Final
Macarena
Al despertar estaba acostada sobre el césped observé el lugar en el que estaba, pero ¿cómo era posible estar en este aquí?, Jen corría junto a otras chicas en medio del patio del hospital mientras aquel duende corría detrás de ellas. Me coloqué de pie, caminaba lentamente en busca de la salida, debía escapar de aquí antes de morir, miraba a mi alrededor en busca de alguna solución, cuando creí encontrarla corrí lo más rápido posible, cuando estaba por llegar aquella melodía empezó a ser cantada con mucha fuerza.
– Un … dos … tres … el duende quiere jugar otra vez …
cuatro … cinco … seis… te da tiempo para empezar a correr…
siete … ocho … nueve … diez… sino corres te atrapara, para luego hacerte desaparecer … corre… corre... antes de que te atrape … y no puedas volver ...
Mi cuerpo fue atraído de nuevo a donde había despertado, aquel duende tomo a una de las chicas por la espalda, enterró sus manos para después sacarle sus pulmones, jugo con ellos hasta que los llevo a su boca, los mordió, y se los trago.
– La siguiente serás tú. – Me señalo.
De inmediato comencé a correr, como lo hacían las otras chicas que estaban ahí, una a una fue perdiendo su vida, aquel duende solía quitarle el corazón con sus manos, algunas eran abiertas por su abdomen, les sacaba sus órganos para comerlos, dejando su boca llena de sangre, sin saciar su apetito. Solo éramos Jen, y yo las que faltábamos por ser atrapadas.
– ¿Cómo llegaste hasta aquí? – Me pregunto.
– Por ti. – Le respondí mientras vigilaba que no fuéramos descubiertas. – Me recomendaste con doña Blanca.
– Nunca te llame. – Afirmo. – Jamás te llevaría a la boca del lobo. – Sus ojos no tenían aquella mirada perdida que observe al llegar. – Debes salir de aquí, ir hasta la casa de la señora Emérita para… – Jen no pudo seguir diciendo palabra alguna, aquel duende atravesó su cuerpo con sus manos, intente correr nuevamente, no obstante, los cuerpos de las chicas sin vida se colocaron de pie, se tomaron de la mano para empezar a dar vueltas entonando aquella canción que me hizo mover en contra de mi voluntad, hasta llegar al centro de la ronda.
– ¡Sáquenme de aquí! – Pedía a gritos. – No quiero morir. – Suplicaba mientras la sangre de esas jóvenes bañaba mi cuerpo. – ¡Ayuda! – Dije mientras el duende caminaba hasta donde yo estaba. – ¡Aléjate de mí! – Retrocedí.
– Es que llego tu hora de morir Macarena. – Anuncio mientras su tamaño se duplicaba. – Vas a morir. – Decía, se acercó a mí, abrió su boca, y cerré mis ojos.
Días después.
Leia el periódico de San Francisco daban alerta sobre aquella asesina en serie que estaba prófuga, había escapado del hospital psiquiátrico donde estaba pagando su condena. Esperaba la hora para acudir a mi primera entrevista de trabajo, mi amiga Macarena me había recomendado con su antigua paciente, ella había enfermado, y no podía seguirla cuidando. La noticia principal había sido muy fuerte, era una catástrofe para la ciudad, muchas pacientes habían sido asesinadas por una mujer que por motivos de seguridad a su familia la prensa se había reservado su identidad, ninguna joven se salvó.
Doble el periódico, tome mi equipaje camine hasta la casa donde seria mi entrevista, al llegar note a dos mujeres sentadas en una mesa tomando una limonada.
– Buenas tardes. – Salude. – Soy Fernanda, vengo por recomendación de Macarena. – Una de las señoras camino hasta la entrada, me abrió la puerta permitiéndome ingresar.
– Mi nombre es Emérita. – Se presento.
– Mucho gusto. – Estire mi mano, pero antes de que ella tomara la mía Macarena apareció de la nada vestida con una bata blanca evitándome estrechar su mano.
– Corre Fernanda. – Dijo despavorida antes de correr en dirección a la entrada de la casa. – Te voy a salvar de morir. – Una de las ventanas se abrió mientras ella comenzó a arrojar muchos muñecos pequeños vestidos de ropa verde, con sus cabellos rojos. – Van a morir malditos. – La sirena de la patrulla de la policía se escuchaba cerca. – Todos vamos a morir. – Sali de aquella casa al escuchar aquellas palabras. – Yo no las mate, fue Él. – Señalaba a los muñecos. – Soy inocente, no estoy loca. – Afirmaba. La patrulla llego, junto a ella algunos enfermeros que se bajaron de la ambulancia que los acompañaba.
– Esa mujer está loca. – Hablo uno de lo enfermeros. – Estábamos dando un paseo por el patio del hospital cuando se escapó. – Se acerco hasta donde estaba el oficial. – No sabemos cómo logro llegar hasta aquí.
– Esta mujer es quien nos ha engañado. – Grito Macarena mientras salía de la casa apuntando con un cuchillo a la otra mujer que estaba sentada en la mesa. – Ella mato a su esposo, no es ninguna viuda. – Decía. – Ella es la verdadera culpable de la muerte de las chicas, yo no las mate. – Expreso antes de enterrar el cuchillo en su cuello cortándolo por completo. – Ahora ya no te comerás a nadie, por que tú eras el verdadero duende maldito. – Sonreía mientras levantaba la cabeza de la mujer del suelo, la policía disparo al verla caminar en dirección a la puerta, muriendo de inmediato.
Regresaba del sepelio de Macarena, estaba parada frente al lugar donde había muerto, los días habían pasado dejando consternados a todos lo de la ciudad con las noticias que decía la prensa, una de estas hablaba de que aquellas ancianas con las que me iba a entrevistar para el trabajo fueron acusadas de las muertes de muchas jóvenes que se encontraban desaparecidas desde hace algunos años atrás, sus cuerpos fueron hallados sin órganos enterrados en su jardín, al parecer ambas mujeres padecían de problemas mentales, y eran caníbales. Los periódicos de la ciudad no daban muchos detalles sobre Macarena, solo se sabía que había sido culpada injustamente sin explicación alguna, pero de lo que si estaba realmente segura era que ella había salvado mi vida.