Llegó esto para ti Drake. – Su hermano entró llevando un paquete en las manos.
- ¿A que debo el honor de que vengas en persona a dejarme esto?
- ¿Desde cuando tu querido hermano no te hace esta clase de favores?
- Eres un cotilla, largo de aquí, eso es mío.
- Debo admitir que la presentación es realmente única. – Dijo Joshua observando el pequeño cofre que llevaba en sus manos, hecho de madera, con el nombre de la pastelería y las iniciales de su dueña tallados en el. Iba con un pequeño sobre que contenía la llave para abrirlo.
- Espero que lo de adentro no sea único.
- ¿Cómo dices?
- Espero que el postre que viene adentro sea lo más común y corriente del mundo. – Dijo Drake.
- ¿Se puede saber por que? – Preguntó Joshua sin entender nada.
- No. – Le arrebató el sobre y vio que adentro venía una pequeña tarjeta que solo decía: Único e irrepetible, si yo gano entonces el castigo me toca elegirlo a mí ¿cierto? Confío en que sea honesto. – Dios quiera que esto no sea lo que reza en la tarjeta – Volvió a decirlo, pero esta vez para sí. – Se moría de ganas por ganar y "castigar" a Candy, aunque para él no tendría nada de castigo lo que había pensado hacerle. Tomó la llave y abrió el cofre, dentro en otra caja decorada con alegres colores venía un pequeño pastel, no parecía nada del otro mundo, redondo, de chocolate, lo sacó y también sacó a su hermano de la oficina. Agarró el tenedor y con lentitud tomó una porción, se la llevó a la boca y...
La mañana transcurría con calma, demasiada calma. No sabía cuántas veces había visto el reloj, cuantas veces había visto el teléfono esperando que sonara, ni cuantos brincos había dado cada vez que entraba un cliente temiendo confirmar que era él quien llegaba.
- Es el segundo pedido que nos devuelven. – Dijo Murray uno de sus ayudantes y ella le ignoró, parecía oír pasos por la acera, alguien iba a entrar definitivamente al establecimiento, aguzó el oído. - ¿Candy? – Lo intentó él de nuevo.
- Toma. – Le dijo ella sin verlo, solo extendiéndole una nota de pedido. - Un pastel de chocolate, envíalo a esa dirección. - Siguió vigilando la puerta.
- A esto es a lo que me refiero. – Protestó Murray. – Te han pedido un pastel pero de queso no de chocolate. ¿Podrías explicarme por qué lanzas miradas neuróticas hacia la puerta? Parece que estás a punto de tener un colapso mental o algo así. – Ella siguió ignorándolo, sonó el teléfono y dio tal respingo que hasta espantó al pobre Murray. Miró el aparato como si fuera a morderla. - ¡Cielos! Estoy empezando a preocuparme.
- Contesta tú. – Dijo ella.
- Es Silk. – El alivio de Candy fue monumental.
- ¡Casi me matas! – Le increpó cuando se puso al teléfono.
- Deduzco que aún no tienes noticias. – Dijo Silk aguantando la risa.
- Ninguna. ¡Le mandé el pastel hace horas! Y aún no se nada, no ha llamado, no ha venido, ¡nada!
- Seguro que está disfrutando pensando en cómo te estás atormentando.
- Creo que me va dar un infarto. Voy a ir. No lo soporto más. – Sentenció Candy.
- No irás, te conozco, no tienes el valor de ir a su oficina, presentarte ante él y decirle...
- ¡Dime de una maldita vez si consideras que lo que te mandé es único y original! ¡Y deja de atormentarme! Eso le diré...- Interrumpió a Silk.
- No, lo que debes decirle es... Ven y devórame de una vez.
- ¡Tú... estás completa y rematadamente loca!
- ¿Acaso no es lo que quieres?
- ¿Silk, no has oído hablar de lo que implica tener sentido común?
- No.- Respondió muy fresca.
- Voy a ir y salir de dudas de una vez por todas.
- Mi querida Candy solo viéndolo con mis propios ojos lo creeré.
- Entonces te sugiero querida, que salgas de casa ahora mismo para que llegues a tiempo de verme llegar al edificio de los Kensington. – Y cortó. Silk por supuesto salió corriendo de casa.
Candy respiró hondo, se quitó el colorido delantal con dibujos de pasteles, galletas y demás postres que usaban todos los empleados y enfiló hacia la puerta. ¿Qué le digo? ¿Cómo se lo digo? ¿Se lo suelto así nada más? ¡Dime ya que opinas maldita sea! No, ella no maldecía al menos no en público. Sentía que le faltaba el aire y solo había dado unos pocos pasos, a esas alturas tendría que pedir un taxi para recorrer las escasas manzanas hasta Kensington.
Siguió caminando con la mirada baja abstraída en sus pensamientos y curiosamente esta vez ignoró a quien entró por la puerta y se quedó parado observando su andar lento y su mirada directa hacia el piso, iba directo hacia esa persona y solamente que se moviera evitaría la colisión, él no se movió ni un ápice.
Candy chocó contra algo duro ¿Desde cuándo había postes o columnas en medio de su pastelería? Alzó la mirada y se quedó de piedra al ver quien era, de un brinco se echó hacia atrás.
- ¡Tú! – Fue lo único que atinó a decir.
- Yo. – Contestó Drake con esa sonrisa derrite polos.
Nuevamente siento que me falta el aire, pensó Candy ¿A esto se refieren cuando dicen "Me dejas sin aliento"? Ó es eso o problemas cardíacos.