El Duende Maldito

2

Macarena

Los días transcurrían en completa tranquilidad, trabajar con la señora Blanca hasta el momento no había sido problema alguno, en ocasiones me hacia sentir que no era la única que solía acompañarla, hablaba con alguien más, quizás esa persona que según ella estaba ahí, era producto de su imaginación.

Hoy era mi primer día libre, así que me preparaba para irme a visitar a mi mejor amiga Jenifer, quería saber cómo seguía su salud. Me dirigí al baño, abrí las llaves de la bañera para que se fuera llenando, tome el aceite de lavanda, agregue unas gotas en el agua, comencé a quitar mi ropa, para después desenredar mi cabello. Cerré las llaves, me sumergí en el agua, disponía a masajear mis piernas cuando escuché abrir la puerta de mi habitación, no era la primera vez que sucedía, de inmediato salí del agua para ir hasta la puerta de mi habitación, quería saber quién era el de las bromas pesadas.

La puerta estaba a medio abrir, así que la cerré, volviendo al baño me encontré con un pequeño muñeco de cabellos rojos, nariz grande, y llevaba una ropa miniatura de color verde. La tome con mis manos, la deje sobre la mesa que estaba junto a mi cama. Seguro era una broma de doña Blanca, las pocas veces que se me había permitido ingresar a su habitación, pude observar que ella tenia muchos de estos muñecos cerca a su cama.

Retome mi baño, quería estar lista para cuando llegara la señora Emérita poderme ir, apoye mi cabeza en la tina para masajear mis piernas.

– Un … dos … tres … el duende quiere jugar otra vez …

cuatro … cinco … seis… te da tiempo para empezar a correr…

siete … ocho … nueve … diez…  sino corres te atrapara, para luego hacerte desaparecer … corre… corre... antes de que te atrape … y no puedas volver …

La canción que cantaban los niños del parque la comencé a escuchar, las ventanas estaban cerradas, el parque estaba a unas calles, era imposible que hasta acá se escuchara su canto, iba a salir del agua cuando sentí que alguien me tomo del cabello, y de un solo jalonazo me sumergió en la bañera ahogándome, trate de quitar aquella silueta de cabellos rojos para que me dejara respirar, pero este solo sonreía.

Por más que batalla con aquella persona me era imposible ganarle, sus ojos rojos me causaban mucho terror, estaba a nada de morir.

– Niña despierta. – Escuche decir a un hombre. – Vamos como se te ocurre quedarte dormida en la bañera.

– ¿Dormida? – Lo mire extrañada.

– Si al parecer te quedaste dormida en la bañera. – Dijo mientras me entregaba una toalla. – La señora Emérita toco varias veces tu puerta, pero nadie abrió, y al escuchar como retumbaba el agua decidió llamarme para venir abrir tu habitación, y te vimos dormida en la bañera. Te hice rcp, y gracias al cielo lograste respirar.

– Yo ... – Todo había sido una pesadilla, me había quedado dormida en la bañera.

– Muchacha que susto tan grande nos has dado, menos mal Pedro logro abrir esa puerta a tiempo, por poco te mueres. – Hablo la señora Emérita quien ingresaba acompañada de otro joven de cabellos rojos. – Sera mejor que vayas a un hospital.

– Estoy bien. – Respondí si aparatar mi marida de aquel joven. – Necesito vestirme, déjenme sola por favor. – Pedro me ayudo a colocarme de pie, me ayudo hasta llegar a la habitación después que todos se marcharon, me senté en mi cama miré mis brazos, tenían una marca roja. – Seguro las hice yo mientras trataba de salir. – Dije en voz alta, me levanté de la cama, me vestí, y salí de la habitación.

 




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