El don de Flora (editando)

26. Almas

Daelyn

De nuevo aquí.

Me fijo, con cuidado de no ser vista, para comprobar si Afrodita y Ares siguen ahí, pero ya no están. Debieron irse mientras yo estaba perdida en mis pensamientos.

Vuelvo a acomodarme y cierro los ojos, ignorando que él está aquí… de nuevo. Sin embargo, no puedo. Abro los ojos y lo veo, parado frente a mí, mirándome seriamente.

—¿Te gusto? ¿Estás enamorado de mí? —pregunto molesta—. Ni Kalel ni mi dama de compañía me seguían a cada momento como tú lo haces.

—Yo no… quizás el dueño de este cuerpo sí —responde, mirándose a sí mismo.

¿Qué?

—¿Cómo? No te entiendo.

—Un secreto por otro secreto, es lo justo —asiente varias veces—. Daelyn…

—Princesa Daelyn para ti —le recuerdo.

—Seré sincero —continúa—: yo no soy alguien normal. Este cuerpo no es mío; le pertenece a alguien que murió hace muchos años. Creo que este cuerpo te conoce, porque cada vez que estoy cerca de ti siento algo que nunca había sentido. No sé si es amor, amistad, atracción, pasión… ¡no lo sé! Solo sé que este cuerpo quiere estar a tu lado y eso me molesta, porque interfiere con mi trabajo.

Me quedo en silencio procesando sus palabras. Lo que dice no tiene nada de sentido. ¿Su cuerpo no le pertenece? ¿Qué quiere decir con eso?

—¿No vas a decir nada? —pregunta desesperado.

No respondo. ¿Qué debo decir en una situación así? “Este cuerpo no es mío…”

—Si es cierto lo que dices, ¿de quién es el cuerpo? —pregunto, esperando que no sea de quien estoy pensando.

—De un niño que murió de hambre. Hades puso mi alma en el cuerpo del niño y su alma…

—¿Dónde está?

—En el Inframundo.

Tengo la sospecha de que ese cuerpo es de mi amigo de la infancia.

—¿Dónde está tu cuerpo? ¡Ese no es tuyo! ¡Devuélveselo a mi amigo! —grito enojada, sin darme cuenta de que me había puesto de pie.

—¿Tu amigo? No te dije el nombre. Tranquilízate, por favor —intenta acercarse de nuevo. Le agarro la muñeca, impidiéndolo. Por primera vez no retrocedo y me sorprendo de mí misma.

—Tu trabajo es llevarme al Reino Esmeralda, pero antes iremos a otros lugares. Iremos a Aray, luego al reino de mi prometido y, por último, me llevarás donde Hades.

Él se ríe.

—¿Por qué te haría caso? Este lugar no es tu reino y yo no soy tu caballero —dice, seguro de sí mismo.

—Tienes razón, Orión —suelto su muñeca y acaricio su barbilla con delicadeza—. No eres mi caballero. Quiero que seamos amigos y los amigos deben estar juntos, apoyándose mutuamente. Comencemos de nuevo. Yo te ayudaré a que no sientas nada por mí; para eso necesito que me lleves a esos lugares.

Parece pensarlo.

—¿Cómo estás segura de que yendo a esos lugares me ayudará? —susurra en mi oído. De repente siento una sensación agradablemente peligrosa.

Me separo un poco de él porque necesito verlo a los ojos.

—Tenemos que pasar tiempo juntos; así te darás cuenta de cuál es el sentimiento que ese cuerpo siente por mí. La verdad, yo creo que es amistad.

—¿Y si no es?

—Si te refieres al amor, entonces te romperé el corazón, porque yo amo a alguien.

—¿Ese alguien se llama Kalel?

Asiento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.