El dragón de jade

I


A la derecha de Alyssa, Winston (un precioso ternero de pelaje dorado) empezó a llorar.

Habían pasado ya dos días y tres noches desde que escapó de casa; sus padres ya deberían de haber emitido una alerta Amber para encontrarla.

A nueve semanas de ser mayor de edad, Alyssa Pendragon fue a un funeral para encontrarse con que el difunto le había legado toda su fortuna y como todas las cosas en su vida, no le duró mucho el gusto.

Aparentemente, el hermano de su padre era millonario (lo que explicaba por qué Alyssa nunca lo había visto y su padre tampoco hablaba nunca de él). Aquél pequeño magnate de las micro inversiones que fue ejecutado mientras cerraba un trato en Xalapa dejó escrito en su testamento y última voluntad que la única heredera de su fortuna sería Alyssa Pendragon.

El abogado se lo dijo en el funeral de su tío; Dominico Pendragon. El único problema era que lo hizo frente a sus padres.

Su padre inmediatamente dijo que ya pasarían después del funeral a apropiarse de la fortuna de su hermano, pero el abogado negó suavemente con la cabeza.

— La herencia es solamente de Alyssa Pendragon y nadie más que no sea Alyssa Pendragon podrá hacer uso de ella.

— Bueno, pero la mocosa todavía es menor de edad - Replicó Enrico, su padre - ¿No se supone que nosotros administraremos la fortuna en lo que ella cumple los dieciocho?

El abogado había adoptado una postura un poco más severa tras escuchar al odioso padre de Alyssa; ella estaba totalmente segura de que si se lo proponía, él, su madre y su hermana podrían gastarse toda una fortuna en dos meses si eso significaba no tener que dejarle nada a ella; se apropiarían de los coches, venderían la casa en partes, gastarían todo el dinero en estupideces... como si no los conociera.

— Tengo entendido que la señorita Pendragon - Alex, su hermana recientemente declarada trans, hinchó el pecho antes de que el abogado aclarase que se refería a Alyssa - Cumplirá la mayoría de edad en dos meses. Yo soy el único custodio de la herencia del señor Dominico, su hermano - Había contestado el hombre con solemnidad, observando despectivamente a Enrico, el padre de Alyssa.

— Idioteces, lo que pasa es que no quiere darnos el dinero. ¿Por qué Dom le daría todo su dinero a esta estúpida y no a su propio hermano.

Alyssa apretó los puños al escuchar a su padre insultarla ya por segunda vez en aquella conversación, sin embargo, le temía lo suficiente a su padre como para demostrar que le ofendía aquél trato. Su madre no era mucho mejor; eran todos unos convenencieros, violentos en alguna que otra ocasión, cuando menos. Su hermana creía que por no ser estrictamente heterosexual tenía todo el derecho a ser misógina sin ser juzgada por ello.

— De seguro que le prometió algo esta mocosa si usted le daba la fortuna a ella, ¿no?

El abogado se había ofendido y se notaba a leguas, pues su profesionalismo había quedado en entredicho.

— Me temo que no tengo más que hablar con usted, señor Pendragon. Le dejo aquí la copia completa del testamento de su hermano por si gusta examinarlo.

Obviamente su padre la castigó encerrándola en su cuarto pese a que ella ni siquiera intervino en lo absoluto; muy en el fondo, Alyssa se había dicho a sí misma que eso era lo mejor, pues si su padre volvía a emborracharse como le encantaba hacer,...

Obviamente su padre la castigó encerrándola en su cuarto pese a que ella ni siquiera intervino en lo absoluto; muy en el fondo, Alyssa se había dicho a sí misma que eso era lo mejor, pues si su padre volvía a emborracharse como le encantaba hacer, ella sería la más lejana a él y por ende, preferiría golpear al resto de sus familiares y la dejaría en paz por una vez.

Sin embargo, eso no se quedaría así. Alyssa tenía un par de ganzúas hechas a mano con alambres y resistol 5000 que aún no había tenido que usar. Sin embargo, Alyssa supo enseguida que ese era su momento.

Esperó a la noche, cuando su padre se pondría bastante ebrio y calculó el tiempo justo antes de que aquél odioso hombre cayese dormido; entonces fue cuando Alyssa abrió la puerta con una maleta de hombro. Sus ahorros estaban dentro, pero no pensaba irse tan lejos con su propio dinero. Fue a hurtadillas a la habitación de sus padres a sabiendas de que su madre habría salido de casa esa noche para evitar ser golpeada.

A Alyssa le supo un poco mal por la estúpida de su hermana, pero ya estaba harta. Hurtó la billetera de su padre y sacó la tarjeta de crédito y los billetes de altas denominaciones que había dentro. Tras pensarlo mejor, decidió que sería mejor robarse todo el dinero de la cartera.

Alex debía estar encerrada en su propio cuarto, hablando con su novio. Alyssa aprovechó para salir y dejar la puerta abierta, pues ya no le importaba mucho perder el tiempo en detallitos así.

Dispuesta a despilfarrar un poco el dinero de su odioso padre antes de llegar a su destino, paró al primer taxista que encontró en la calle y le ofreció cien pesos por llevarla al centro comercial más cercano, a menos de seis cuadras de distancia. El taxista accedió, emocionado por aquella extraña oportunidad caída de la nada.

Alyssa disfrutó aquél corto viaje; no solo el taxista no le preguntó nada, sino que además también le pudo dejar el cambio a aquél sujeto, acción que le habría sido imposible de seguir viviendo bajo el yugo de sus padres, quienes contaban hasta la última monedita siempre. Le habían impedido tener ahorros así, sin contar que empezaron a "pedirle prestado" su dinero también. Por eso Alyssa tenía un ahorro secreto guardado donde su familia no habría revisado nunca.




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