El dulce sabor del amor

4

Diez minutos después Honey hacia honor a su nombre y obedientemente seguía las indicaciones de Candy para preparar galletas siempre y cuando viera que Drake hacía lo mismo.

- Encantador de serpientes y diablillos. –Masculló Candy.

- ¿Cómo dice...?

- Que hay que agregar la mantequilla.

- Me pareció oír algo de serpientes y diablos.

- Oyó mal. – Contestó sin levantar la vista de la masa para galletas mientras la amasaba con más fuerza de la necesaria. Tenerlo cerca siempre la ponía nerviosa pero daba el caso de que ahora estaba en su cocina y eso significaba que el nivel de turbación disminuía, ella era otra persona en la cocina solían decirle aquellos que la conocían bien, se alejaba de todo y todos, solía abstraerse por completo. En este caso no lo había logrado al cien por ciento, de pronto vio su reflejo en un recipiente de aluminio y dio un pequeño grito al ver lo desastrosa que estaba y eso que el reflejo no había sido fiel a la realidad. Drake y Honey se sobresaltaron al oírla gritar. – Ya vengo. – Dijo mientras corría al baño. - ¡Cielos, no! – Exclamó al verse, un fantasma no seria más blanco ni más lamentable que ella. Se sacudió la harina lo mejor que pudo y se lavó la cara y los brazos. La ropa registraba muchas manchas y se tuvo que quitar el delantal y la blusa para poder sacudirlos bien. Una vez que se vio medianamente presentable masculló unas cuantas maldiciones más y se preparó mentalmente para ir a la cocina y ver a Drake en ella.

- Veo que haz borrado las huellas del pasado combate bélico. – Le dijo divertido. Chocolate... volvió a pensar en cuanto vio sus ojos oscuros. – No tenías por que haberlo hecho.

- ¿Por qué se estaba divirtiendo a mi costa?

- Por eso y por que en realidad era una escena refrescante.

- ¿El estar cubierta de harina le parecía una escena refrescante? – Preguntó incrédula mientras iba hacia la mesa y sacaba los moldecitos de figuras para las galletas, todo con tal de no quedárselo viendo como boba.

- Claro. Esta clase de escenas solo se ven no se, en los comerciales o películas. Jamás creí ser el afortunado testigo de que estas cosas pasan.

- ¿Una pelea con harina entre una pequeña y una mujer con obviamente cero madurez? – Se permitió dirigirle una mirada, craso error. Él la miraba con esos ojazos bellos y risueños. Su boca era digna de devorarse pensó y enseguida sacudió la cabeza con suavidad. Más valía que parara.

- ¿Y de que sirve la madurez si eso significa renunciar a la diversión? – Le dijo él y Maldición pensó ella de nuevo ¿Es que aparte de guapo era un ser encantador y divertido? ¿Tenía que ser de esos que con dos o tres frases hacían desear a la pobre fémina que las oyera en una vida junto a él en una casita con cerca blanca y niños jugando en el porche? ¿Pero que demonios...? ¡Ella no era cursi! Exacto, no lo era. No pudo evitar enfadarse con ella misma. No estás en su liga, chica, se recordó con dureza. – Mi hermano y yo solíamos iniciar guerra de comida contra mis dos hermanas. No las compadezcas – Dijo rápido al ver que ella fruncía el ceño- Ellas casi siempre ganaban y ahora veo por que, entrenan desde pequeñas y no dejan de hacerlo aun al volverse adultas.

- Pobrecitos. – Sin embargo la imagen mental que se formó hizo que Candy intentara no reír.

- Adelante ríete.

- Si siempre perdían ¿Por qué lo seguían intentando? – Logró preguntar ella con la voz un poco temblorosa en su afán de no reír.

- Por que los Kensington no paramos hasta conseguir lo que deseamos aunque eso signifique algunas derrotas, las aceptamos por que sabemos que aun así ganaremos la guerra. – Su tono fue aterciopelado e íntimo, Candy juraría que lo que había dicho no tenía nada que ver con guerras de comida de la infancia ¿Entonces a que se debía esa mirada depredadora? ¿O su fértil imaginación y su tonto corazón se imaginaban cosas?

- Eso quiere decir – Logró decir ella no sin esfuerzo – que sus hermanas perdieron varias veces también.

- Oh, por supuesto. – Y otra vez esa sonrisa letal.

Honey decidió que estaba siendo demasiado ignorada y lanzó un moldecito de galletas directo a Candy, la cual lo esquivó por un pelo.

- ¿Por qué yo? Tenías un mejor blanco al lado. – Le dijo a la niña.

- Eso es jugar sucio. – Advirtió Drake consciente de ser ya observado con intereses nada angelicales por parte de Honey.

- Creía que sabías que no juego precisamente limpio. – Sin embargo jamás pensó que Honey se atreviera a lanzarle un moldecito a Drake. - ¡Honey no! – La pequeña no atinó por que él con un movimiento de lo más fluido lo evitó, Candy fue hacia la niña para alejarla cuando se percató que una bolsa de harina estaba demasiado cerca del pequeño diablo, Honey también se había dado cuenta ¿Por qué había confiado en que no haría nada? En un santiamén había tomado la bolsa y derramado su contenido con habilidad sobre Drake que había intentado quitarle la bolsa también. Él iba en mangas de camisa, la chaqueta la había dejado cerca cuando había empezado a preparar con ellas las galletas, y lo agradecía Candy en ese momento, pero la camisa era negra y ahora estaba manchada totalmente de harina lo mismo que sus pantalones color beige. – ¡Oh por Dios...! Honey huyó y Candy llamó a Sally para que la viera un momento.

- Ahora si te creo que es una descendiente nazi. – Atinó a decir antes de empezar a toser por los polvos de la harina. Esa imagen de él era la última que hubiera esperado ver nunca y no pudo evitar reír a carcajadas. - Esperaba un poco de cooperación. – Masculló y ella se acercó a él e intentó limpiarle con un trapo pero no podía debido a la risa. – Debo ser todo un espectáculo ¿verdad?

- Algo así. - Aun riendo levantó la vista para comprobar su nivel de enojo y sorprendida descubrió que él la miraba con intensidad. - ¿Qué tan enojado está? – Preguntó sin atreverse a identificar esa mirada.



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En el texto hay: diversion, amor, resposteria

Editado: 05.12.2020

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