El dulce sabor del amor

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Toda buena repostera debe presumir de no desperdiciar

Innecesariamente de los ingredientes, la cantidad debe

Ser la justa y necesaria, nada más, nada menos.

Apasionadamente rico. K, Candy.

La mañana la había iniciado en una enorme cocina estilo antiguo, pese a su renuencia de estar allí, la verdad es que Candy había encontrado de lo más hermosa la cocina y su mal humor se había disipado al ver sus muebles de roble oscuro, el enorme horno y una cantidad increíblemente grande de ingredientes gourmet que harían la delicia de cualquiera, bueno, cualquiera como ella, amante de la creación de pasteles y postres.

Se puso el delantal y prescindió del gorro característico de chef, recogiéndose el pelo en un moño alto y sujetando cualquier cabello rebelde con un pañuelo de colores. En minutos sonreía abiertamente al ver la excelente calidad de los productos con los que cocinaría.

- Esta casa es impresionante. – Dijo Silk entrando por la puerta que daba al patio trasero.

- Vaya, hasta que al fin apareces. – Candy contestó mientras medía harina y la depositaba en un cuenco.

- Te veo más calmada, esta mañana no dejaste de maldecir todo el camino hasta acá, pobre del chofer.

- Le haré un pastelito especial, con ello espero que después no diga que traía un par de brujas en el auto.

- ¿Un par? Eso me suena a mucha gente, eras tú la que no dejaba de rabiar.

- Cierto. – Dijo y siguió agregando ingredientes al cuenco.

- ¿Se puede saber en dónde está toda esa gente para la que cocinarías? – Preguntó de pronto Silk.

- ¿Me lo preguntas a mí? ¿No eras tú la que fue en "misión de reconocimiento"?

- Se me olvidó en cuanto vi los hermosos alrededores y todas esas flores. – Se acercó y se metió una frambuesa en la boca. – Deberías hacer mermelada, estas frambuesas están divinas.

- Conversar contigo es entrar en una montaña rusa verbal. – Candy le dio un manotazo al ver que intentaba tomar más fruta.

- No podrás negar que te diviertes. – Le sonrió mientras registraba todos los paquetes y cosas distribuidas por la mesa.

- Entonces... ¿No has visto a nadie por la casa? – En otras palabras eso era ¿No has visto a la Barbie?

- Aparte del chofer que nos trajo, sólo al jardinero y no, no he visto a ninguna Barbie por aquí.

- ¿No es raro? – Preguntó Candy sin molestarse en asombrarse por lo bien que la conocía Silk.

- Seguro no tardan en llegar.

- En ese caso ¿Por qué no te pones a ayudarme de una buena vez? – Le gruñó.

- Que yo sepa vine de acompañante no de ayuda de cocina. Está bien, está bien. – Dijo rápido al ver cómo le impedía tomar más frambuesas.

Dos horas después.

- Juro que no lo entiendo. –Decía Candy resignada mientras observaba a Silk moviendo enérgicamente con una cuchara de madera un recipiente. – No eres mala para esto, es que eres pésima.

- ¡Oye!

- Eres un genio para crear ropa íntima femenina, pero para hacer postres me temo que no...

- No podrás negar que soy genial para devorarlos. Además aun no has probado esto último, estoy segura que saldrá genial. –Dijo entusiasmada.

- Prefiero conservar intacto mi sentido del gusto, gracias. De hecho, creo que se me ha estropeado por tu culpa. ¿Por qué no has seguido las recetas que te di? Innovar y experimentar no es lo tuyo, definitivamente. Al menos no en lo que a postres se refiere.

Silk había decidido crear algo que llevara un nombre escogido por ella. Pero las mezclas que elegía resultaban en los sabores más extraños y nada apetecibles.

- ¿Por qué no vas a ver las rosas? – Sugirió Candy.

- ¿Estás tratando de sacarme de aquí?

- ¿Yo? Nooooo, ¿Qué te hace pensar eso? El que hayas acabado con las frambuesas, echado a perder dos docenas de huevos, medio kilo del mejor chocolate del mundo, diez barras de mantequilla original de los Alpes suizos y esas trufas carísimas... estás en un error al pensar que si no sales de aquí en los próximos diez segundos puedo cometer un asesinato.

Cinco segundos después Silk salía de la cocina no sin antes en un divertido gesto rebelde se llevaba unas barras de chocolate. Una vez sola y después de dar un sonoro suspiro empezó a decorar lo que ella sí había logrado llevar a buen término. La verdad es que estaba relajada y contenta, eso solo lo lograba el trabajar de esa manera, en esa esplendida cocina, con esos insuperables ingredientes y ese aroma fresco y puro que solo el campo podía dar. Abstraída en sus pensamientos no fue consciente de que era observada desde la puerta desde hacía unos momentos. Sintiendo de pronto la presencia de alguien, sin levantar la vista dijo:

 

- Silk, no pienso darte más chocolate. Pero si eres buena niña y estás quietecita te daré un poco de tu postre favorito. – Bromeó.

- Y si yo soy buen niño ¿Qué me darás? – La profunda voz de Drake hizo que pegara un respingo. – Aparte de esa mirada fulminante espero que algo un poco más dulce.

- ¿Qué haces aquí?

- Bueno, es mi casa...

- Me refiero a aquí en la cocina. – Se corrigió dándose un golpe mentalmente.

- Supervisándote por supuesto.- Le dijo con una sonrisa de esas que seguro derretirían hasta el chocolate más duro, sin necesidad de baño maría...

 

¿Qué cosas estaba pensando? Automáticamente le ignoró y siguió decorando con fresas un pastel con cubierta de chocolate blanco.

- No me has dicho para cuantas personas cocinaría.

- Unos veinte. – Dijo acercándose por fin. Ella luchó por quedarse en su sitio.

- Entonces esto alcanzará seguramente. Ya que he concluido ¿puedo irme?

- El trato era para todo el fin de semana. – Le recordó Drake intentando probar la mermelada que había en un tarro. Ella la apartó al instante.

- El trato era tener postres para todos y solo. Si me quedo unas pocas horas más tendrás suficiente para tenerlos contentos, felices y llenos por toda una semana. – Se puso el tarro en la cintura deteniéndolo con la mano mientras hablaba.



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En el texto hay: diversion, amor, resposteria

Editado: 05.12.2020

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