El piso brillaba, en medio de toda la oscuridad, una luz tenue se filtraba por los espacios cubiertos de seda tensada con decoraciones que ignoró el día que Leone estuvo ahí por primera vez. Los pasillos lucían totalmente pulcros, pero el aroma de la sangre se arraigaba en la punta de su nariz con violencia. La escena del crimen había sido totalmente encubierta.
Toda la mañana estuvo indagando entre algunas de las doncellas acerca de la seguridad del palacio, sobre si era posible la entrada escalando las murallas, si alguna de las sirvientas la veía mal, simplemente respondía diciendo que nunca había salido de su reino y que le daba miedo vivir en un lugar desconocido, una verdad casi completa.
Recorrer el lugar nuevamente le puso los pelos de punta, y ver todo tan limpio, le hizo creer que todo fue producto de sus nervios, pero no, el miedo que sintió en ese momento jamás podría ser algo ficticio. Se paró frente a la enorme cortina con bordados decorativos, trató de levantarla, era muy pesada, del otro lado aparentemente se sostenía una pared de ladrillos grises, no rojos, lo cual era extraño, ya que la mayoría del palacio estaba construido a base de una madera muy sólida y piedra. La pared parecía inmutable, pero desde el suelo, se apreciaba la separación de esta, quizás si abatía con fuerza, el acceso se despejaría.
Con ambos brazos empujó, pero fue inútil, a lo lejos las pisadas de los sirvientes parecían hacer más bullicio, tendría que volver en otro momento. Instintivamente giró el rostro hacia la curva en L, reacomodó la cortina y se dirigió hacia el famoso pasillo, no era diferente del anterior, estaba oscuro y perfectamente aseado. La segunda habitación, que fue de la cual provino el cadáver, poseía un enorme candado, una horquilla no sería suficiente para abrirlo.
El bullicio de la gente se escuchó cada vez más cercano, se fue corriendo con velocidad hasta llegar a uno de los pasajes transitados, se ocultó tras una de las paredes, había demasiados sirvientes, sería sospechoso si se viese de donde se provenía, así que se devolvió un pasillo atrás con ventanas corredizas que llegaban casi al suelo.
—¡Alteza Leone! —llamó una de las sirvientas que acompañó a Are Jin el día anterior.
—No puede ser —susurró, lo que menos deseaba era ver a esa vieja.
Se apresuró a tratar de cruzar la ventana, pero el no haber dormido durante dos noches enteras le hizo calcular mal la altura del antepecho y enredar sus zapatos en la falda suelta de su vestido. Cerró con fuerza los ojos hasta esperar el golpe en el duro suelo de piedra afuera de la ventana, pero este nunca llegó, en su lugar sintió un par de brazos recepcionando su cuerpo. Al abrir los ojos se vio sobre el cuerpo de un hombre, y al levantar el rostro, la sorpresa le hizo abrir los párpados con fuerza.
El segundo príncipe la observó entrecerrando sus ojos con mono párpado y ella rápidamente se alejó de él apoyándose sobre sus propias rodillas.
Hyaker se reincorporó con facilidad mientras Leone lo veía con cierto temor desde el suelo. Exhaló algo fatigado —¿Se encuentra bien? —preguntó extendiendo su mano.
Leone lo observó desde abajo con los ojos aún muy abiertos, sus piernas juntas en el piso tibio estaban frías, se quedó inmóvil con la fe de que así se volvería invisible para él.
—¡Por Dios! Señorita ¿Se encuentra bien? —Rápidamente la sirvienta que la perseguía la levantó del suelo y sacudió el vestido — ¡Oh! Su alteza real segundo príncipe —se reverenció con nerviosismo —¿Se encuentra usted bien? Disculpe mi impertinencia.
Hyaker quien todavía permanecía con la mano estirada hizo un ademán de desinterés —Estoy bien.
—Con su permiso nos retiramos —la sirvienta empujó con delicadeza a Leone quien evitaba el rostro del príncipe a toda costa y la dirigió nuevamente hacia el interior del palacio —Señorita, la señora Are Jin la espera en la biblioteca.
—¿A mí? —respondió con algo de confusión, procesando de nuevo lo reciente. Si seguía así se iba a volver loca en cuestión de días.
—Sí, permítame guiarla —La sirvienta caminó frente a ella, y fue entonces que Leone notó una leve dificultad al caminar, hasta entonces se dio cuenta de que se trataba de la misma chica que tiró el adorno en sus aposentos.
Al ingresar a la biblioteca, la señora Are Jin se encontraba sentada en un cojín sobre una alfombra, con la espalda totalmente recta y tomando una taza de té, la confianza que desbordaba en tal posición era igual a la de las esposas trofeo que conseguían los nobles de edad avanzada y mucha riqueza. Leone había asistido a pocas reuniones sociales en sus cortos años de vida, pero un par le bastaron para clasificar internamente a las personas que conocía.
—¿Me buscaba?
—Sí, siéntate —extendió el brazo indicándole donde debía sentarse.
Leone alzó una ceja ante dicha acción—Dígame para qué me necesita, estoy algo ocupada.
—¿Ocupada tú? —rio —responde ¿Tu madre es fértil?
—¿Me llamó aquí para preguntarme eso?
—¿Qué sueles comer? Luces bastante descuidada.
Leone sintió un calor en su cabeza, ella nunca se jactaba de su posición como hija de un príncipe, pero las faltas de respeto por parte de Are Jin no cesaban, además de querer indagar en la fertilidad de su familia, se estaba metiendo con su apariencia física.
—Si dice una palabra más, una sola palabra más, me encargaré de que su lengua sea colgada en la pared de la mansión archiducal de Cartalia "señora" —no iba a seguir teniendo paciencia con esa mujer
—Usted no tiene poder aquí alteza, en este reino no es absolutamente nadie, y más le vale escuchar cada cosa que le digo porque de mí depende que su valor no decaiga todavía más.
Leone tiñó con una agria carcajada su rostro —Una simple jefa de sirvientes está amenazando a la duquesa de Cartalia y Montefiore.
La mujer colocó el té sobre una mesita —Niña, deberías agradecer que te digo todo con cruda verdad. El mundo no es un paraíso, tú aquí no eres diferente de una prostituta, la única diferencia es que tú has nacido de otra prostituta, una que logró engatusar a un príncipe.
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Editado: 17.12.2025