía golpea la puerta muy fuerte.
—Princesa Crystal, despiértese. Tengo mensajes del rey y la reina. Me dijeron que es importante.
Me incorporo de la cama aún con los ojos cerrados. Bostezo.
—Puedes entrar… —ya abrió la puerta. Casi corriendo llega a mí y me entrega dos cartas.
Abro la carta con el sello del rey y comienzo a leer: me cuenta que el compromiso no se cumplió, que la princesa Daelyn ha sido secuestrada y que vendrán más soldados a este reino para mi seguridad.
Por último, leo la carta de la reina. Sus palabras son tan dolorosas… me cuenta que no puede soportar perder otra hija y que también está esperando un hijo.
Rompo la carta. Si ese bebé nace varón perderé mi derecho como princesa heredera.
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Editado: 12.08.2025