El don de Flora (editando)

28.Entrenamiento de Daelyn- parte 2

Daelyn

Ambas están delante de mí: la diosa Perséfone y la diosa Deméter, madre e hija.
Debo ser la persona más afortunada por conocer a tres diosas del Olimpo. En realidad, serían cuatro, si cuento también al dios Ares.

Perséfone, digna señora de la naturaleza y del inframundo, representa ambos mundos en cada detalle de su cuerpo y su atuendo: su cabello negro como la noche cae en ondas hasta rozar sus rodillas, recordándome a las olas agitadas del mar. Su vestido, tan largo que oculta sus pies, parece tejido con hojas y pétalos. Lo único que adorna su frente es una corona rebosante de flores rojas.

Deméter, la diosa de la primavera, tiene un aspecto más sencillo en comparación. Viste un holgado vestido claro y su cabello castaño, lacio y suave, se recoge en una trenza que forma una especie de diadema. No aparenta ser alguien mayor; más bien tiene la frescura de una mujer de treinta años.

Por primera vez hago una reverencia, mostrando mis respetos más sinceros.

—Encantada de conocerlas. Mi nombre es Daelyn Heracles, del reino Bellatore.

Enseguida pienso que debería dejar de presentarme así. Al abandonar mi reino también dejé atrás ese apellido.

—Pueden llamarme… eh… ¿Flora? —es el nombre que me dieron mis verdaderos padres.

—Flora es un hermoso nombre —responde Deméter con una sonrisa—. Haces honor a tu don.

Su cumplido me hace sentir feliz.

—Ya que terminamos con las presentaciones… —interviene Afrodita—. Deméter, necesito hablar contigo a solas.

—De acuerdo —acepta la diosa de la primavera.

Ahora solo quedamos tres: Perséfone, Orión y yo.

—Afrodita me dijo que destruiste su isla —comenta Perséfone con calma.

Me sonrojo de vergüenza; aunque su voz es suave, siento como si me estuviera reprendiendo.

—En realidad fue mi culpa, Perséfone —interrumpe Orión—. Yo hice que ella liberara su poder.

—¿Qué? —exclamo incrédula.

—Sigues siendo un niño travieso, Orión —dice la diosa mientras se acomoda en un sillón—. ¿Cómo te está tratando el mundo humano?

Parece que se conocen desde hace tiempo, por la confianza con la que le habla. Ah… ahora entiendo. Orión me dijo que conocía a Hades, así que es lógico que también conociera a Perséfone.

—Me enamoré de ella —me señala sin dudar—. Así que supongo que bien.

¿Qué…? Otra vez, ¿qué?
Orión se acerca y me rodea con sus brazos.

—Quiero tu bendición, Perséfone, para que Flora y yo seamos una pareja unida por generaciones. No serás mi madre de verdad, pero siempre te he considerado como una.

Su voz es seria, no parece estar bromeando.

¿Madre? ¿Bendición?

—Orión, ¿qué estás diciendo? —intento apartarme, pero su abrazo es firme.

—Orión —Perséfone se levanta y se acerca. Me toma de la mano y me aparta de él con suavidad. Él me suelta, resignado.

El silencio cae sobre nosotros. Finalmente, la diosa vuelve a su sitio.

—No necesito ser la diosa del amor para saber que Flora no siente lo mismo que tú.

—Por ahora —responde él con obstinación.

De repente, Afrodita y Deméter regresan a la habitación.

—Flora, tu entrenamiento comienza ahora —anuncia Deméter, tomando mi mano con decisión y sacándome de la sala.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.