El dulce sabor del amor

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¿Hay alguien que no ame los pastelillos? ¡Que alce la mano y se atreva a decir semejante mentira!

¿La clave para que salgan esponjositos? Paciencia mis queridos lectores, Paciencia.

No todo sale bien a la primera y en la mayoría de los casos, ni a la segunda, o la tercera... seamos honestos. Así que repito: PACIENCIA.

Apasionadamente rico, K. Candy.

Media hora después...

- No puedo creer que te haya permitido venir. – Refunfuñaba Candy seguida de una demasiado sonriente Silk.

- Eso es por que eres un dulce de mujer, así como tu nombre. – Silk la seguía llevando varias cajas que contenían los pastelillos.

- Ver para creer, una famosa diseñadora convertida en repartidora.

- Todo por los amigos.

- Eres una cotilla, eso es lo que eres. Me alegraré cuando compruebes que venir aquí es cero emocionante, sobre todo por que Él no siempre aparece.

- Pues realmente espero que sea uno de esos días que Mr. Chocolate aparezca.

- ¿Mr.... qué?

- ¡Oh, mira! Quizás este sea nuestro día. – Silk caminó rápido y atravesó las puertas de cristal, una multitud de empleados estaba en el vestíbulo y Candy se tensó de inmediato recordando lo que le había pasado en una situación similar.

Así que en lugar de cometer el mismo error e ir a ver, se apresuró a recepción, pero no había ni un alma para atenderla. Intentó que un par de empleadas que pasaban cerca le dieran alguna indicación de donde dejar los paquetes y no consiguió nada, lo intentó de nuevo con otro empleado y le dijo que no podía ayudarla, frustrada gimió y pateó el suelo mientras con cierto estrépito dejaba los paquetes en el amplio mostrador de la recepción.

 

- ¡Maldita sea! – Escupió sin preocuparse por ser oída.

- ¿No es muy temprano para maldecir? –Esa voz otra vez, se quedó estática de nuevo... sus reacciones al verlo o escucharlo empezaban a ser una molestia.

- En realidad empecé algo tarde. – De sus labios salió eso sin siquiera proponérselo. Oyó su risa de nuevo, la piel se le puso de gallina. Seguía sin voltear, no quería hacer más ridículos delante de él.

- ¿Usted es...?

- Empleada, eso soy. – Se apresuró a decir.

- ¿De nosotros? ¿De Kensington? –Mientras preguntaba se acercó a ella y Candy se obligó a actuar con normalidad. Oscuros, negros así eran sus ojos, sonrió complacida de poder haber visto ese par de bellos ojos de cerca, pues nunca había tenido la oportunidad. De cerca él era mejor todavía.

- Negros...

- ¿Cómo dice?

- Que estos pastelillos se comen mejor con eso... con café negro, sin leche... así sin nada...

- ¿Ah si? – le sonrió mostrando una de las sonrisas más bellas que ella... ¡Basta! Se reprendió mentalmente.

- ¿Drake? ¿Qué haces aquí? Todo el mundo está esperando. – Se acercó un joven con un ligero parecido a él. – Oh, ¿La señorita de la pastelería? – Dijo en cuanto vio los paquetes con el logo que lo indicaba y que sin duda él también los había visto entonces ¿Por qué había preguntado si era la de la pastelería? – Mi hermano muere por esos pastelillos de Moka que ustedes hacen ¿Es usted empleada o la dueña?

- Yo...

- Enseguida la atiendo – La interrumpió. – Drake por favor.

- Claro ¿podría darle mis felicitaciones al creador de esos pastelillos? No soy dado a los dulces, pero saben delicioso. – Dicho eso le sonrió y se fue dejándola en un estado de delirio-caótico-mental.

- Nos gustaría hacer negocios con usted. – A lo lejos le llegó el sonido de una voz, la palabra negocios la sacó un poco de su ilusionado estado.

- Sí, claro. – le sonrió al hermano de...Drake. Lindo nombre, apropiado. Enseguida frunció el ceño ¿negocios una pastelería con una empresa constructora?

 

 

 



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En el texto hay: diversion, amor, resposteria

Editado: 05.12.2020

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