El Duende Maldito

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Macarena

Con maleta en mano caminaba por las frías calles de San Francisco, en mi mano llevaba la dirección del lugar donde iría a trabajar, después de haber terminado mis estudios como enfermera geriátrica, decidí que era el momento de ejercer, y mi mejor amiga Jenifer me había ayudado con eso, de manera inesperada se había enfermado cuidando a la señora Blanca quien era su paciente desde hace un año, debido a esto, ella ya no podría cuidarla. así que cuando me llamo ofreciéndome su antiguo empleo, de inmediato acepte, ahora yo sería quien estaría a cargo de la señora Blanca Manjarrez, viuda de Rodríguez.

Estaba a pocas cuadras de llegar a la dirección de su casa, la señora Emérita seria quien me recibiría para darme todas las instrucciones a seguir, mire un pequeño parque donde habían varios niños jugando, me encontraba muy cerca, así que no estaría mal descansar por algunos minutos, tome mi teléfono móvil para mirar la hora, mi cita era a las doce y media, y eran las doce y quince minutos, iba bien de tiempo.  

– Un … dos … tres … el duende quiere jugar otra vez …

cuatro … cinco … seis… te da tiempo para empezar a correr…

siete … ocho … nueve … diez…  sino corres te atrapara, para luego hacerte desaparecer … corre… corre... antes de que te atrape … y no puedas volver …

Cantaban los niños antes de correr, era un juego parecido al que jugaba cuando era una niña, solo que le llamábamos el lobo feroz, en vez de duende, también nos preparábamos para correr para que no nos atrapara, y el primero en atrapar sería el siguiente lobo feroz, ¡vaya época! En ese entonces ni me preocupaba por las deudas que ahora tengo, sonreí para levantarme, y continuar mi camino.

Llegue faltando cinco minutos, observe detenidamente la casa era de cuatro pisos, y mi amiga no se equivocó al decir que era enorme la casa, y que producto de su gran tamaño se había enfermado.

– Buenas tardes. – Salude. – Vengo de parte de Jenifer, soy Macarena Duran.

– Buenas tardes jovencita. – Respondió la señora de unos aproximados 50 años con cabellos cortos. – Pasa. – Abrió las rejas permitiendo así que yo ingresara a la gran casa. – Bienvenida a la casa, deja tu maleta ahí, siéntate estábamos por almorzar, acompáñanos. – Deje mi maleta cerca a la mesa donde la pudiera ver, tome la carpeta que llevaba en mi morral, para entregarles mi curriculum vitae (cv). – Tranquila Macarena en un momento hablaremos de tu experiencia.

– Mi esposo dice que le agradas. – Nos interrumpió la señora de cabello blanco producto de sus canas. – Así que por mi el trabajo es tuyo, aunque Emérita diga que no, nosotros ya dijimos que sí. – Sonrió. En ese momento otra persona hubiese salido corriendo, pero en mi caso no, conocía perfectamente la enfermedad de mi paciente, ella padecía de esquizofrenia un trastorno mental con dificulta de diferenciar lo que es real de lo que no.  

– Dígale a su esposo que muchas gracias por aceptarme. – Respondí con tranquilidad, almorzamos en silencio la señora Blanca parecía murmurar con alguien, pero solo estábamos presentes nosotras tres, no había nadie más. – El almuerzo estaba delicioso. – Dije al terminar de comer.

– Acompáñame.  – Me ordeno la señora Emérita. – Mi hermana como habrás notado padece de una condición mental, en ocasiones confunde la realidad con su imaginación, ella no lastima a nadie, sin embargo, en ocasiones suele dar miedo con las cosas que dice. -  Ingresamos a la gran casa hasta llegar a una pequeña sala de té. – La paga es la misma que le ofrecíamos a Jenifer, solo podrás descansar una vez por semana, ese día vendré yo a reemplazarte o mi hermana menor Susana. – Asentí con mi cabeza, la señora me confirmo todo lo que mi amiga me había dicho antes. – ¿Alguna pregunta?

– ¿Debo hacer algo mas aparte de cuidar a su hermana?

– No. – Afirmo. – Del mantenimiento de la casa, como de la comida, se encarga doña Augusta y su hijo Pedro. Tu solo deberás estar pendiente de que mi hermana tome sus medicamentos, acompañarlas a sus citas médicas, y ser su acompañante permanente.

– Así será. – Exprese.

– Ahora ven te mostrare tu habitación, debo irme en algunos minutos. – Me coloqué de pie, la seguí hasta la segunda planta de la casa. – Mi hermana duerme en la habitación principal que es esta. – Señalo la primera puerta, la abrió para segundos después cerrarla. – Tu dormirás aquí. – Abrió la puerta que estaba frente a la habitación de la señora Blanca. – Mira tu equipaje ya esta aquí, si gustas puedes instalarte mientras mi hermana toma su siesta, ahora espero que tu estadía aquí sea de tu agrado, bienvenida. – Dijo para después marcharse.




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