El dragón de jade

II


Para cuando llegó el camión, Alyssa ya había descansado lo suficiente; acostumbrada a dormir en cortos intervalos y despertar con el mínimo ruido, Alyssa descansó a la perfección durante aquella hora al interior del autobús. Cuando menos, descansó mejor que cuando pestañeaba al viajar en metro a diario.

El conductor subió y la vio ya despierta a bordo.

— ¿Vas a...

— Cóbrese - Contestó ella, ofreciéndole un billete al señor.

— Sí, está bien - Alcanzó a decirle aquél hombre, un poco desconcertado al ver a aquella chica viajando sola tan temprano y camino a La Ciudad.

— ¿Usted pasará cerca del distrito de Serra? - Quiso saber Alyssa.

— A tres calles de la catedral, señorita - Le dijo el señor - Pero si no hay tránsito ni pasajeros, podría desviarme un poco.

— No, descuide.

— Ya salimos entonces.

Nadie más subió a aquél bus en esa parada. El conductor cruzó el puente que la llevaría a su destino. Alyssa recordaba a la perfección las calles en aquél extremo de su ciudad, pues había nacido y crecido ahí, aunque estudió el último año y medio de preparatoria fuera.

— ¿Usted viene de fuera, señorita?

Ella asintió.

— Se debe haber ausentado un largo tiempo.

Alyssa reprimió las ganas de preguntarle al conductor cómo sabía eso; afortunadamente para ella, el chófer siguió hablando.

— Hace poco, un grupito de maleantes se metieron a la fuerza al reclusorio y liberaron a muchos reos - Aseguró el conductor - No se habló casi nada al respecto en las noticias, pero estuvieron haciendo mierda la ciudad toda esa noche y hasta la madrugada; apenas fue al mediodía que tomaron el control de nuevo.

— ¿La policía o los militares? - Intentó adivinar Alyssa.

El conductor negó con la cabeza.

— Eso me dice que en serio estuviste fuera mucho tiempo. ¿Es que no sabes nada de Alba Dorada?

Un recuerdo se desbloqueó en la mente de Alyssa; había escuchado que alguien en el instituto en el que estudió cuando aún vivía en la ciudad mencionó Alba Dorada antes, pero no conseguía recordar exactamente quién había sido.

— Los de Alba Dorada - Continuó hablándole aquél señor mientras daba vuelta en una avenida, acercándose cada vez más a la catedral de La Ciudad - Fueron los héroes que nos salvaron. El jefe Saucedo se ha hecho cargo de La Ciudad desde que el alcalde fue ejecutado por la pandilla malasangre durante el asedio.

Mientras más sabía Alyssa de Alba Dorada, más ganas le daban de ingresar a la organización. Aparentemente, eran un grupo no gubernamental que se encargaba de hacer lo que la policía no hacía (convenientemente, gran parte del departamento de policía quedó con puestos vacantes tras el asedio a La Ciudad).

— Mi hijo ingresó a la última Prueba Dorada - Le dijo el conductor a Alyssa - Tuvo que irse hasta Chihuahua, pero fue uno de los graduados. Mi muchacho pudo elegir cualquier ciudad del país para trabajar, pero decidió quedarse en La Ciudad a cuidar de su viejo padre - Se carcajeó aquél hombre, haciendo más notorias las arrugas en su rostro - Estoy muy orgulloso de mi muchacho. Ojalá que tus padres también estén orgullosos de ti.

Alyssa desvió la mirada, enmudeciendo repentinamente. El conductor pareció darse cuenta de que había metido la pata, así que no habló durante el resto del camino; una vez empezó a acercarse a la catedral, redujo la velocidad y le señaló a Alyssa otra parada de autobuses.

— ¿Ves ese sitio del otro lado de la avenida? Ahí puedes tomar un bus que te lleve hacia el reloj oval.

Alyssa asintió; Amelia vivía a tan sólo una cuadra del reloj oval, una torre con una cápsula que encerraba un reloj de manecillas que daba vueltas sobre su propio eje. Aquél sitio era lo más cercano a casa de Amelia que pudo haber usado como referencia para pedirle indicaciones al conductor.

— Que tenga un buen día señorita.

Tras caminar cuadra y media con el sol del amanecer en La Ciudad, Alyssa decidió que a la próxima pagaría un taxi

Tras caminar cuadra y media con el sol del amanecer en La Ciudad, Alyssa decidió que a la próxima pagaría un taxi. Al llegar al callejón en el que vivía Amelia, sacó su teléfono y le marcó para pedirle que abriese la puerta.

En el segundo piso de la casa de Amelia, la canción de SNK segunda temporada empezó a sonar con los inconfundibles gritos de "shinzou wo sasageyo". Alyssa esbozó una amplia sonrisa; Amelia Hardeen seguía siendo la misma otaku asocial que cuando se conocieron en la preparatoria.

Segundos después, el tono dejó de sonar en el segundo piso y Amelia contestó.

— ¿Tienes el opening de SNK como tono de llamada? - Preguntó Alyssa, aguantándose la risa.

— ¿Cómo sabes? - Preguntó Amelia, extrañada y probablemente medio dormida todavía.

—  Asómate por la ventana.

La ventana del segundo piso de la casa se abrió y una chica morena y demasiado delgada se asomó por la ventana con las gafas chuecas. Entrecerró los ojos y al reconocer a Alyssa, su cerebro pareció sufrir un cortocircuito.

— ¿Qué haces aquí? - Preguntó Amelia, sin terminar de entender por qué su amiga que debería estar viviendo en la Ciudad de México había viajado de repente a una ciudad tan cerca de la costa.

— Supongo que me dejarás pasar, ¿no?

Amelia ni siquiera se cambió la pijama para abrirle a su amiga. Tras servirse cada una un shot de tequila "para despertarse bien" y calentar un par de piezas de empanizado como desayuno, Amelia le preguntó a su huésped por su historia (porque obviamente tenía una historia que contar.




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