El eco de la disonancia

Capítulo 6: El Peso del Silencio

El autobús era un cascarón metálico que olía a humedad y a cansancio. Michael se aferraba a la barra asidera, su cuerpo meciéndose con el traqueteo del vehículo mientras la ciudad, ahora bañada por un sol pálido que no lograba calentar, desfilaba tras la ventana sucia. Cada bocanada de aire viciado le recordaba la pureza del "jardín cósmico" que Elena había descrito, un lugar que ahora le parecía un sueño imposible. Su realidad era esta: un viaje hacia las entrañas de un secreto que empezaba a asfixiarlo.

Su jefe, el Director Kraven, no era un científico. Era otra cosa. Un hombre de modales pulidos y sonrisa de acero, cuyas manos, libres de las manchas de tinta o reactivos de un investigador, siempre estaban perfectamente cuidadas. Kraven era un mafioso de la ciencia, un traficante de descubrimientos cuyas únicas leyes eran el beneficio y el poder. Michael lo sabía, lo había intuido desde el primer día, pero ahora el conocimiento era una losa en su estómago.

Al llegar, el laboratorio le recibió con su silencio habitual, un silencio cargado no de paz, sino de una supresión activa del sonido. Mientras se ponía la bata blanca, sintió el peso de la advertencia de los amigos de Elena. Este lugar era un "vacío". Y él era una partícula rebelde atrapada en él.

Fue durante la mañana, buscando un informe en el archivo físico –una redundancia que Kraven insistía en mantener–, cuando lo oyó. La voz de Kraven, baja pero cortante, salía de su despacho, cuya puerta estaba entreabierta. Hablaba por teléfono.

"...los niveles de tolerancia en los sujetos de prueba son inaceptables. No podemos permitir que los efectos secundarios ralenticen la Fase Tres. Si el compuesto es demasiado volátil para el tejido orgánico, busquen una forma de estabilizarlo. No me importa si tienen que probar con dosis más altas. Los inversores quieren resultados, no excusas sobre 'daño colateral'."

Michael se quedó paralelo. El frío del pomo de la puerta que tocaba le quemó la piel. "Sujetos de prueba". "Daño colateral". No hablaban de aleaciones o combustibles. Hablaban de algo orgánico, algo vivo. La pieza del rompecabezas que le faltaba encajó con un golpe seco y terrible. No solo alteraban la materia inerte. Estaban experimentando con seres vivos, y Kraven lo consideraba un simple "costo operativo".

Se retiró de la puerta, el corazón martilleándole el pecho. Tenía que salir de allí. Tenía que contárselo a alguien. Pero, ¿a quién? ¿A las autoridades? Kraven probablemente las tenía compradas. Su mente, aterrada, voló hacia Elena. Su lucidez, su conexión con algo puro, era el único faro en la niebla.

Esa noche, el contraste con su realidad fue aún más brutal. Llegó a su apartamento, un lugar pequeño y desangelado donde el papel pintado se despegaba de las esquinas y el calor apenas funcionaba. Su novia, Valeria, lo esperaba en el sofá, con una expresión entre preocupada y resentida.

"Otra vez tarde," dijo ella, sin levantar la vista del teléfono.

"Lo siento, el trabajo..." empezó Michael, quitándose la chaqueta.

"¿Siempre el trabajo?" lo interrumpió Valeria, por fin mirándolo. "Mira esto, Michael. Vivimos con lo justo. Trabajas como un condenado en ese tu 'proyecto de alto nivel' y no podemos ni permitirnos unas vacaciones. ¿Qué clase de trabajo es ese que paga tan poco y exige tanto?"

Michael se sintió desbordado. La presión del laboratorio, el miedo, y ahora la incomprensión en su propia casa. ¿Cómo explicar lo inexplicable? ¿Cómo decirle que su jefe era posiblemente un criminal y que su trabajo podría estar dañando a personas, sin pruebas y poniéndola en riesgo?

"Es... complicado, Valeria. No puedo hablar de ello."

"¡Siempre es lo mismo!"estalló ella, levantándose. "Secretos y más secretos. ¿Es que no confías en mí? ¿O es que acaso tienes algo que ocultarme? ¿Otra persona, tal vez?"

La mención, aunque equivocada, le hizo pensar en Elena. La intensidad de su mirada, la paz que emanaba. Bajó la cabeza, abrumado.

"No es eso.Es... peligroso."

"¿Peligroso?"Valeria soltó una risa amarga. "¡Qué dramático! Lo que es peligroso es nuestro futuro si seguimos así."

En ese momento, sonó el teléfono de Michael. Era un mensaje de Elena. "He estado pensando... ¿Puedo pasar mañana por tu trabajo? Me gustaría verte."

La sangre se heló en sus venas. Que Elena fuera allí era la peor idea posible. Kraven y su seguridad eran paranoicos. Cualquier visita no autorizada era un riesgo.

"¿Quién es?" preguntó Valeria, alertada por su cambio de expresión.

"Nadie.Un compañero de trabajo," mintió él, rápido.

"¿De trabajo?A esta hora?" Valeria se acercó, sus ojos brillando con sospecha y celos. "Déjame ver."

Intentó coger el teléfono, pero Michael lo apartó. "Valeria, por favor."

La discusión escaló.Gritos, acusaciones sin sentido, la frustración de meses saliendo a la superficie. En medio del caos, Michael solo podía pensar en evitar que Elena fuera al laboratorio. Tenía que disuadirla.

Al día siguiente, a pesar de sus mensajes pidiéndole que no lo hiciera, Elena fue. La encontró en la entrada del complejo, esperando tras la valla de seguridad. Llevaba un vestido sencillo y una sonrisa que se desvaneció al ver la palidez y la tensión en el rostro de Michael.

"Michael, ¿estás bien? Pareces..."

"No deberías haber venido,Elena. Es mejor que te vayas," dijo él, su voz áspera por el estrés.

En ese preciso instante, Valeria apareció detrás de ellos. Había decidido seguir a Michael, consumida por los celos y la duda. Al ver a Elena, una mujer serena y bella que claramente no era "un compañero de trabajo", estalló.

"¿Así que esta es tu 'complicación', Michael?" gritó, avanzando hacia ellos. "¿Por esto no hay dinero? ¿Para impresionar a tu... amiga?"

Elena, desconcertada, dio un paso atrás. "Disculpe, debe haber un malentendido."

"¡El malentendido es creer que eres una ingenua!"le espetó Valeria, su rostro congestionado por la rabia. "¿Qué es lo que quieres de él?"




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