El dragón de jade

VII


Al final, entregar el reporte fue lo de menos.

Ya habían pasado un par de días desde que salieron con el rabo entre las patas del Coliseum Casino y a la mañana siguiente se anunció la muerte de aquél empresario. Entonces fue cuando Ezra Saucedo salió a dar un discurso en el distrito de Alto Gobierno de La Ciudad, diciendo que aquél empresario estaba bajo investigación.

El mensaje de Ezra había sido transmitido por televisión nacional esa misma tarde, una vez que Nora Vera y Eleazar Salazar autorizaron a Ezra para pronunciarse al respecto y exhibir parte de la carpeta de investigación respecto a Sak. Si algo tenían de bueno en comparación con la administración anterior era que ellos hacían públicas muchas investigaciones una vez terminadas o fuesen nocivas.

Entre otras cosas, Ezra había dicho que aquél inversionista dirigía parte de una red de trata de personas que secuestraba y vendía mujeres menores de edad de entre 8 y 18 años para traficar con ellas con distintos propósitos. También anunció que los bienes de dicho empresario serían incautados y redistribuidos para beneficiar al estado.

Al gobierno federal no le gustaría mucho, pero cada vez el gobierno federal pesaba menos sobre La Ciudad y sus alrededores. Con suerte, Nora y Eleazar, los dirigentes financieros de Alba Dorada destinarían parte de ese dinero al gobierno federal o a otras ciudades. A Alyssa aún le asombraba cómo es que el gobierno del país había dejado que una organización que técnicamente era privada gobernase una ciudad entera, pero la casi totalmente impecable administración de La Ciudad dejaba en ridículo Mérida y la Ciudad de México en su opinión.

Esos dos días, Alyssa pudo estar descansando, pero prefirió invertir su tiempo entrenando con Natalia y los otros agentes de bajo rango en la Base Uno, donde se enteró de que los dos guardias que a veces entrenaban con ellos eran de las primeras generaciones de Alba Dorada; el que las trajo de ida y vuelta del casino se llamaba Gastón y era de la primera generación, aunque tenía la misma edad que Alyssa, lo que significaba que a sus quince años, le tocó ser de los que pelearon contra Quincunce y Zeta en un inicio.

Gastón lo hacía ver muy fácil, pero justo ese día, le confesó a Alyssa que en realidad, había sido un largo y duro camino donde perdió a varios amigos; unos fueron asesinados y otros simplemente no habían vuelto a aparecer. Alyssa pensó que no le molestaría ese tipo de vida, pues sus únicas amigas cercanas eran Amelia y otra chica que vivía en Minatitlán. Sin embargo, cuando Gastón dijo que casi todos los amigos que perdió también fueron de Alba Dorada en algún momento, Alyssa se lo pensó dos veces; realmente no quería perder a Amelia en su vida.

— Oye, en serio que me gustaría quedarme - Se disculpó Gastón - Pero el jefe Saucedo quiere que lo lleve a Chihuahua en helicóptero, es algo uh, un poco urgente, ¿sabes?

Alyssa asintió. Ese Gastón todavía lucía feliz con su trabajo y su vida pese a haber perdido a muchos seres queridos, como su mejor amigo Canuto (que según le contó a Alyssa, fue la razón por la que Alba Dorada fue creada para perseguir al Quincunce). Ahora, Gastón peleaba por pacificar y proteger su ciudad.

En cuanto se dirigió al interior de la casa (casi mansión a estas alturas), Alyssa vio al grupito a cargo de la capitana Carol hablando en la sala. Al parecer, dentro de pocas horas saldrían de misión para atrapar a ese tal Sak, pues una vez interrogaron al empresario en el Coliseum Casino y se apropiaron de sus pertenencias, pudieron dar con ese tal Sak y sus planes para transportar niñas y adolescentes a quién sabe dónde.

Sin embargo, pronto los tres a los que ya conocía (es decir, Remiel, Samuel y Daniela) subieron a sus cuartos para prepararse mientras que una cuarta persona permanecía aplastada en el sofá, con evidente desánimo y sin intenciones de moverse en lo absoluto.

— Tú debes ser Alyssa Pendragon - Dijo aquella chica de tez morena (aunque bastante pálida), muy delgada y de bonitas facciones en el rostro, casi como si fuese árabe. Era una versión menos agradable y más enfermiza de Amelia.

— ¿Quién eres?

— Adhara Khalil. Me han dicho que tú vas a ser mi reemplazo.

Había algo en esa Adhara que no le daba buena espina a Alyssa, pero decidió no hacerle ver su incomodidad.

— No vengo a reemplazar a nadie. Ni siquiera tengo un escuadrón ni he pasado La Prueba Dorada aún.

— Pero mis propios compañeros de equipo ya entrenan contigo. Dime, Adhara; ¿Qué te hace especial?

— No pretendo sentirme mejor que nadie. Yo vine aquí buscando ayuda y Ezra me acogió.

— Y sales a misiones para ayudar a atrapar a ese Sak. Con algo de suerte, hoy mismo lo apresaremos. Yo ya no puedo ir a misiones de campo desde que... desde mi lesión - Le explicó Adhara a Alyssa - Me desecharon y enviaron a inteligencia y ahora tengo que ver a todos mis compañeros de equipo salir a la acción mientras yo los dirijo desde una silla sin poder hacer nada al respecto.

— Pero eso no es culpa de ellos - Replicó Alyssa, intentando refutar los argumentos de la lisiada.

— Has hablado antes con Gastón, ¿no? Alba Dorada ha arruinado muchas vidas y él ha visto morir a más agentes que la mayoría de nosotros. Yo vine aquí para ser alguien y destacar, para no ser una maldita inútil y no me menosprecien por lo que soy. Escúchame bien Alyssa Pendragon; ellos me desecharon también. Cuando no les sirvas más, ¿Qué les impedirá desecharte?

— Que si sobrevivo al próximo mes y medio, seré patrocinadora de Alba Dorada y si me da la gana, entraré también a La Prueba Dorada y venceré. Nadie te quitará tu puesto. No culpes a los demás de tu fracaso.

Adhara iba a discutir, pero el jefe Saucedo entró a la sala justo después y las saludó a ambas.

— ¡Alyssa! Me alegra verte. Dile a Amelia que saldré esta tarde y vuelvo en uno o dos días, así que la dejaré a cargo provisionalmente, ¿vale?




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