Macarena
Caminaba a la salida de la casa, estaba lista para tomar mi día de descanso, lo necesitaba para saber algunas cosas que en mi mente no empezaban a tener lógica, una de esas era por que aparecían de la nada aquellos muñecos extraños que solo estaban en una parte de la casa, y esa era la habitación de doña Blanca. Ella era la única que ingresaba en su habitación, no se tenia permitido que nadie mas lo hiciera. Así que al salir de aquella casa fui en busca de mi amiga Jennifer sabia que estaba hospitalizada en el hospital del sur, así que me dirigía a ese lugar, ella había trabajado durante años con las hermanas, mi amiga debía saber más cosas de las que yo apenas podía conocer.
Aunque realmente quería buscarla para saber si también la habían intentado matar, así como me sucedió a mí, yo no estaba loca, nunca me dormí, y aquel muñeco que había encontrado tenia mucho que ver en lo que me estaba sucediendo.
Después de algunos minutos llegue al hospital, estando ahí descubrí que era para pacientes con problemas mentales, quede sorprendida al saber que estaba en ese lugar, creí que para su enfermedad causada por el estrés se encontraría en otro establecimiento recibiendo su debido tratamiento, no aquí.
Me acerque a la recepción, pregunte por ella, para después ser conducida por una enfermera hasta el pabellón donde ella se encontraba.
– Jennifer lleva aquí más de tres meses. – Dijo la enfermera mientras nos dirigíamos a su habitación. – Su familia la interno debido a sus problemas mentales.
– Disculpe. – La llame. – Dice, ¿que mi amiga lleva tres meses aquí?
– Si señorita. – Me afirmo. – La paciente padece de demencia.
– Eso es imposible. – Exprese sorprendida. – Ella hace unos atrás me llamo para recomendarme en un trabajo.
– Imposible es lo que uste esta diciendo. – Aseguro. – La paciente desde que está aquí no se ha comunicado con nadie, ¿esta segura que es su amiga? – Afirme con mi cabeza, mientras la enfermera abría su habitación. Cuando ingrese observe aquel muñeco que traía junto conmigo en mi maleta. – Me entrega su bolso, se lo daré cuando salga. – Se lo entregue, ingrese, para después escuchar como la enfermera cerraba la puerta con llave.
– ¿Jen? – La llame. – Soy Macarena. – Ella seguía jugando con aquel muñeco de cabellos rojos, nariz grande, ojos rojos como la sangre, nariz enorme, y vestidos de pequeños pantalones verdes, con un suerte miniatura verde, y botas negras. – Nos conocimos en la escuela de enfermería.
– Un … dos … tres … el duende quiere jugar otra vez …
cuatro … cinco … seis… te da tiempo para empezar a correr…
siete … ocho … nueve … diez… sino corres te atrapara, para luego hacerte desaparecer … corre… corre... antes de que te atrape … y no puedas volver ...
Esa melodía sonaba por toda la habitación, Jen comenzó a murmurar aquella canción que me estaba empezando a molestar, camine hasta ella la tome por el hombro tratando de llamar su atención, giro su cabeza para mirarme a los ojos.
– Ven juguemos con mi amigo. – Dijo. – él quiere jugar contigo. – Decía con su mirada perdida. – Vamos danos tus manos para comenzar a jugar. – Se coloco de pie, tomo mi mano, la mire sorprendida. – Dale tu mano. – Sonrió mientras sentía como alguien mas tomaba mi mano.
– Bienvenida al día en que vas a morir. – Aquel muñeco se había convertido en el chico de cabellos rojos que había entrado a mi habitación junto a la señora Emérita. – Ahora si voy a terminar lo que comencé.
– Tu eres él…
– Soy el muñeco, un duende maldito sediento de sangre. – Me interrumpió para apretar fuertemente mi mano, comenzamos a dar vueltas hasta sentir que me iba a vomitar, empecé a ver todo negro, hasta sentir que me iba a desmayar. – Esto es solo el comienzo. – Dijo antes de que perdiera el conocimiento.